Sale a la luz por El Colegio de México la edición facsimilar de la que se considera la primera novela de vanguardia de todo el continente, publicada en 1922 y así se conmemora, por adelantado, el centenario de su aparición: La Señorita Etcétera, del “guatemalteco de México” Arqueles Vela quien junto a Maples Arce fueron los dos primeros en iniciar el movimiento estridentista. Es mucho lo que habrá de encontrar el lector de hoy en el facsímil de este texto tan extraño como cautivante, tan insólito como natural. Sin lugar a dudas, se debe al refinado e inteligente trabajo de edición crítica de Rose Corral quien pone en marcha y concreta un proyecto de publicación que contiene un halo vanguardista: devolver la dimensión de artefacto de la nouvelle que conjuga la renovación del lenguaje con la tipografía, la ilustración y lo iconográfico.

Un momento aurático. Eso experimentamos cuando estamos frente al mismo formato de 1922 –de 11 x 10,5 cm– un tamaño pequeño, manuable, atractivamente ideal para poner la nouvelle en el bolsillo y leerla en el tranvía, como quería Girondo y que mantiene una fascinación que no decepciona al lector actual, sin perder el frescor inusitado de su prosa ni el raro impacto de sus imágenes cinematográficas y fragmentarias. La escritura caligramática que incorpora al texto pareciera suplir el mundo del afuera y crear uno nuevo, aun cuando no pierda de vista el mundo referencial. El montaje lleva a cabo una representación a-mimética que no obtura el reconocimiento de una ciudad moderna y porosa a la revolución. Este es el otro acierto de Corral: preservar la materialidad de la edición con las ilustraciones minimalistas y sugestivas de Castillo, el expresivo retrato-portada de Gálvez y los avisos comerciales del diario. Se trata de una experiencia estética a la segunda potencia: revivir la fruición por el objeto-libro tal como el que circuló en 1922 al tiempo de re-encontrarnos, finalmente, con algunos textos críticos que ediciones posteriores de 1922 excluyeron y, ahora, también, se agregan ensayos reflexivos y anticipatorios de la teoría acerca del arte contemporáneo del mismo Arqueles Vela. Y se incorpora una entrevista memorable, como cierre del volumen, que Roberto Bolaño le hiciera al autor en 1976, un año antes de su muerte, y de la que se desprende una mirada madura de quien está viendo en perspectiva toda su trayectoria como escritor. En ese reportaje el autor de La Señorita Etcétera declara acerca de los estridentistas de entonces en tiempo presente: “somos los que dimos un sentido estético a la Revolución Mexicana”. Es esa vía del arte la que abre Arqueles Vela en tensión con la revolución y los procesos modernizadores en el México de los Veinte como paralelamente lo practica el muralismo mexicano. Todo esto repercute en esta prosa de ficción que, mediante el corte abrupto y disruptivo, desajusta la linealidad de la novela tradicional y shockea al lector, lo descoloca y abre las compuertas de la experimentación del lenguaje en la novela. Vela es el artífice de neologismos que parecen no tener fecha de caducidad.

La nouvelle aparece como la entrega de la novela semanal de El Universal Ilustrado, de forma gratuita, pero expone abiertamente sin tapujos su carácter iconoclasta, su colosal desparpajo idiomático, cuya voracidad rupturista no sólo es registrada en la fuga de las coordenadas de espacio y tiempo sino también en la de la categoría misma de personaje, tal como se deduce de la sustracción del nombre propio de una mujer, una Señorita, que se construye como una subjetividad etérea, como si su existencia de ficción se desvaneciese justamente en el preciso instante en el que el narrador está a punto de capturarla. Presa siempre de la imposibilidad de que el lenguaje la cristalice y la convierta en efigie, esta figura femenina cae en el relato como una paracaidista –y en esta flotación aérea anticipa al Altazor de Huidobro– y se escabulle una y otra vez en el subte, en el tranvía, en el hotel, en la calle, en toda la topografía que caracteriza a la vanguardia. Una mujer inatrapable, un feminismo del desliz observado desde la ironía; y, sobre todo, una figura de mujer revolucionaria y sindicalista pero que hace del paracaidismo una forma insinuante de la ingravidez que, como metáfora de lo estético, hará historia en la narrativa latinoamericana posterior.

Otro aspecto no menos crucial es la energía estética que nace del periodismo, ya que las hipótesis bastante convincentes y minuciosamente estudiadas por Rose Corral, sostienen que la nouvelle es la transformación de un reportaje que Vela le realiza cuando llega a la ciudad de México a la feminista y activista española Belén de Sárraga quien fuera encarcelada en 1904 por un furibundo escrache que le hiciera en el hotel donde se hospedaba al General García de Polavieja, quien había mandado fusilar al escritor y héroe de la independencia de Filipinas José Rizal. Esta edición nos hace repensar el potencial estético que genera la relación entre periodismo y literatura en la tradición latinoamericana, una dupla que entra en erupción y suscita una escritura transformadora en términos de ficción e imaginario social. De este modo le abre camino a su otra novela de 1926 El café de nadie pero también a otras no menos importantes en la vanguardia del continente como Novela como nube de Gilberto Owen y La casa de cartón de Martín Adán, ambas de 1928.

La figura elegante y decorosa de Arqueles Vela ha sido procesada por la mirada escrutadoramente exquisita de Roberto Bolaño y basta su descripción en el comienzo de su entrevista para tenerlo de cuerpo entero. “Bandido adolescente de la zona de Tehuantepec, muchacho de ojos azules que dormía en las redacciones de los periódicos, bailarín y contador de chistes en cabarets españoles, cómplice de Miguel Ángel Asturias en aventuras que no narramos por pudor, que a los 16 años miraba carrancistas a caballo y recitaba la traducción de Gómez de la Serna de los Cantos de Maldoror”. El periodismo de un lado y, del otro, la experiencia humana en el límite de la política y la transgresión estética pergeñan el perfil de un autor cuya vanguardia todavía espera a los lectores para ofrecerles el vigoroso futuro de sus relatos.