Hace casi un año Gabriela Cerruti estaba en su casa grabando videos sobre ambientalismo. Cuando finalizó el día de rodaje, decidió darle rienda suelta a un pensamiento recurrente: “Vamos a hacer uno más que tengo una idea”, le dijo a su equipo. Fueron al cuarto de su hija, se paró frente al espejo y lo hizo. Sin espaciar una palabra de otra, en 2 minutos y 26 segundos encapsuló una máxima que sacudió el avispero de su generación, la que nació en los 60´: “La cantidad de años de vida se extendió, entonces la vejez de pronto está pasando a ser la etapa más larga de la vida. ¿Alguien está pensando en cómo van a ser esas vejeces?”.
El video lo grabó tres veces más porque no le gustaba cómo su brazo se atravesaba en el cuadro. Sin embargo, el que quedó fue el primero, era fresco como las orquídeas que pasa horas cuidando en el jardín de su casa. Sus redes sociales se desbordaron, en su monólogo frente al espejo delineó una serie de observaciones sobre el tiempo que interpelaron a tantas que, días después, también desbordaron un bar de la Ciudad de Buenos Aires donde se juntaron para transformar esa chispa del video en un proyecto colectivo llamado La Revolución de las Viejas.
El encuentro no fue sólo en el bar, se encontraron también en el rechazo a la abuelidad como mandato, en el derecho al goce como primordial y en el elegir libremente cómo, dónde y con quién pasar la última y extensa etapa de la vida. En el flamear de su bandera plateada –elección nada inocente del color- formaron una columna el 8 de marzo del 2020, cantaron, marcharon y transpiraron la hermosa sensación del todo por hacer.
Llegó la pandemia y señaló a muchas de ellas como “grupo de riesgo”, hubo un repliegue pero la llama ya estaba encendida. Se acomodaron a la virtualidad y en octubre hicieron el Primer Encuentro Nacional de la Revolución de las Viejas, el mismo mes en el que se realiza desde hace 35 años el Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Las viejas respiraron grandes bocanadas de ese aire feminista de las últimas décadas y construyeron una revolución a la que todavía le queda mucho por delante.
En diciembre, Cerruti publicó el libro La revolución de las Viejas, bienestar, sexo y poder después de los 60 (Planeta), un espejo más para reflejar esta experiencia política en donde la longevidad es profundamente anticapitalista, la edad un artificio y la comunidad un horizonte para inventar otras vejeces posibles.
¿Cuáles son las estrategias que están pensando para inventar estas otras vejeces?
Se trata de cambios culturales y cambios en el sentido común colectivo que tienen que atravesar diferentes etapas. El feminismo es el último gran cambio cultural de la época y se nutrió de todo, si vos querés un cambio cultural, y no tenés todo más o menos enlazado, no lo lográs. Nosotras estamos realmente poniendo en marcha una revolución, nos nombramos viejas como cuando el puto se llamó puto corriéndose del lugar del insulto. Tenemos mucho tiempo por delante y hay que ir a cosas muy concretas
¿Cuáles son esas cosas concretas?
Los geriátricos, por ejemplo. Tenemos que buscar alternativas para la vejez que no sean geriátricos. La idea de geriátrico como asilo, como un lugar en donde -aún en el mejor de los casos- no tenés la llave de la puerta de afuera. Pensamos entonces que puede haber casas compartidas albergadas en comunidades. Los dispositivos que hay disponibles para las vejeces que son los geriátricos y los centros de jubilados no nos representan. Lo de jubilados no va más, hay vejeces que no se jubilaron porque nunca estuvieron dentro del sistema o porque no tienen ganas.
¿Cómo es el plan?
En Neuquén por ejemplo hay compañeras lesbianas que están pensando los lesbiátricos y que es maravilloso, con esta idea de vida en comunidad y acompañamiento mutuo. Pensar por ejemplo un Procrear de construcción de viviendas comunitarias para vejeces. A las viejas lo único que se les da es el botón antipánico como si solo tuvieran miedo a ser asaltadas.
Es, por ejemplo, pensar las viviendas colaborativas de manera sustentable, un lugar en donde se pueda producir lo que se consume. Si vos le decís a la sociedad que tiene que consumir y basas tu modelo económico y productivo en consumir mucho eso tiene un techo, primero porque se convierte a todo el mundo en cliente en vez de ciudadanos. Y después porque lo que generás permanentemente es frustración y esa necesidad de que todo sea nuevo .
