Comencemos por la frase de Clausewitz: la que propone la guerra como la continuación de la política por otros medios. Aquí guerra y política se identifican. Solo cambian los medios, la política es pacífica, excluye la violencia y privilegia el diálogo. La guerra es la guerra. Cuanta menor humanidad tenga un ejército mayor será su éxito. Todo sentimiento de humanidad es una confesión de flaqueza. Hannah Arendt (citada por Horacio González) propone una distinción entre política y guerra. No inventó nada pero lo dijo. Una cosa es la política y otra es la guerra. En Arendt se le resta a la política toda posible violencia. La política es diálogo y no guerra. Esto no es así. Según podemos ver durante estos días en este país, la violencia es parte de la política. Los maestros representan el diálogo, la educación. La policía expresa la dureza del poder. El poder se sabe antipopular. Pero no le importa. Para asustar trae armas al país. Están destinadas a los que protestan. ¿Hay una política de las armas? Toda política es a la vez violencia y diálogo. Una noticia que dice que un gobierno ha comprado muchas armas de sofisticada efectividad es un disparo. Se dispara contra el corazón temeroso de los que proponen el diálogo aun cuando protestan. La protesta es diálogo. Protestan los que piden ser escuchados. Protestan porque el poder aparece sordo, cerrado sobre sí mismo o muy seguro en su soberbia. La protesta es la petición del diálogo. Pero el poder no responde, importa armas. Esa es su respuesta.
Desde Menem no se castigaba a un maestro. Fue una de las cosas que Menem no hizo, hizo muchas pero esa no. Menem vio la carpa docente con sorpresa, no supo qué hacer, no hizo nada, no reprimió. Solo bastará con mirar la foto de un policía especializado en reprimir motines. Parece un cyborg dispuesto a lanzar su furia, sus peores rayos. Quino decía que el bastón de un represor de motines sirve para abollar ideologías. ¿Hay una ideología detrás del paro docente? Sí, la ideología de comer para enseñar. La de defender el derecho a la enseñanza. Que sea reconocido y remunerado positivamente.
La inteligencia es siempre peligrosa. En este mundo que propone zombis se desea que nadie piense. El palo del policía no piensa, pega, pero sabe donde pega. Le han dicho donde pegar. Se ha decidido que pegue porque se ha decidido que la política es guerra. Si uno decide no dialogar tiene que reprimir.
¿Qué es el Estado? El Estado es la represión de los instintos naturales de los hombres. Si se vive en estado de naturaleza, se vive en estado de guerra permanente. Los hombres deben reprimir los instintos y cederlos al Estado en su último acto de libertad. El Estado ordenará la sociedad y gobernará para todos. Nietzsche abominará de esta teoría hobbesiana y verá en ella la muerte del individuo libre que ama la vida y no quiere reprimirse ni ser reprimido. Lenin (no el que ganó las elecciones en Ecuador) proponía en “El Estado y la revolución”, al Estado en función de clase. Era la dictadura del proletariado. El Estado neoliberal se parece bastante a esto. Es una dictadura de clase. No es la del proletariado, si no la de las corporaciones. Los ricos nacen con poder y dedican su vida a conservarlo. Para conservarlo recurren al Estado represor. El Estado represor, la compra de armas y el castigo a los maestros son eslabones de una misma cadena. Los ricos se autorizan a sí mismos. No tienen que dar cuentas a nadie, no quieren y al que se las pida no le dará explicaciones, le dará palos. En este sentido la represión es inherente a la dictadura de clase. Esta similitud entre Lenin y el gobierno de Macri será sugerente. Eso esperamos. La dictadura del proletariado es la dictadura de los CEOs, la “Corpolitik”.
¿La política es violencia? Es sin duda la propuesta del diálogo pero no todos quieren dialogar. Donde muere el diálogo aparece el palo del policía. Este gobierno tiene una soberbia asombrosa. Actúa como si fueran representantes de lo divino. Se burlan de quienes los cuestionan, arrojan epítetos insultantes. Así, la política es transformada en represión. La represión es violencia, la política es violencia. Las fotos de los gendarmes agrediendo a los manifestantes y la noticia de la compra abusiva de armas son represión. Pero ¿solo la violencia es represión? También el goce lo es. Como bien lo dijo Foucault. El poder, esa bestia magnifica somete con el goce y el entretenimiento. Cautiva con las series televisivas, engaña con sus sonrisas livianas y mediáticas. A los palos les dice alegría. Como si fueran globos. Los palos no son globos. Duelen más. Por eso se los utiliza. Llegamos a un punto esencial, el dolor. El que se opone al Estado sufrirá. El dolor es el costo de la protesta. Si toda posible ética deberá partir de una lucha contra el sufrimiento, toda ética entonces deberá condenar la represión violenta. El poder castiga, busca el orden. El orden se consigue a costa del dolor de los desordenados. Los desordenados son los que protestan. Los ordenados castigarán. Lo que preocupa del actual gobierno argentino es hasta dónde se propone llegar. Tiene una coyuntura internacional favorable. Pero tiene un frente interno muy unido contra las políticas neoliberales. Esa es una herencia de derechos conquistados. Pero ¿les importa? ¿Tienen derechos los que se oponen al poder? Sí, los tienen.
Todo enceguecimiento ante la protesta postulará a la represión como única respuesta. La vanidad, el desdén clasista y las compras fabulosas de elementos represivos son las características del actual poder en la Argentina. Albert Camus decía: uno se propone liberar a los hombres y termina organizando una policía. ¿Qué policía organizará un poder que ni siquiera se propuso liberar a los hombres?