Ni bien terminó la primera semana de enero, el histórico productor Carlos Rottemberg difundió desde Mar del Plata un texto de su autoría que decía que esta temporada teatral bajaría en cantidad de espectadores un 94 por ciento respecto al mismo período del verano anterior, es decir, que sólo un 6 por ciento de público estaba concurriendo al teatro en la Costa Atlántica tomando como parámetro el 2020. El mes acaba de terminar y en diálogo con Página/12 el empresario confirma que esa tendencia es “irreversible” y que “la temporada terminó antes de empezar”. “Desde el punto de vista teatral es la no temporada”, sentencia a modo de balance quien desde un principio declaró que no habría ganancias y que abrir los teatros tendría sólo un “valor simbólico” tras casi un año de parate total de la actividad.
A diferencia de Córdoba, donde está permitido hacer espectáculos con una ocupación del 50 por ciento del aforo, el 30 por ciento permitido en la ciudad balnearia -y en toda la provincia de Buenos Aires- generó que por primera vez la histórica plaza líder del verano se ubique tercera respecto a Villa Carlos Paz (que debuta en la cabecera) y a Capital Federal, que está mostrando mejores números de los previstos según la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET). La mayoría de las salas marplatenses están cerradas -las públicas también- y aquellas que pudieron abrir tienen pocos espectáculos y de menor magnitud. El precio de las entradas, en tanto, se mantuvo igual respecto de 2020, lo que hizo quedar la recaudación bastante atrás teniendo en cuenta la inflación.
“Si yo estoy en Mar del Plata es porque quiero acompañar y darle valor simbólico a esto de empezar a girar la rueda. Pero acá temporada no hay. Por lo del 30 por ciento del aforo muchas compañías no vinieron, así que no se pudo armar”, cuenta Rottemberg, quien en su 43avo año ininterrumpido de temporadas en la ciudad está casi en soledad y con sólo uno de sus seis teatros en marcha, porque en principio había abierto dos pero una de las obras ya tuvo que bajar. A modo de ejemplo gráfico: este enero la emblemática Brujas cumplió 30 años de su estreno en Mar del Plata y si bien la lógica comercial hubiera indicado hacerla ahí, el productor tuvo que programarla en Buenos Aires porque allí iba a tener mejor suerte.
Ante la pregunta de si ya piensa en la temporada próxima -ya que siempre termina el verano con el anuncio de por lo menos dos espectáculos confirmados para el año siguiente-, Rottemberg sostiene que no, y que cree que va a haber un atraso en el armado. “El año pasado en enero ya había cerrado a Dayub para este año (N. de la R: está haciendo El equelibrista en el teatro Mar del Plata). Ahora no pude armar nada. Calculo que esas conversaciones las vamos a tener recién en junio”, arriesga.
Aunque afectado en un nivel distinto al del circuito comercial, el independiente u off marplatense también vive desde luego una temporada a todas luces atípica e imposible de comparar con las anteriores. Para ponerlo el números, de los 15 espacios independientes que integran la Red de Salas Teatrales de Mar del Plata, sólo seis pudieron abrir sus puertas y están ofreciendo espectáculos para entre 15 y 30 espectadores aproximadamente. Lo mismo ocurre en proporción con aquellas que no integran esa organización, muchas de las cuales por las limitaciones del protocolo sanitario también entendieron que no tenía sentido o directamente era imposible abrir.
En palabras de Viviana Ruiz, integrante de la Red y referenta del mítico teatro El Séptimo Fuego, “quienes pudimos abrir estamos funcionando con un esquema acotado, ya no como antes con dos espectáculos por noche sino con uno solo y pequeño, unipersonal o con dos personas”. Según cuenta la teatrista, de todos modos, gracias al sostenido trabajo colectivo que impulsa la Red lograron que aquellos espectáculos más grandes pudieran ser programados en la Plaza Peralta Ramos, donde por las noches hay teatro, danza, títeres, murga y otros eventos culturales de mayor despliegue. También consiguieron el apoyo del Complejo Auditorium, que depende de la provincia, y que destinó un espacio para hacer un ciclo con aquellas obras que no pudieran ser exhibidas en los espacios alternativos. Desde El Séptimo…, por ejemplo, pudieron mudar ahí La Mueca, de Eduardo Tato Pavlovsky, en la que Marcos Moyano dirige a siete actrices y actores.
Distinto a lo que ocurrió con el circuito comercial, donde los pronósticos de Rottemberg de los primeros días de año se mantuvieron y mantendrán, en el off la primera semana fue más tímida de público y luego comenzó a remontar. “Al principio no llegamos a cubrir las 30 butacas que tenemos disponibles y estábamos en la mitad. De a poco el público fue viendo el cuidado que tenemos y que cumplimos con el protocolo y se fue animando más. Hoy estamos con el aforo reducido completo”, cuenta Ruiz, para quien “participar de un espectáculo supone mayor seguridad que ir a la playa o subirse a un transporte público”.
De todos modos, por supuesto que esas localidades no llegan a cubrir la pérdida que han acumulado las salas tras un año sin actividad, a los que les teatristas definen como “desgarrador”. Con entradas que aumentaron solamente 100 pesos respecto a 2020 (están, en promedio, 350), la temporada “no es en absoluto rentable” sino que, en palabras de la directora, “tiene el rol simbólico de volver a la presencialidad”. “Pese a todo estamos contentos porque el público respondió. No sucedió aquello que se vaticinaba de la que gente no iba a querer ir al teatro. No sabemos cómo será febrero porque esto es día a día y con la incertidumbre lógica de cómo se van a dar los casos. Pero es de a muy poquito ir poniendo de pie la actividad”, resume.