Walter Alberto Brauton Steimbach es el nombre completo del padre violador de Franco Agustín Brauton, de 27 años, acusado en Marcos Paz de ser un depredador sexual que imita a su progenitor. Brauton padre fue condenado a 40 años de cárcel en 2009, por nueve casos ocurridos, en apenas tres meses, en 2005. En agosto de 2013 fue protagonista de una fuga escandalosa –durante una salida autorizada— que derivó en una sanción al guardia que lo custodiaba y que “se durmió”, más el relevo de la cúpula del penal donde se encontraba detenido.
Después de la fuga fue declarado un prófugo de “alta peligrosidad”, pero antes la Justicia le había concedido una visita a su madre enferma. En un escrito, “rogó” que le permitieran visitarla. Se dijo que el guardia encargado de custodiarlo durante la visita se durmió porque Brauton le puso “un sedante” en el agua del mate y en una empanada, lo que habla de la liviandad del control que se ejercía sobre el violador condenado.
Contador, casado con una docente, padre de dos hijos, Brauton Steimbach escapó ayudado por su amante, Graciela Rita Prono, utilizando el documento adulterado del marido de la mujer. Se fueron en avión a Salta y luego pasaron a Bolivia, donde los encontró Interpol cinco largos años después. Desde entonces, sigue cumpliendo su condena. Ahora en la cárcel de máxima seguridad de General Alvear.
El contador había sido condenado a 40 años de prisión, en 2009, por el Tribunal Oral 2 de Morón, por los delitos de “abuso sexual con acceso carnal agravado por el uso de arma -6 hechos-, abuso sexual con acceso carnal -un hecho-, abuso sexual agravado por el uso de arma en grado de tentativa -un hecho-, abuso sexual con acceso carnal agravado por el uso de arma en grado de tentativa -un hecho-, y rapto -9 hechos en total-, todos en concurso real entre sí”.
La fuga se produjo cuando el violador se encontraba preso en la Unidad Penal 39 de Ituzaingó. El escape fue el 7 de agosto de 2013. El guardia que lo custodiaba admitió que se quedó dormido, en la casa de la madre del evadido, en Morón, mientras tomaba unos matecitos. También lo habían convidado con una empanada.
El guardia sólo recibió una sanción, al igual que otro agente y tuvieron que renunciar tres autoridades del penal, por decisión del entonces ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal. El Ministerio ofreció una recompensa de 300 mil pesos al que aportara información cierta sobre el paradero del evadido. A Brauton, la salida le había sido concedida por el mismo tribunal que lo condenó.
Aunque vivía con su familia en Marcos Paz, los delitos fueron cometidos en la Zona Oeste del Gran Buenos Aires. El marido afectuoso, el padre ejemplar, era un violador serial. Trabajaba como contador en una importante agencia de venta de autos usados.
Su doble vida quedó al desnudo a partir de una investigación a cargo del fiscal de Morón Claudio Oviedo. Lo acusaron por agresión sexual contra nueve mujeres de entre 17 y 23 años, en Merlo, Ituzaingó, Moreno, Castelar y Loma Hermosa. Así se llegó a la condena a 40 años, en 2009, por hechos cometidos en 2005, en apenas tres meses entre el primero y el último.
Para escapar, primero a Salta y luego a Bolivia, Brauton cambió su apariencia con una peluca y un bigote. Luego pegó su foto, con su nuevo rostro, en el DNI del esposo de su amante. La pareja salió de Buenos Aires, hacia el norte del país, en un avión de línea.
Tiempo después cruzaron a Bolivia en forma clandestina. Volvió a cambiar de identidad con un documento falso a nombre de Roberto Aguirre de la Quintana, un ciudadano boliviano que había fallecido en un accidente. Con esa falsa identidad se estableció en Potosí, donde abrió un local de comidas y hasta se dieron el gusto de unas vacaciones primero en Brasil y luego en Dubai. Lo detuvieron en La Paz, donde intentaba vender el fondo de comercio, con intenciones de cambiar de rubro y de rumbo.
En el juicio se había demostrado que Brauton padre fue un depredador metódico, que siempre tenía el mismo modus operandi. Luego de cada violación, regresaba a Marcos Paz y era otra vez un esposo y padre “respetable”. A sus víctimas las subía a su auto a punta de pistola.
Su trabajo en la agencia, le permitía cambiar de auto cada vez. A sus víctimas las llevaba a un descampado y las abusaba dentro del vehículo. Las amenazaba para que no lo miraran a la cara, de manera que fue dificultosa la identificación en rueda de personas. Las víctimas dijeron que siempre tenía un rosario de madera dentro del auto.
En uno de los intentos de violación, fue neutralizado y la mujer arrojó piedras contra el auto, que fue identificado.
Así llegaron a la concesionaria en la que trabajaba. El vehículo tenía parte de la chapa dañada por las piedras que le había arrojado la mujer. De esa manera quedó al descubierto su faceta de violador serial. Hoy, su hijo Franco Agustín Brauton está acusado de usar casi el mismo modus operandi de su padre, porque lo acusan de subir a sus víctimas a un auto, con engaños o por la fuerza, pero sin utilizar un arma.