Madame de Stephane Riethauser

Una historia desviada del siglo XX contada a partir de la relación de un nieto con su abuela, donde el feminismo y el activismo LGBTIQ+ se reúnen de forma íntima, sin un mapa prefijado, para salir en ambos casos de una geografía de la opresión. Un documental suizo donde Stephane Riethauser reconstruye toda la vida de su abuela Caroline Della Beffa, a los 90 años, desde que fue obligada a casarse a los 15 durante la década del 20, hasta que se emancipó de la vida matrimonial y de cualquier dependencia de los hombres; una pionera en descomponer el amor romántico para convertirse sucesivamente en peluquera, madre, diseñadora de corsés, empresaria, actriz, pintora. Como en un espejo, el director cuenta su propia historia, desde cómo funcionó una educación disciplinaria para imponerle un rol de varón heterosexual hasta cómo se fueron desgastando esos mandatos para poder vivir de una forma más libre. Riethauser logra ser autocrítico con su propia vida, y desarrolla la excentricidad de su abuela sin que nunca se convierta en un mero personaje pintoresco. Por eso, el principal valor es que en ambos retratos no hay nada de exaltación heróica sino que se muestran las contradicciones, las vibraciones, a veces incluso con humor, pensando sus vidas como caminos sinuosos, sin clausura, abiertos hasta el final.

Gracias a la gran cantidad de filmaciones que hizo su padre y él mismo durante su vida, Riethauser se acerca al documental Tarnation en el modo en que los registros biográficos muestran escenas cruciales de su desobediencia de género, como la iniciación drag durante su infancia. El cambio ideológico de Riethauser es extremo porque pasó de ser una persona de derecha que escribía artículos en la prensa en contra de mujeres pioneras en usar el lenguaje inclusivo en televisión, a ser un estudiante de derecho y activista LGBTIQ+ popular en Suiza que organizaba debates públicos a favor de la disidencia sexual, reconociendo la lucha de esas mujeres que antes repudiaba. Hay mucha densidad en el relato documental para pensar la cultura queer del siglo XX, desde la invención de corsés de seda hasta las mujeres manejando autos, la importancia del activismo de los 80, la búsqueda de emancipación sexual por fuera de los valores patrios y de la lengua de origen, y hasta rescates culturales como la importancia para la educación sentimental de toda una generación francófona de la extraordinaria canción “Comme il disent”, compuesta e interpretada por Charles Aznavour en 1972: un retrato cariñoso de un “homo” que habita la noche como una drag que hace un show de striptease.

Orfeo de Jean Cocteau

Entre la bohemia francesa, el surrealismo onírico y una estilización que combina decorados del neorrealismo con glam hollywoodense, Jean Cocteau reescribe el mito griego de Orfeo a mitad del siglo XX. En el centro de esta película está Jean Marais, quien interpreta al personaje del título, poeta y galán perdido en un laberinto y repetidamente enfrentado al espejo de un Narciso lúgubre. Marais fue la pareja durante trece años de Cocteau, y la mirada erótica de su suavidad viril, de su enormidad grácil, es parte fundamental de la homosensualidad de la película. Aunque en parte del mito original de Orfeo se presenta su homosexualidad en la relación con el joven Calais, en esta adaptación moderna apenas se sugieren unas miradas cómplices entre Orfeo y otro poeta. Sin embargo, también hay muchos dobleces donde Cocteau trafica su mirada queer, atravesando los espejos para mostrar el revés de una historia de amor convencional. ¿Un galán condenando a no poder mirar a la esposa que ama no es suficiente crisis de un romance heterosexual? Aunque originalmente le habían propuesto el papel de La Muerte a Marlene Dietrich y Greta Garbo, las dos actrices más bisexuales del cine mundial en ese tiempo, finalmente lo interpretó María Casares, actriz española exiliada en Francia, quien fue dirigida en una docena de obras de teatro por el director argentino Jorge Lavelli, incluso en una adaptación de una obra de Copi. La teatralidad de Casares es hipnótica y logra estar a la altura de la severa y fría seducción que ese personaje necesita, y aporta incluso cierto brillo camp en la manera en que fuma, llora y cambia de vestuario. Tal vez sea una de las películas donde Cocteau muestra más su corazón estético porque es la adaptación de una obra de teatro que escribió en 1925, la película comienza con sus dibujos y su propia voz introduce el relato y el mito. Además, tras veinte años de su ópera prima, La sangre de un poeta, Cocteau logra refinar sus trucos cinematográficos y por momentos hay prodigios visuales de gran sofisticación, con algunas secuencias inmersivas en lo fantástico visual, que se pueden apreciar mejor en la copia digital restaurada que ofrece el Festival. Además es oportuno volver a ver Orfeo tras la adaptación de la obra La voz humana de Jean Cocteau que filmó durante la pandemia Pedro Almodóvar con Tilda Swinton.

