El único de los acusados de la causa Guerrieri III sin condena previa, Rodolfo Isach, escuchó la semana pasada la acusación del fiscal Adolfo Villatte, que terminará esta semana su alegato. Se trata de las instancias finales del proceso que enjuicia a diez represores por crímenes de lesa humanidad cometidos contra 47 víctimas, de las cuales 24 continúan desaparecidas. Ahora, resta el alegato de las querellas, de las defensas, las últimas palabras de los acusados y la sentencia. En la jornada de esta semana, el representante del ministerio público consideró que "quedó probado que Isach formó parte del grupo operativo que funcionó en el Destacamento 121, al igual que el resto de los acusados. En el marco de ese accionar, utilizaba como alias el nombre 'Agustín' y su seudónimo como PCI fue Ricardo Infante". El minucioso análisis de la prueba realizado por la fiscalía recogió los dichos de los ex PCI Eduardo Costanzo y Gustavo Bueno, analizó los legajos de Isach y tomó las declaraciones de tres sobrevivientes de centros clandestinos de detención, tortura y exterminio para concluir que Isach ‑también policía provincial‑ fue integrante de la patota que secuestró, torturó y mató a militantes políticos durante la última dictadura militar. "Asimismo, si Rodolfo Isach es ajeno a estos hechos como él mismo señala, ¿Por qué se mantuvo prófugo durante tantos años, siendo que tenía la posibilidad de someterse tempranamente a la justicia y aclarar su situación en relación a las imputaciones? Recuérdese que quedó acreditado en autos, que a pesar de haberse librado orden de captura en su contra 4 de septiembre de 2009, se mantuvo prófugo de la justicia hasta el 28 de febrero de 2012".
De hecho, a Isach se lo capturó en su casa de Ostende gracias a datos brindados por Costanzo. Porque, justamente, uno de los argumentos de cada uno de los acusados en estos juicios es que Costanzo los señala por enemistad. A través del análisis de esa declaración, la fiscalía demostró que los relatos de Costanzo fueron corroboradas con prueba material, como lo ocurrido con la hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, Sabrina Gullino. Fue Costanzo quien relató que la habían dejado abandonada en la puerta del Hogar del Huérfano, lo que permitió rastrearla y realizar el ADN. Raquel Negro es una de las víctimas de esta causa, desaparecida desde el 2 de enero de 1978. "Las acusaciones de Costanzo en relación con la participación en estos hechos de Rodolfo Isach, no fueron indiscriminadas. Así, si bien resaltó que 'todos hacían de todo', Costanzo brindó datos precisos del rol que le cupo al acusado en los distintos tramos de los delitos consumados", expresó Villatte en su alegato. Costanzo ubica a Isach como autor material (efectuó los disparos) de los asesinatos de los 14 militantes que habían pasado por la Quinta de Funes y fueron ultimados en La Intermedia. Entre otras acciones delictivas como parte de la patota.
Para avanzar en el análisis de la prueba, Villatte también subrayó que "del listado de PCI obrante en esta causa, a la fecha de los hechos había al menos 75 PCI en el Destacamento 121. Costanzo y Bueno, no señalaron a todos como integrantes del grupo operativo, sino sólo a unos pocos".
La participación de Isach en el grupo más selecto de PCI está acreditado ‑sostuvo el fiscal‑ en el propio legajo personal del acusado, remitido por el Ejército Argentino. "Rodolfo Daniel Isach fue designado como Personal Civil de Inteligencia destinado al Destacamento de Inteligencia 121, en fecha 1° de diciembre de 1976, con el grado de agente 'S' (secreto), en el cuadro 'C', sub‑cuadro 'C‑2', categoría In nro. 14. Allí consta también que se lo identificó con el seudónimo 'Ricardo Infante' y que desde el primero de diciembre de 1976 hasta el 22 de diciembre de 1976, fue destinado a la sección Actividades Especiales de Inteligencia y luego a la Sección Operaciones Especiales de Inteligencia", leyó Villatte ante los jueces José María Escobar Cello, María Ivón Vella y Luciano Lauría.
