7 - El día del fin del mundo

(Greenland/Estados Unidos, 2020)
Dirección: Ric Roman Waugh
Guion: Mitchell LaFortune, Chris Sparling y Ric Roman Waugh
Duración: 119 minutos
Intérpretes: Gerard Butler, Morena Baccarin, Roger Dale Floyd, David Denman, Scott Glenn y Claire Bronson
Estreno en Amazon Prime Video

Desde Godzilla (1954) hasta las contemporáneas 2012 (2009) y Terremoto: la falla de San Andrés (2015), el cine viene construyendo, con esmero y constancia, una iconografía sobre las catástrofes regida por la espectacularidad y la rimbombancia. No importa si es por causas naturales o por un experimento científico fallido; la desesperación manifestada con gritos y corridas, los intereses políticos y militares anteponiéndose al bienestar mayoritario, están a la orden del día en los apocalipsis audiovisuales. De (casi) todos esos lugares comunes prescinde El día del fin del mundo, nueva y extraña colaboración del ex doble de riesgo devenido en director Ric Roman Waugh con Gerard Butler luego de Presidente bajo fuego. Si el intento de toma del capitolio de principios de enero, con los seguidores de Trump vestidos de sioux paseándose por la Casa Blanca, superó el absurdo que proponía aquella película, aquí la dupla ensaya una involuntaria maniobra en sentido opuesto, pues se trata de un relato concentrado y de escala humana, con picos dramáticos bien visibles que no implican abrazar la épica ni la grandeza.

El día del fin del mundo tiene movimiento pero no es frenética. Al contrario: para quienes esperen la pirotecnia y la autoconciencia festiva de, por ejemplo, el cine de Roland Emmerich, quizás el mayor especialista en imaginar destinos catastróficos para el planeta, puede dejarles gusto a poco esta película sin sobredosis de heroísmo civil ni de funcionarios dando discursos altisonantes. Tampoco hay un sentido patriótico emanando de las acciones o villanos a la vista, pues la negligencia humana no es uno de los factores desencadenantes. Lo más cercano a la “maldad” anida en esos hombres y mujeres capaces de cualquier cosa ante la inminencia del desastre, incluso perjudicar abiertamente a quienes tienen al lado. No es el caso de John (Butler, que parece llegar a los rodajes con tres litros de bebida energizante como desayuno), un reputado ingeniero recientemente separado a raíz de una infidelidad, que sale antes del trabajo para ver por televisión con su hijo y su ex (Morena Baccarin, reconocida por su trabajo en las primeras temporadas de la serie Homeland) cómo parte del cometa que pasará cerca de la Tierra se desintegra al entrar a la atmósfera.
Pero el espectáculo muta en tragedia cuando, lejos de las presunciones de las agencias espaciales, la llegada genera mucho más que algunas de esas mal llamadas “estrellas fugaces”. El agujero de proporciones bíblicas donde hasta entonces había estado Florida es el primer indicio del desastre total: la parte central del cometa se estrellará en algún lugar de África y generará una onda expansiva muy similar a la que millones de años atrás extinguió a los dinosaurios. No hay que ser un genio para suponer que si se cargó a aquellos animales gigantes, hará lo propio con todo atisbo de vida sobre la superficie. La película podía ir para el lado de Impacto profundo o Armageddon subiendo a un grupo de astronautas para salvar las papas. Pero no. Lo que hay es una aceptación del desastre confirmada cuando John reciba una llamada y un contestador automático le diga que ha sido elegido para subir junto a su familia a unos vuelos espaciales rumbo a un bunker en Groenlandia, realizado durante la etapa más álgida de la Guerra Fría.
Como si un exterminio total no fuera suficiente, apenas sortean los controles del aeropuerto descubren que su hijo asmático olvidó los medicamentos en el auto, obligando a John a retroceder sobre sus pasos para salvarlo. Un acto heroico, sí, pero mundano, que los termina separando: como en la versión de Steven Spielberg de La guerra de los mundos, se trata de un hombre ordinario (o todo lo ordinario que puede ser Butler) enfrentado a lo extraordinario y movido no por el deber sino por el amor, la lealtad y el instinto de protección. Es cierto que algunas situaciones pecan de excesivas en el contexto de un relato si se quiere “minimalista”, pero es por la preocupación genuina por sus personajes y la firmeza con que deja fuera de campo todo aquello ajeno a ellos, que la película de Waugh logra transmitir la alarmante sensación de que, efectivamente, el fin del mundo puede estar a la vuelta de la esquina.