La hípersegmentación actual del márketing tecno pudo habernos confundido al punto de haber dejado de recordar que la mayoría de los dispositivos que usamos caen perfectamente en el supertipo computadora. Computadoras portátiles, de escritorio, de mano, de bolsillo, de muñeca; computadoras para estudiar, para trabajar, para jugar o para saber si al auto le hace falta un cambio de aceite. Aquel es el mismo márketing que hace un par de décadas bombea la yerma contienda gamer entre computadoras y consolas, que acaba de ser zanjada por la flamante PlayStation 5.
La PS5 de Sony tiene la potencia, el peso y el look de un gabinete de PC, combinados en una máquina con una interfaz dedicada, diseñada para ser solvente haciendo lo elemental, que resigna portabilidad en pos de una intensidad inédita para disfrutar del gaming. Y que mantiene la mayor comodidad que ostentan las consolas: la de saber que ese aparato tal cual está será suficiente para jugar lo que queramos de esta generación de videojuegos.
Aerodinámico y curvilíneo, pero macizo e imponente, el cuerpo de la consola cuesta y se ve como un artículo de lujo. A diferencia de su directa competidora, la Xbox Series X, la PS5 no busca pasar desapercibida confundiéndose con un humidificador de ambientes. Al contrario, su anatomía y blancura exigen que todo el tiempo recuerdes que está ahí (sobre todo cuando se arma "en vertical"), como un tótem de identidad gamer, un objeto de poder ritual para utilizar con amigxs... o un electrodoméstico para la diversión casual.
El futuro llega dentro de un rato
PlayStation 5, querubina de una dinastía de consolas que se remonta hasta 1994, se presenta como "el futuro de los videojuegos". Y está bien: evidentemente el presente sigue estando en PlayStation 4, que durante un tiempo se resistirá a ser demodé. Por muchos motivos, que van desde la situación económica argentina, la pandemia y los entretelones locales para importarla hasta la falta de juegos que la hagan transpirar, la PS5 sigue siendo una promesa. Aunque haya agotado preventa y esté en varios livings.
La PS5 no nos va a dejar ver de qué es capaz hasta dentro de algunas temporadas. Los juegos actuales de su catálogo son ports o remásters de lo que ya vimos en PS4, o bien fueron desarrollados dándole a PS5 mucho menos crédito del que merece. Seguramente porque el prototipo de la versión final, y ni hablar la consola "de venta al público", son historia muy flamante. Hasta que los desarrolladores no jueguen en PS5 hasta "romperle algo", no vamos a poder ver juegos capaces de develar la altísima gama que promete la consola.
Por ahora, lo que tenemos son una galería de títulos infalibles (FIFA 21), tanques recientes (la saga Horizon, ahora con Forbidden West), reversiones de clásicos (Demon's Souls) y el nunca bien ponderado spin-off-de-saga-famosa (en este caso el inocuo Miles Morales de la serie Marvel's Spider-Man). Con el tweak de que varios, en lugar de salir para PS4 y presentar una versión mejorada para PS5, van directo a la nueva consola, con versión deslactosada para la anterior. ¿El orden de los factores no altera el producto?
El NO pudo probar la PlayStation 5, específicamente con Marvel's Spider-Man: Miles Morales y el revival del Demon's Souls. La sensación general es que jugar en PS5 es mucho mejor que jugar en cualquier otra consola anterior, pero también que es "mucha nave" para ese camino lleno de baches que es una industria del desarrollo de videojuegos que en la generación saliente se habituó a sacar juegos sin terminar, llenos de bugs, con serios problemas técnicos, gráficos y narrativos... o que son un embole. La PS5 se ve como algo del futuro, pero la escena, la comunidad, el mercado y la industria parecen no haber llegado a horario para abordar esa máquina del tiempo.