También el fiscal determinó que "si bien se desempeñó formalmente como Personal Civil de Inteligencia durante un año y un mes ‑entre el primero de diciembre de 1976 y primero de enero de 1978‑, antes, de forma paralela, y después, también lo hizo como integrante de la Policía de la Provincia de Santa Fe. Esta fuerza dependía operacionalmente del mencionado Destacamento, al igual que el resto de las fuerzas de seguridad de la ciudad". Un dato no menor para la causa es que Isach era especialista en explosivos, y como tal formó parte de algunas acciones del grupo de tareas.
“Su desempeño lo hace sumamente indispensable”, dijo su jefe Fariña al evaluar a Isach en octubre de 1977.
Durante su indagatoria, en octubre del año pasado, Isach contó una historia inverosímil. Dijo que había sido secuestrado porque su mujer era montonera. Más allá de esta fantasía ‑que no es mencionada por Villatte en su alegato‑, el acusado también negó haber formado parte del Destacamento de Inteligencia 121 donde se pergeñaba y concretaba la represión ilegal en esta zona. Que Isach formaba parte del "selecto" grupo de PCI que salían a secuestrar, robar, torturar y matar surge de distintas evidencias que detalló el fiscal en su exposición. Una de ellas son las calificaciones excelentes que obtiene (10) en las evaluaciones que realizan sus superiores periódicamente. Dos de los condenados en las etapas anteriores de esta causa, Pascual Guerrieri y Jorge Fariña ‑también acusados en esta instancia‑ firmaron conceptos elogiosos sobre Isach. "PCI que ha satisfecho ampliamente las tareas y misiones que le fueron asignadas. Subordinado, leal, respetuoso, de amplios conocimientos y poseedor de una gran iniciativa y espíritu de sacrificio. Me merece el más elevado concepto y su desempeño lo hace un elemento sumamente indispensable", escribió Fariña. Para Guerrieri, la máxima calificación se debió a que era "altamente eficaz en las tareas (...), versátil, criterioso y subordinado. Es un verdadero agente especial". Villatte consideró que "Esto deja en claro que sus jefes estaban sumamente conformes con su desempeño y que cumplía acabadamente con las directivas que le brindaban. Si bien su desvinculación formal del Destacamento se produjo en enero de 1978, que haya sido calificado como "indispensable" pocos meses antes ‑en octubre de 1977‑ deja poco lugar a dudas sobre su continuidad en la patota.
El fiscal toma en cuenta las declaraciones de tres sobrevivientes de centros clandestinos de detención y exterminio. Ya en su exposición frente a la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep), en 1984, María Luisa Rubinelli indicó a "Agustín" (tal el apodo de Isach) entre quienes la mantenían privada de su libertad en el centro clandestino de detención La Calamita.
Por su parte, la testigo María Amelia González, contó en su testimonial en este juicio que entre las personas que la secuestraron había "dos hermanos, los que participaron de los interrogatorios a los que fue sometida. Describió incluso que uno de ellos era más joven, más obeso, más robusto y más petiso y el otro más alto y delgado, que eran jóvenes y hasta se decían mellizos, aunque eso no lo puede asegurar". Villatte subrayó que para ella, "uno era más joven: surge de los legajos personales de ambos que Carlos es más joven que Rodolfo. Dijo, además esta testigo, que eran 'muy pesados ambos, muy operativos digamos, muy ejecutores... eh... eran los que ingresaban a sus... a las casas de las personas los que eran luego saqueadas o detenidas desaparecidas...'". Los únicos hermanos que formaban parte de la patota eran los Isach.
El otro testimonio que tomó en cuenta el fiscal es el de Adriana Arce, que estuvo secuestrada en mayo de 1978 en Fábrica de Armas, quien dudaba de que los Isach fueran dos hasta que Carlos ‑el hermano de Rodolfo que continúa prófugo‑ fue cesanteado en la municipalidad. Allí comprobó que eran dos. A Rodolfo le decían "Agustín". Villatte también indicó ‑basado en los legajos‑ que fue Rodolfo quien presentó a su hermano para que se incorporara como PCI, muy poco tiempo después de su ingreso "legal" a la estructura de inteligencia del Ejército. Una prueba de la confianza que merecía a sus superiores.