Acodado en el estaño de un bar del cielo, el Polaco Goyeneche debe estar sonriendo y cantando sus mejores tangos. Su querido Platense ha vuelto a Primera. Veintidos años después de aquel descenso operado en la temporada 98/99, el viejo "Calamar" del barrio de Saavedra recupera un lugar de privilegio que siempre le perteneció y que en las dos últimas décadas vio de lejos por una combinación macabra: malos resultados deportivos, crisis económicas irresueltas, desorden institucional y el predominio de una barra brava que en algún momento, pareció apoderarse del club para expulsar a miles de hinchas y socios de buena voluntad que sólo querían ser eso: hinchas y socios de un club de fútbol.
Un par de datos alcanzan para comprender por qué Platense es un equipo de Primera y por qué los últimos años fueron un triste equívoco en una historia que empezó hace 115 años, el 25 de mayo de 1905: ascendió a la máxima categoría en 1913, fue uno de los 18 clubes que fundaron el profesionalismo en 1931 y registró su primer descenso a Primera B recien en 1955. O sea, que su primer ciclo en la A duró 42 años consecutivos. Luego estuvo otros 7 años (de 1965 a 1971) y tras un nuevo ascenso en 1976, permaneció en Primera 23 años más, hasta aquel descenso de 1999. Por lo que de sus 115 años de existencia, 72 los pasó en lo más alto del fútbol. En la tabla de todos los tiempos que abarca desde 1891 hasta 2020, Platense ocupa el 16º puesto con 2467 partidos en la máxima división. Casi toda una vida en juego.
Por eso dolieron tanto aquellos dos descensos a Primera B en 2002 y 2010. Nunca se había caído a una tercera categoría y los hinchas más añosos tuvieron que esforzarse para hacerles comprender a los más jovenes que ese mismo club que se paseaba por pequeñas canchas sin historia, se les plantaba de igual a igual a los más grandes. En 1969, Platense le ganó 4 a 0 a River en el Monumental y en 1997, hizo lo propio con Boca en la Bombonera. Y aunque nunca estuvo en la pelea de los títulos, siempre representó un dato emotivo y tuvo una inserción importante en la zona norte de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires.
En esas zonas, precisamente, tuvo sus dos estadios más célebres. Luego de haber jugado en 1907 en el barrio de Retiro y en 1911 en Blandengues (hoy Avenida del Libertador) y Manuela Pedraza, en 1917 inauguró su cancha en una célebre esquina futbolera: Manuela Pedraza y Crámer, donde se mantuvo 54 años hasta que fue desalojado en 1971. Peregrinó ocho años por diferentes escenarios hasta que en 1979, pudo inaugurar su actual estadio Ciudad de Vicente López en terrenos que había adquirido en 1953. Le llevó 26 años construirlo porque los sueños eran grandes, pero el dinero siempre era poco.
Durante su último ciclo en Primera, llegaron a consagrar a Platense como el "campeón de la agonía". Se salvaba del descenso en las últimas fechas de los torneos y su hinchada celebraba la permanencia en Primera como si fuera un campeonato. En 1977, se quedó tras haberle ganado por 8 a 7 a Lanús una extenuante serie de penales en el Viejo Gasómetro de San Lorenzo. En 1978, tenía que vencer a Banfield y a Chacarita en las dos últimas fechas para poder salvarse y lo hizo. En 1979, logró de punta a punta el llamado "cuadrangular de la muerte" acaso, el campeonato mas dramático de la historia del fútbol argentino (se quedó Platense y descendieron Chacarita, Gimnasia La Plata y Atlanta). Y en 1987, perdía 2 a 0 con River en el Monumental, pasó a ganar 3 a 2 en un partido raro y fue a un desempate con Temperley en el estadio de Huracán que terminó venciendo por 2 a 0.
Pero la soga que lo unía con su historia en Primera, se cortó en 1999. Y siempre faltó algo de suerte o de fútbol, cada vez que se intentó enlazarla. El sueño de volver alguna vez a estar donde estuvo y a ser lo que fue, mantuvo viva la pasión "calamar" y unidos a los hinchas más viejos con los más jovenes por encima de las contingencias del juego. Porque Platense es primero una referencia sentimental y recién después, un club de fútbol. Y esa identidad barrial y popular es la que ha vuelto a Primera. En medio de un deporte a veces demasiado invadido por la frialdad de los números, Platense le devuelve calor y color de pueblo a los giros imprevisibles de la pelota. Es una buena noticia en medio de tantos magos de los negocios que andan sueltos por ahí.