Con los anteojos en una mano, y con la otra levantada a lo Perón, Juan Schiaretti concluyó encendido su discurso del 1 de febrero en la apertura de las sesiones de Legislatura: “¡Córdoba no para ni por la pandemia ni por las crisis que se le pongan adelante. Córdoba no para, Córdoba no para, Córdoba no para y va a seguir su camino hacia el progreso con la Justicia Social”.
En un mensaje de poco menos de media hora de intenso tono cordobesista, el gobernador salió dispuesto, como el año pasado, a dejar en claro quién manda aquí. Envió señales de su “modelo de gestión cordobés” y de “una idea de provincia innegociable”, al gobierno nacional con el que dijo mantener una “relación institucional correcta”.
De traje oscuro, camisa blanca y corbata celeste con rayas azules, el gobernador del 57 por ciento de los votos reapareció con mejor aspecto que antes de la pandemia, e “incluso con más flequillo”, según coincidieron –y bromearon- algunos conductores radiales locales. Flanqueado a la distancia por su esposa Alejandra Vigo, la diputada nacional pareció sostenerlo con su mirada en cada párrafo. Sólo dos invitados especiales compartieron el atrio junto al gobernador y su vice: Ignacio María Vélez Funes de la Justicia Federal con sus inconfundibles ojos saltones coronando su barbijo; y Domingo Sesín, presidente del Tribunal Superior de Justicia provincial.
Schiaretti lamentó los muertos por la pandemia mundial y evaluó que aunque “hay una nueva realidad por la pandemia, repito que la pandemia no puede ser la única realidad”. Ponderó el aumento de la cantidad de camas para la atención de enfermos de covid 19, y prometió “vacunar al 70 por ciento de la población” de la provincia. Sin mencionar los planes o envíos nacionales previstos y hasta despegándose, dijo con tono de primicia: “nosotros vamos a comprar la vacuna cuando entren a vender los laboratorios (…) vamos a avanzar para domar esta nueva realidad sin caer en el default”. El mandatario le envió un guiño a sus amigos del macrismo mencionando “la crisis que afecta a nuestro país desde 2018 y que se profundizó con el covid 19”.
El tres veces gobernador, socio político y sucesor de José Manuel de la Sota, fue seguido desde su banca por la legisladora provincial Natalia de la Sota, a metros de Francisco Fortuna.
Schiaretti enumeró la cantidad de obras (en su mayoría viales) realizadas; y deslindó en “la tremenda sequía, la falta de lluvias” de este año a los incendios que devastaron la provincia. No sólo eso: atribuyó el fuego “a la acción criminal de quienes lo encendieron”, sin dar explicación de semejante desastre ecológico, ni de los que ahora mismo se están sucediendo a causa de ese ecocidio ambiental. Al fuego y el suelo en cenizas, se le sumaron ahora las inundaciones y las crecidas pavorosas que ponen en peligro a pobladores serranos y a turistas. Tampoco habló de la protección por parte del Estado de las tierras quemadas, ni de las denuncias de ciudadanos que alertaron sobre el intento de venta de terrenos que fueron incendiados.
Schiaretti nada dijo de las crecientes que atraviesan pueblos enteros y arrasan en localidades serranas que antes eran seguras. Ni de las inundaciones de los barrios capitalinos que tienen la desdicha de estar cerca de las flamantes, modernas y elogiadas circunvalaciones y autovías que desaguan directamente en las calles y casas de los vecinos. Como ocurrió hace poco en Barrio Los Robles y el Tropezón, a la vera del flamante nudo vial que lleva a Carlos Paz, La Calera y otros tantos asentamientos serranos y citadinos.
Mencionó como un logro la renegociación de la deuda externa cordobesa; insistió con la reapertura “paulatina” de las clases presenciales con la anuencia de los gremios y los especialistas del COE. Y pateó la pelota a la “responsabilidad de cuidarnos que tiene de cada ciudadano”, "a esta altura de la convivencia con la pandemia”.
Soy cordobés
Para Schiaretti el 2020 parece estar hecho de logros. No admitió yerro ni deficiencia alguna; se jactó de que “a pesar de la crisis Córdoba no para”. De ahí al autobombo sin rubores: “fuimos de las provincias que transitaron la primera ola de la pandemia con mayor cantidad de actividades habilitadas y con menos caída de la producción”. De los contagios y los contagiados, ni mú.
Con la pared de fondo tapizada en banderas argentinas, Schiaretti iba tomando envión para lo que, resultó evidente, fue el misil definitorio de su discurso: “Córdoba siempre está dispuesta a avanzar sobre las dificultades. Esa no es la decisión de un gobierno. Está en nuestro ADN. En nuestra idiosincrasia. Por eso somos Córdoba. Por esa decisión que tenemos”.
Y siguió: “tenemos además una idea de provincia que es innegociable. Somos una provincia productiva por naturaleza. Preocupada por la educación y respetuosa de los derechos humanos y de género. Y no nos complacemos fácilmente. (Córdoba) tiene respeto por las instituciones (…) trabajamos en conjunto con todos los municipios y comunas, sin importar que piense cada uno. Lo mismo con el gobierno nacional, con el que tenemos una relación institucional correcta porque entendemos que siempre hay que trabajar juntos entre los que fuimos elegidos por el pueblo para garantizar la gobernabilidad a cada estamento del Estado”.
“Acá hay un modelo cordobés de gestión que interpreta ese mandato y que fue ratificado a lo largo del tiempo desde hace muchos años cada vez que se puso en juego una elección provincial. Fue ratificado en las urnas por el pueblo de Córdoba. Es nuestro modelo de gestión cordobesa”, finalizó. De ahí fue al “Córdoba no para” repetido tres veces, a lo jingle publicitario y con su mano imitando a la de Perón.