"Para mí, todos los días es 4 de febrero", dice Laura Calampuca, y se desgarra en un llanto que había logrado contener durante toda la conversación. Desde hace 20 años que para Laura todos los días son 4 de febrero. Como ayer, como hoy, como mañana, como el jueves próximo cuando se cumplan dos décadas desde que Natalia Melmann, su hija mayor, fuera asesinada después de ser violada y torturada por un grupo de policías de Miramar. Mayor es una manera de ubicarla en la escala familiar. La mayor de las hijas mujeres, porque de mayor no tenía nada: llevaba 15 años cuando la secuestraron el sargento primero Oscar Echenique, el cabo primero Ricardo "el Mono" Suárez, el sargento primero Ricardo "Rambo" Anselmini (los tres condenados a perpetua) y dos uniformados más. Los cinco dejaron su ADN impreso en el cuerpo de la adolescente. Uno de esos ADN pertenece al sargento Ricardo Panadero, que todavía puede discutir ante la justicia que el ADN que es suyo no es suyo, y lo puede hacer porque de alguna manera parte del andamiaje judicial se lo permite.
Este lunes, con el reinicio de la actividad judicial después de la feria, la propia querella representada por el abogado Federico Paruolo va a pedir a la Suprema Corte bonaerense que el quinto ADN, distinto al de los otros cuatro policías ya identificados, sea cotejado con el de los uniformados en funciones en Miramar para la fecha en que Natalia fue asesinada. Un pedido simple y obvio. Que no se haya hecho de oficio el cotejo en el momento en que correspondía, no hace un mes ni doce, sino hace 20 años, demuestra que a veces la justicia se cubre con una venda para ocultar su ceguera.
"Miramar era un pueblo en el que, desde que llegamos en el '92, nunca se había organizado una marcha, un reclamo, ni siquiera salarial -recuerda Laura y arrastra el tiempo en cada palabra mientras dice-. Era un pueblo feudal oprimido por el intendente Marcelo Honores. Con decir que recién después de lo de Natalia, al año siguiente, por primera vez se hizo una marcha por el 24 de marzo."
Para poner en situación, porque con el tiempo los marcos y contextos se disgregan o se entremezclan caprichosamente, hay que recordar que a Natalia la secuestraron de la propia calle de los boliches miramarenses, a la vista de todos, la madrugada del sábado 4, que hasta ese momento era una madrugada indistinta del verano de 2001. Faltaban algo más de 10 meses para los crímenes de la represión policial del 19 y 20 de diciembre. Carlos Ruckauf ya había sido elegido gobernador con la campaña de mano dura policial y de meter bala a los delincuentes. El ex capanga de la Bonaerense Ramón Verón ya ocupaba el lugar de ministro de Seguridad luego de suceder a Aldo Rico.
En una definición de motivos, Nahuel, uno de los hermanos de Natalia, sostiene que "Natalia fue secuestrada, torturada, violada y asesinada por policías de Miramar. Por ser mujer, por ser adolescente, por la impunidad que tenían sus abusadores y femicidas por pertenecer a una fuerza de seguridad". Femicidas. Faltaban casi 12 años para la promulgación de la ley 26.791 que incorporó el femicidio al Código Penal. Femicidios había, lo que no había era ley. En ese contexto fue que Laura, Gustavo, y los hermanos de Naty fueron dando brazadas desesperadas para encontrar justicia. Veinte años después, todavía las siguen dando.
En ese marco, los ires y venires de la justicia les deben haber sido insoportables. Entre septiembre y octubre de 2002 se llevó a cabo el primer juicio ante el Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mar del Plata. Los jueces pudieron comprobar que Natalia "fue accedida carnalmente por vía vaginal, bucal y anal por varias personas", y sigue, "con el inequívoco propósito de procurar la impunidad de la agresión sexual, la víctima fue muerta por asfixia, estrangulada con un lazo confeccionado con el cordón de una de sus zapatillas", señala el fallo, incapaz esta vez de distanciarse del horror pese a la lejanía que suele imponer la textura jurídica.
Echenique, Anselmini y Suárez fueron condenados a reclusión perpetua con accesorias, como coautores de los delitos de "privación ilegítima de la libertad agravada, abuso sexual agravado y homicidio triplemente calificado por ensañamiento, alevosía y en concurso de dos o más personas". Gustavo “el Gallo” Fernández, buchón policial, fue condenado a 25 años por entregador. En el cuerpo de Natalia se encontraron cinco restos de ADN distintos. Tres correspondían a los policías condenados y que por obra de la impunidad todavía se desconocen a sí mismos como autores, por más que su ADN haya surgido de restos de semen y de vello púbico del cuerpo de la víctima. La impunidad tiene eso, no deja ver claramente. También ciega.