Miss Chazelles de Thomas Vernay

Chazelles es una comuna rural francesa en el departamento de Chantal que tiene solamente 33 habitantes. Este corto comienza con un concurso donde eligen a la Reina de la Belleza de la comuna. La ganadora es Marie y Clara tiene el premio consuelo, desde allí en adelante se desarrolla un enfrentamiento entre los varones que las secundan, familiares, novios y amigos, pero esa competencia no es necesariamente entre ellas. Pueblo mini, machismo maxi. Una suerte de Romeo y Julieta en plan bisexual, que por un lado destila cómo funciona el machismo pueblerino con la lógica asfixiante del círculo familiar, pero también cómo las miradas de las mujeres crean una distancia donde la perplejidad traza líneas de fuga de todo el folklore de la masculinidad. Un pequeño relato donde vibra la emoción de un deseo lésbico que puede germinar entre la estética de cumpleaños de quince y de la virilidad campestre, sin ceder al chantaje sentimental ni a la celebración banal del final feliz.

Beauty Boys de Florent Gouëlou

Otro pequeño pueblo francés que prepara un torneo artístico, una guerrilla entre performances de los jóvenes del pueblo, donde Leó prepara su show coral musical de drag queens y su hermano Jules un dúo de hip hop. El conflicto es que Jules siente vergüenza de su hermano en full drag. El corto se centra en la potencialidad transformadora de la transgresión de género, empezando porque Léo encuentra un colchón de la basura y lo convierte en una herramienta para construir las curvas de su figura. El cuerpo disidente hecho de lo que la sociedad descarta. Hay, en los márgenes del corto un gusto por la teatralidad marica trash, atrofiada, por el lipsinc que sale mal, por el baile quebrado, el glam roto, que le da más valor. Incluso, el personaje de Cookie Kunty parece reciclar parte del aura revolucionaria de las mujeres de John Waters, empezando por Divine. El corto también incluye una drag king, por lo que hay una suerte de democratización drag.

Familia nuclear de Faustine Crespy

Un cuento de verano donde hay menos sol que sombra, pero ninguna nube calma la temperatura del deseo. O algo así como un relato de iniciación sin ningún lugar común de la salida del clóset: no hay confesión, no hay rechazo, no hay aceptación. En el fin de su adolescencia, Jules sale de vacaciones playeras con su madre y su hermano a un camping naturista-nudista. Vestido entre cuerpos desnudos, incluido el de su madre, Jules encuentra a Karim, un trabajador en una campaña estival de donación de sangre, y le propone una cita a solas. Aunque parece solo un retrato de un amor fugaz de verano están las pequeñas tensiones de un romance entre un adulto y un adolescente, y toda la incandescencia pero también la amargura de un momento de la vida donde no se está del todo independizado para poder vivir la sexualidad con total libertad. Esta producción belga propone que si la familia es nuclear es porque todo puede estallar en cualquier momento, especialmente si es un verano caliente.

Todas las películas se pueden ver gratis hasta el 15 de febrero en www.myfrenchfilmfestival.com/