En febrero de 1931 fueron fusilados en la Penitenciaría Nacional de calle Las Heras en Buenos Aires los anarquistas Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó.

En efecto, instaurada la dictadura del general Uriburu la persecución contra el movimiento anarquista y sus militantes fue sistemática.

La aplicación del bando gubernamental estableciendo la ley marcial significó el secuestro y posterior fusilamiento del obrero anarquista catalán Joaquín Penina en Rosario, a orillas del arroyo Saladillo, en las barrancas, en septiembre de 1930.

Joaquín Penina fue sacado de la humilde pieza de pensión en la que habitaba y llevado junto a Porta y Constantini a la jefatura de policía y los tres sometidos a tortura.

También durante le Década Infame se llevaron adelante hechos represivos contra militantes del movimiento obrero revolucionario: un proceso declarando a la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) como asociación ilícita, un verdadero absurdo porque nunca estuvo legalizada.

Mientras hostigaban y perseguían a la FORA y a sus activistas, surgía la Confederación General del Trabajo apoyando a Uriburu.

Cabe recordar también el proceso contra los Presos de Bragado, que implicó la detención de Pascual Vuotto, Santiago Mainini y Reclús De Diago, y el padecimiento de torturas y prisión durante más de una década. Tampoco olvidamos el encarcelamiento y posterior desaparición forzada de los militantes ácratas Miguel Arcángel Roscigna y de Enrique Malvicini.

El proceso contra los ladrilleros de San Martín fue parte del plan de persecución sistemática contra el proletariado insumiso.

Es por todo lo señalado que en esta evocación del fusilamiento de Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó decimos que el luctuoso acontecimiento montado como un espectáculo público cargado de estigmatizaciones propias del terrorismo de Estado oculta la labor editorial, las publicaciones no solo de la revista Cúlmine. Mataron con saña a dos revolucionarios.

Carlos A. Solero