En octubre de 2006, Casación bonaerense redujo la pena de reclusión perpetua a prisión perpetua. La diferencia no es solo terminología técnica. El acceso a las salidas transitorias, condicional y fin de la condena son palpables para los detenidos. Al Gallo Fernández le redujo drásticamente la pena de 25 a 10 años. Laura y Gustavo apelaron.
Casi cuatro años después, en marzo de 2010, la Suprema Corte anuló el fallo de Casación al considerar que a los delitos cometidos les corresponde la pena más grave, restableció la reclusión, pero redujo considerablemente la condena del Gallo Fernández, de 25 a 10 años. No significó la calma.
En abril de 2012, dos años después de la confirmación, Gustavo inició una huelga de hambre frente a la Corte Suprema de la Nación. Reclamaba que se confirme el fallo de la corte provincial, debido a que los tres policías condenados apelaron la medida, lo que les permitía aducir que la anulación no estaba firme, y entender que seguía activa la decisión de Casación de pasar a prisión lo que era reclusión. Once años después del aberrante femicidio de Natalia, su padre hacía huelga de hambre, mientras los familiares de los condenados amenazaban y amedrentaban en las calles miramarenses a Laura, que se resistía en el lugar como su última trinchera.
"Yo estoy, porque mientras esté acá y me vean, van a ver a Natalia y se van a acordar de ella", dice Laura desde la misma casa donde llegaron en el '92, el mismo escenario, pero ahora ocupado por tanta ausencia.
Poco antes de finalizar abril de 2012, el 25, la Corte, con las firmas de Ricardo Lorenzetti, Elena Higton de Nolasco, Carlos Fayt, Enrique Petracchi y Carmen Argibay, rechazó por "inadmisible" el recurso de queja presentado por la abogada Patricia Perelló, defensora de los femicidas. Dos meses después, un juez de ejecución les otorgó salidas transitorias a los tres. Esa condición se mantuvo o fue rechazada en varias ocasiones hasta 2017, cuando Perelló pidió la revisión del juicio de 2002, alegando la presentación de pruebas nuevas. La audiencia se realizó el 16 de febrero de 2017 ante Casación bonaerense. Los familiares de Natalia debieron volver a pasar por la sangría que significó el juicio de 2002, pero ahora con pruebas y relatos que consideraban falsos y con los policías victimizados. Recién en octubre de ese año, Casación rechazó por improcedente el recurso de revisión de Perelló.
El ida y vuelta judicial siguió como marca de los días que siguieron. No hubo paz, no hubo reposo. En mayo de 2018 finalmente se llegó al juicio contra Panadero, el sargento que negaba su propia sombra. Panadero había sido sobreseído en el primer juicio, pero en 2013, luego de apelaciones, la Corte Suprema había revocado el sobreseimiento y ordenó el nuevo juicio. En dos meses de audiencias, los jueces del Tribunal Oral 4 marplatense Jorge Peralta, Fabián Riquert y Juan Manuel Sueyro consideraron que los testigos presentados por la acusación no terminaban de incriminar y el cotejo de ADN no tenía certeza. Daba 97 por ciento, que se traduce como una identificación más alta que "probable". Sin aceptar el ADN y sin creer a los testigos que lo vieron, lo absolvieron.
En noviembre de 2019, finalmente Casación anuló la absolución, al considerar “que los sentenciantes efectuaron una arbitraria selección, tanto al brindar credibilidad de unos testigos por sobre otros, como al omitir ponderar informes periciales, evidenciando una valoración sesgada del material probatorio que genera absurdo en la conclusión lograda”. Y ordenaron la formación de un nuevo tribunal. Es la medida que la familia aguarda y que intentarán consumar durante este año. Mientras, este lunes, Paruolo presentará ante la Suprema Corte el pedido de cotejo de ADN para identificar al quinto policía.
"A nosotros y a los jueces la perito nos dio un ejemplo. Los ADN son granitos mezclados en un balde con arena. Los ADN son la verdad. Lo que hay que hacer es sacar la arena. Lo que queda es la verdad", explica Laura.
El proceso es tan sencillo de entender como tan tortuoso para realizar. Es lo que vienen haciendo. Cada uno de la familia se estrecha en un abrazo imaginario con Natalia. Cada uno como puede. No hay recetas, cada uno se las arregla para resistir el doloroso desgarro de ese abrazo disuelto. Cada 4 de febrero de cada día, durante veinte años.
No es que veinte años sea nada.