En Mujeres de la vida, dirigida por el belga Frédéric Fonteyne y la francesa Anne Paulicevich, tres mujeres de diferentes edades, condición económica y profesiones cruzan regularmente la frontera que separa Francia de Bélgica para prostituirse en un burdel legal, lejos de las miradas de familiares y amigos cercanos. Esa doble vida permanente es esencial al guion escrito por Paulicevich, quien con esta película debuta en la dirección acompañando al experimentado Fonteyne, director de títulos como Max y Bobo, Una relación particular y La mujer de Gilles.
Interpretadas por Sara Forestier, Noémie Lvovsky y Annabelle Lengronne (las dos primeras muy reconocidas por su trayectoria en el cine galo), Axelle, Dominique y Conso encarnan personajes de ficción basados fielmente en mujeres reales, en las cuales los realizadores pudieron apoyarse para crear la trama. Filles de joie es el largometraje elegido por Bélgica para representar al país en los próximos premios Oscar y, como parte de My French Film Festival, puede verse de manera gratuita y hasta el 15 de febrero en el sitio web https://www.myfrenchfilmfestival.com, además de estar disponible, exclusivamente para suscriptores, en plataformas como Amazon Prime Video y Qubit.
“Yo no soy guionista, nunca he escrito un guion. Me gusta dirigir y me gusta que alguien que tenga cosas para decir escriba una historia”, afirma Frédéric Fonteyne en comunicación exclusiva con Página/12, en una video-entrevista compartida con su colega Paulicevich. “En este caso en particular, debo decir que todo fue una idea de Anne y que, incluso si en un primer momento no era mi propósito dirigir Mujeres de la vida, eso fue cambiando y terminé proponiéndole exactamente eso. Por suerte dijo que sí”.
El cineasta visitó la Argentina en dos ocasiones, la primera en 2001 para presentar Une liaison pornographique (estrenada aquí con el pacato título Una relación particular) y la segunda tres años después, cuando su film La mujer de Gilles fue exhibida en el Festival de Mar del Plata. La relación profesional de Fonteyne y Paulicevich comenzó hace quince años. Según recuerda la actriz, guionista y ahora realizadora, “en esa época todavía actuaba en el teatro y hacía danza y quería probar el territorio del cine". "Fui a un workshop que dirigía Frédéric y fue entonces cuando nos conocimos. En ese taller nos hizo proponer una historia para una posible película y así fue como comencé a trabajar como guionista, por decirlo de alguna manera”. Años después llegaría Tango libre (2012), dirigida por Fonteyne y escrita por Paulicevich, quien además interpreta un rol secundario.
En la pantalla, Axelle, separada y madre de tres hijos pequeños, logra parar la olla gracias a su trabajo secreto, al tiempo que intenta escapar del acoso de su ex, dispuesto a volver junto a ella a toda costa, incluso si es necesaria alguna dosis de amenaza y violencia. Su colega Conso es la más relajada del trío, a pesar de que haberse enamorado de uno de sus clientes no parece ser la mejor idea. Dominique, la más experimentada y veterana, cuya primer oficio es la enfermería, hace las veces de protectora de las jóvenes, aunque los conflictos en su hogar –en particular con una hija adolescente en plena etapa de rebeldía– determinan una vida cotidiana poco sencilla.
“Tango libre fue mi segundo guion, coescrito junto a Philippe Blasband –colaborador de Frédéric de toda la vida– y hay otro previo que nunca se filmó”, detalla Paulicevich. “La idea de Mujeres de la vida surgió en parte luego de una pelea con alguien con quien estuve y trabajé mucho tiempo; un hombre, alguien que se puso muy violento. Una relación mala, tóxica. Y cuando eso se terminó fue tan duro que decidí que nadie me trataría de esa manera nunca más. La decisión de no someterme. Al mismo tiempo, hacía rato que quería hablar sobre las mujeres, su heroísmo. El elemento final fue la lectura de un artículo periodístico acerca de la doble vida de unas mujeres que se prostituían, lo cual me decidió a escribir sobre la violencia machista, pero también la sororidad y el heroísmo secreto. Recuerdo que estábamos viajando con Frédéric en un subte, en París, y allí le conté por primera vez sobre la idea”.
Frédéric Fonteyne: -Ese artículo era sobre las mujeres que cruzan la frontera para prostituirse. De Francia a España, de Francia a Bélgica, de Francia a Luxemburgo o a Suiza. En Francia no hay burdeles; esa es la cuestión: no están permitidos. En Bélgica sí hay prostíbulos, muchos cerca de la frontera, y hay una gran cantidad de mujeres que llevan allí una vida secreta. Hay que aclarar que la idea de Anne fue previa a la aparición del movimiento #MeToo. No era un tema del cual se hablaba tanto, pero pensábamos que era importante.
Anne Paulicevich: -Otra cuestión, muy personal, fue el hecho de que estaba embarazada, y al enterarme de que iba a ser madre de una niña comencé a pensar en estas cuestiones. Suelo decirle a Vera, mi hija, que escribí esta película para ella. Y aunque aún no puede verla porque es muy pequeña, le mostré algunas partes. Ella me dice que hice la película para decirles a las mujeres que deben luchar por su dignidad.
