En La boda de Fanny Fonaroff se cuenta un momento de la historia argentina poco abordado por el teatro de los últimos años: el yrigoyenismo. Escrita y dirigida por Roxana Berco, la pieza sitúa a dos familias inmigrantes, una italiana y una rusa, en Entre Ríos en la Navidad de 1921, en tiempos en los que como contrapartida al avance democrático de la Ley Sáenz Peña aparecían organizaciones como la Liga Patriótica y se sucedían acontecimientos como el de los fusilamientos de obreros en Santa Cruz. Si bien el título remite a solo uno de los personajes, en la obra son varios y varias sus historias, entre las que se mezclan, a decir de la directora, “la vida pública, la privada, el amor, la locura y la muerte”.
“Quería buscar un momento de fuertes enfrentamientos de diversos sectores en el que mis propias simpatías fuesen puestas en jaque. Por eso elegimos a Hipólito Yrigoyen, que siendo un presidente progresista y popular generó una acción violenta del Estado contra sectores trabajadores”, cuenta Berco a PáginaI12, consciente de que su propuesta resalta por contraste entre tantas obras sobre el peronismo, la última dictadura cívico militar o las décadas recientes de neoliberalismo. “Vemos a ese accionar como producto de una contradicción que repitió en otras instancias de la historia argentina, en la que la defensa de las instituciones de la Nación encuentra en la represión salvaje la respuesta a los colapsos de los sectores más humildes”, sentencia.
Protagonizada por Leopoldo Davis, Maximiliano Frydman, Daniela Godoy, María Gracia Garat, Victoria Marroquin, Agustín Meneses, Julieta Raponi, Pablo Toporosi y Felix Volker, La boda... presenta un interesante concepto de puesta en escena, con escenografías cambiantes, rotura de la cuarta pared y un diseño de luces que acompaña a los cambios de climas propios de la época. Una puesta en escena necesaria, por otra parte, para guiar al propio relato narrado, que es fragmentario, sin un orden temporal definido y lineal, y en claro guiño a la conformación misma de la sociedad de principios de siglo.
–En la obra hay un equilibro perfecto entre las historias personales de cada personaje, como por ejemplo la vida sentimental de la joven Fanny Fonaroff, que da nombre a la pieza, y de las historias colectivas, sociales. ¿Buscó eso?
–Partimos del amor entre un descendiente de italianos anarquista y su vecina rusa y judía de 12 años, y luego creamos a sus dos familias linderas basándonos en relatos de nuestros ancestros, todos ellos inmigrantes. Fonaroff, nombre que figura en el título, es el apellido de mi abuela paterna, que vino con su familia de Odessa huyendo de los pogromos. Los nueve personajes de esta historia son aspirantes a formar partes de una comunidad que todavía no los asimila del todo. Cada uno tiene su zona de influencia sobre los otros, pero para que alcancen su potencia evité que alguno tuviese un poder hegemónico, que sea protagonista. Buscamos que prevaleciese lo coral, de un modo casi coreográfico, como un intento de poner el acento en lo común, en lo que es de todos.
–¿Cómo trabajó la cuestión de lo nativo versus lo extranjero, una discusión que hoy se resignifica por las políticas migratorias que tienden a la discriminación?
–En mi historia, el que podría considerarse nativo se siente tan desclasado y tiene tal anhelo de pertenencia a alguna instancia de poder, que no puede comprender la rebeldía de su amigo anarquista contra el sistema y se vuelve tradicionalista de una cultura que no le es propia pero de la que quiere apropiarse.
–La época es lejana y extraña para los espectadores de la obra. ¿Es por eso que decidió que los personajes rompan la cuarta pared?
–Sí. Eso y la fragmentación de las escenas dan una sensación de simultaneidad e intentan crear una atmósfera fronteriza a la vigilia. Por eso la acción no sucede en el sur, donde ocurrieron los hechos de la Patagonia Trágica mencionados por los personajes, sino en una mítica locura litoraleña donde los vientos afrodisíacos del norte azotan a los personajes tantos como los vientos de guerra del sur. Me pareció que era una manera de viajar en el tiempo.
* La boda de Fanny Fonaroff se puede ver los domingos a las 20.30 en Patio de Actores, Lerma 568.