Necesitamos pensar esta etapa de la vida desde muchos aspectos, otro dispositivo fundamental es la Educación Sexual Integral en la vejez. Seguimos cogiendo, entonces tenemos que saber cómo disfrutar más y cómo cuidarnos
Hay muy pocos relatos del goce y la sexualidad en la vejez.
Sí, es esa idea de que dejás de menstruar y ya no podés coger más. Ponele que te secas y ¿cuál es el problema? Comprás un lubricante o te ponés un óvulo, hasta puede ser parte de un juego. Si te dan ganas, podés tener una sexualidad maravillosa. Ni hablar de las masturbaciones en las minas que es algo de lo que se habla muy poco. Yo te voy a decir una cosa que es medio polémica: una vez la escuché a Julieta Ortega diciendo que el sexo está sobrevalorado y me quedó. Porque la verdad es que esta idea de que el mayor momento de placer que tenés que buscar es no sólo el sexo, sino que es el sexo brutal, con penetración, saltando en la cama y gritando, es un estereotipo muy armado.
Lo que está sobrevalorado es el sexo heterosexual con penetración, exitista por llegar al orgasmo sí o sí. No se piensa el erotismo de manera más amplia.
No se piensa. Y no tiene que ver sólo con la edad, tiene que ver con la desconstrucción que hay que seguir haciendo. Las relaciones pueden ser de muchas maneras, esa idea de que vos te encontrabas con alguien y que estabas pensando desde el aperitivo si ibas a terminar cogiendo o no, y si terminabas cogiendo si eso significaba algo. Todo el sentido de propiedad que daba la sexualidad sobre el otro. Yo antes siempre hacía ese chiste de que en la primera noche “los hombres fingían el amor y las mujeres el orgasmo” porque ese era el pacto. Toda esa construcción de poner la sexualidad en un lugar importante, de alguna manera se vuelve parte de la complicación en las relaciones.
En el libro decís “vivir con más libertad y con menos intensidad” ¿A qué te referís?
Me refiero a desarticular esa idea de que todo tiene que ser intenso y pasional. Te encontrás con tus amigas y te dicen “hace dos meses que no coges, ¿y cómo sobrevivís?” Bueno algunas hace un año que no cogemos, chicas. ¿Cuál es el problema? El famoso ¿Con quién estás? ¿No estás con nadie? Vamos a ser libres del todo, el día en el que no le preguntemos a nuestras amigas con quién estás o cuanto hace que no cojés.
En “La Revolución de las viejas” hay un análisis del tiempo desde muchas perspectivas, una de ellas es la lentitud -más característica de las vejeces- frente a la aceleración permanente como corazón de este sistema ¿Cómo te imaginas ese elogio a la lentitud?
Lo bueno de la Revolución de las Viejas es que está sucediendo al mismo tiempo que la pandemia. Nos dimos cuenta de que vivíamos en un mundo en el que si parábamos colapsaba. Vos tenés un sistema económico que no puede parar un día porque se derrumba. Lo que está mal es el sistema económico. Las viejas venimos a plantear una nueva cosmovisión y no es menor, por eso hago el recorrido en el tiempo de nuestra generación, que seamos las mismas que en diferentes momentos de la historia nos planteamos un montón de cosas.
¿Qué cosas?
Yo nací en los 60´, nuestras madres tenían ese deseo de la vida comunitaria y menos consumista. Dictadura de por medio, vinieron los 90 y retrocedimos un montón. Esas mismas minas en los 90 se convirtieron en las que entraban en los consultorios de cirugía estética, se empezó a comercializar la pelea contra la vejez, una pelea contra lo más inevitable en la vida que es el paso del tiempo.
Cuando pensás el presente como un momento bisagra a raíz de la pandemia, decís que la sabiduría de las viejas y el ecofeminismo son el camino ¿Cuáles son para vos los lugares de disputa?
Yo creo que todavía no hemos visto el colapso económico mundial, ese territorio aún no explorado es donde va a haber una nueva cosmovisión del mundo y obviamente va a haber disputas, como hubo disputas en el inicio del capitalismo, y a pesar de que el comunismo no triunfó como fuerza política gobernante, si no hubiese existido hoy no tendríamos derechos de lxs trabajadorxs. Porque esa disputa que hubo en el inicio del siglo XX entre el capitalismo y el comunismo es lo que hizo que se tuviera que construir el Estado de Bienestar.