-Hay muchas películas sobre la prostitución, pero no tantas donde se haga hincapié en mujeres que llevan una doble vida. Se podría pensar en Belle de Jour, en Jeanne Dielman, de Chantal Akerman, o en algún film de Mizoguchi.
A.P.: -Akerman debe ser la única mujer que escribió y dirigió una película donde alguien lleva una doble vida como prostituta. Pero la idea original no fue hablar de la prostitución como tema, sino sobre las mujeres. Mujeres que deben mantener una familia y luchar al mismo tiempo por su dignidad. Mujeres que trabajan en burdeles.
F.F.: -No es una película sobre lo que ocurre con los clientes, por ejemplo. En gran medida, las escenas en el burdel ocurren en esa pequeña sala de espera que es sólo para ellas, donde están juntas y es realmente un lugar donde nadie va excepto ellas. En las películas de Mizoguchi también suele verse eso. Nuestra película es también una manera de acceder a ese espacio. A ese lugar de verdad. Allí son ellas mismas, no tienen nada que esconder. Anne investigó mucho el tema y se encontró con muchas de esas mujeres, y la única vez que fui a ese lugar fue una gran inspiración energética para el film.
A.P.: -Sólo dos veces vi a un hombre en ese ámbito y ya no era lo mismo, la energía era otra. Por supuesto, ambos eran proxenetas. Creo que hay algo específico en esta película y es que intenta sacarse de encima los clichés sobre la prostitución, esos lugares comunes que forman parte de nuestra cultura. Las mujeres nos dieron tantos detalles… El solo hecho de estar allí era algo rico. La interacción con ellas fue muy importante para el proceso creativo, no sólo para Frédéric y para mí sino también para las actrices que interpretaron los papeles centrales.
-¿Cómo fue la elección de las actrices? ¿Pensaron en algún momento en hacer un casting de no profesionales de la actuación?
F.F.: -Creo que la particularidad de los personajes –como así también de las personas reales que influyeron en su creación– es que son mujeres que ocultan lo que hacen. No creo que hubiera sido posible trabajar con no profesionales haciendo de sí mismas, por la sencilla razón de que no hubieran deseado hacer pública esa doble vida. Además, quería tener actrices conocidas que pudieran dar a conocer esas voces anónimas. Mujeres de la vida es una película que tiene mucho de “documental”, en el sentido de que parte de una investigación real previa, pero la ficción en pantalla requería de profesionales de la actuación. Y tenían que ser actrices que pudieran transmitir ideas que significaran algo para ellas, no sólo como actrices sino como mujeres. La ficción puede decir muchas cosas sobre la realidad y me gusta esa mezcla de diferentes modos de hacer cine. No es un documental, es una ficción con una realidad fuerte detrás.
A.P.: -Al visitar los burdeles me di cuenta de que era importante darles una voz a esas mujeres y el escudo de la ficción permite hacerlo sin que sus vidas reales sean reveladas. Era claro que necesitábamos actrices para interpretar los papeles.
-¿Cuándo y cómo decidieron que los dos debían compartir el rol de realizadores? ¿Cómo fue la división del trabajo detrás de cámaras?
F.F.: -Al comienzo, antes del rodaje, Anne era la guionista y yo el director, pero ella comenzó a hacer trabajo de dirección artística y ya a la mitad del rodaje era obvio que debíamos firmar el film en conjunto. Hoy diría que, tal vez, es más una película de Anne que mía. Pero trabajamos juntos durante todas las etapas del film: la preparación, el rodaje, el montaje, la mezcla de sonido. En definitiva, ambos somos los autores y la película es el resultado de una visión en conjunto.
A.P.: -Esa conexión entre realidad y ficción fue muy fuerte, y trabajé muy de cerca con las actrices, como vínculo entre ellas y las mujeres reales.
-La película comienza con una escena que parece tomada de un policial: es de noche y las protagonistas entierran el cadáver de un hombre bajo la lluvia, en lo que parece un descampado. ¿Por qué decidieron que esa escena fuera la primera de Mujeres de la vida, a pesar de que no comparte el tono de lo que sigue a continuación?
A.P.: -Discutimos mucho sobre ese tema, sobre si era conveniente comenzar la película de esa manera o no. No estábamos seguros de necesitar ese comienzo. Pero nos gustaba la idea de que la primera escena tuviera algo de suspenso, ingresar a la historia sin saber quiénes son esas mujeres y quién es el hombre al que están enterrando. Al mismo tiempo, debo decir que estamos cansados de ver películas y series en las cuales es una mujer la que muere al inicio del film o en el primer episodio de una serie. Las cosas más horribles les ocurren a esos personajes y cuanto más horrible es se supone que mejor es la historia. Es una manera de negar la violencia real. Así que, para variar, decidimos matar a un hombre al comienzo, como una especie de inversión del cliché.