Ritmo y sustancia
Lo mejor que está dando por ahora la nueva consola de Sony, que llegó 7 años después que la 4, es una experiencia de juego que ganó mucho ritmo y sustancia, en el "flow" de los juegos y en la manera en que sus mundos se presentan. PS5 se ve y se escucha mejor, de un modo evidente, pero la cosa no termina en una resolución de pantalla (asegura 4K a 60 FPS, y puede bancar hasta 120 FPS) o una tasa de muestreo de audio.
Los mundos son más vivos, detallados y dinámicos, pero además más atrapantes, más 360º. Gracias a las mejoras sonoras, de luces y de impactos, los contextos de los juegos se sienten más como un ambiente que como una escenografía. La calidad de la sesión de juego crece notablemente cuando todo se siente bien, y al nivel gráfico que estamos, que un juego con reflexiones de ensueño en sus texturas de agua no haga que el pelo de su protagonista se mueva es una ridiculez. PS5 da una plataforma para que no haya que elegir entre uno y otro: tiene la capacidad de procesar mundos enormes de altísima calidad con un rendimiento ejemplar, ¡y dándole continuidad!
Es que incluso más importante es el asunto del ritmo. PS5 tiene una tasa de cargas y de transferencias nunca experimentada en consolas, algo tan determinante que así como es el único apartado técnico donde la consola de Sony humilla a la de Microsoft, también es el que le termina dando, por ahora, la corona. Tiempos de carga, descarga y guardado más bajos implican menos interrupciones al jugar y tiempos muertos, lo que redunda en que la tensión, el peligro y el disfrute no sufran pausas ni cortes.
Además, la potencia ampliada de la consola permite desconcentrar los esfuerzos en uno o dos apartados (la jugabilidad, el ambiente, los gráficos) para hacer videojuegos horizontalmente más bellos, complejos, interesantes y funcionales. Y esto llega hasta cuestiones que parecían una boludez pero se revelaban cruciales: como poder cambiar el tamaño de los subtítulos, por ejemplo, o adaptar imagen y sonido a otro tipo de seteos de televisores o parlantes, pero también a distintas capacidades físicas.
Con todos los chiches
En cuanto a la familia ampliada de periféricos, el nuevo DualSense es la joya de la familia. El cambio en su diseño es radical: por forma, color y materiales, es el menos DualSense de todos los que tuvimos. Pero lo importante es que es un control más responsivo que nunca. Los botones superiores de a ratos ofrecen resistencia. De verdad: tensar un arco cuesta más que disparar, al apretar algún L o R.
La cruz de flechas y la de formas cambiaron su material y el tamaño de cada botoncito, la vibración ganó varios modos, y el sonido del joystick está muy mejorado. Pero cuidado: este DualSense tiene un micrófono muy sensible incorporado, y la consola por defecto lo tiene activado. Si estás entre quienes se quejan de que Google escucha sus conversaciones, una de las primeras cosas que deberías revisar en la configuración es ésa, y las políticas de procesamiento de voz.
Hoy, del teléfono a la consola más hardcore son centros de entretenimiento para escuchar música y ver Netflix y YouTube. Y PS5 lo tiene más claro que nadie: incluso entre su familia de periféricos ofrece un control multimedia. Hay ahí otro gesto de autoconciencia de una consola que no solo se siente robusta y futurista, sino también realmente "inteligente", más veloz, más sutil y con más músculo para llevarnos a pasear por mundos que en los próximos años prometen ser cada vez más impresionantes.
El desafío final no lo tiene el aparato, sino la comunidad de jugadores y, sobre todo, de desarrolladores: sin juegos memorables e impactantes, la consola apenas será una pieza de hardware de alta gama, una nueva escala en el desarrollo gamer, algo así como un televisor más grande o un teléfono con más RAM. Son los videojuegos los que hacen que cualquier artefacto gamer brille, y aún no estamos en esa etapa. Sin embargo, por la galería de nuevas emociones, sensaciones y posibilidades que abre, PlayStation 5 ya se siente como la mejor consola que hayamos tenido a mano.