La disputa que se viene ahora es la de si este mundo va a ser igual de injusto que el anterior, cada uno de los temas que venimos discutiendo tiene que ver con esa disputa que es en el trabajo, en las aulas, en la calle, en las casa. Ahí es donde yo digo que llegamos con una sabiduría de lo aprendido y con la posibilidad de contar de qué manera creemos que puede ser un mundo más justo. Nuestra puesta en valor es la posibilidad del deseo en acción. Eso es lo que las viejas tenemos para contar.
¿Qué empezarías a contar?
Lo lindo que es la desposesión. Cuando ya sabés que no te vas a llevar demasiadas cosas, y que acumular no tiene ningún sentido. Hay un montón de minas de 40 o de 50 que les agarra esa locura de poner una feria americana en el living de la casa ¡y llévense todo! En ese sentido vivís más a puertas abiertas
¿Por qué cuesta tanto desarmar los modelos de familia tradicionales? ¿Por qué no se logra salir de la idea de familia como un lugar armado sobre la base de la propiedad de algo: hijes, casa, futuro?
Porque la familia nuclear es la parte central de este sistema. Hace un siglo atrás vivíamos en conventillos, no estaba mal visto que convivieran varias familias, que se mezclaran y que se trabajara en las casas. En el momento en el que se pone la fábrica y las profesiones liberales, el auto y el transporte público que hace más fácil que te traslades al trabajo, se empieza a desarmar esa vida en comunidad hasta llegar a un montón de gente hacinada viviendo en un edificio en donde cada familia es padre, madre e hijos. Empieza la regimentación de la vida.
El feminismo ha sido la revolución de los últimos años, yo apuesto a que las viejas sean la revolución que viene.
¿Hablaste de la revolución de las viejas con las históricas?
¡Sí! Me pasó con Nelly (Miniyersky) y con Dora (Barrancos) que están fascinadas. Lo gracioso es que me dicen: “¿Cómo nunca me di cuenta? Laburé toda la vida por nuestro derechos y nunca nos dimos cuenta que faltaba iluminar esta parte”
Ursula K. Leguin tenía un blog en el que escribía sobre muchos temas, entre ellos, la vejez. En una de sus entradas, decía que la vejez “implica dolor y peligro e inevitablemente termina en la muerte. Aceptar este hecho requiere coraje. Y el coraje merece respeto”.
¿Qué merece respeto de la vejez para vos?
Sin dudas la memoria. La memoria es el futuro, en la cultura Aymara llevan a las niñeces en la espalda, porque el futuro es lo que está en la espalda. Cuando vos mirás a las vejeces estás mirando el pasado, tener el pasado en la espalda es de una mirada completamente occidentalizada, lo que para mí estamos poniendo en juego es una nueva mirada y una nueva visión del tiempo.
Dijiste algo sobre eso en el discurso sobre aborto…
Sí: “las viejas somos la memoria del futuro”. Me parece que el futuro es lo que estamos haciendo hoy. Cuando decimos “las pibas son el futuro”, sí, son el futuro depende de lo que hagan hoy.
¿Existe un enaltecimiento desmedido de la juventud?
Estamos en un mundo que endiosa a la juventud pero, sin embargo, los líderes del mundo -pienso en Merkel o en Trump- tienen todos más de 70 años. Eso está en juego, hay un lugar de determinada vejez poderosa que está permitida que es con los atributos de la masculinidad.
El cultivo en su jardín le permite argumentar contra ese imaginario de la vejez como algo que se marchita, dice que las flores más bellas nacen en aquellas plantas que llevan muchos años. Ella pasa horas observando sus orquídeas, las más antiguas del jardín son las que no necesitan cuidados.
Si tuvieras que mirarte en ese espejo de la habitación de tu hija dentro de 20 años. ¿Cuál sería el reflejo?
No me veo muy distinta dentro de 20 años, voy armando mi vida como los rompecabezas que me gusta armar. Como dice Simome De Beauvoir “si queremos cambiar la vejez hay que cambiar la vida”. Nosotras vamos a ser dentro de 20 años más o menos lo que somos ahora. Por eso hay que cambiar lo que somos hoy no lo que vamos a hacer dentro de 30 años porque ya va a ser tarde.