En Boca se disputa poder. En los clubes de fútbol se disputa poder. En los planteles también. Por diferentes razones, pero sobre todo por el reparto de espacios. Podría afirmarse que ciertos negocios y luchas de egos malheridos hacen lo demás. En una institución inmensa como Boca queda siempre a la vista. Los medios amplifican los conflictos con sus tapas, paneles desbocados y redes sociales. Las mediciones de rating o el tráfico de audiencias digitales justifican la permanencia o caducidad del tema en las agendas informativas.

El problema –que existe– entre Riquelme y el Consejo de Fútbol de un lado y los jugadores liderados por Carlos Tevez del otro, parece haber explotado por una foto tomada en Pinamar. La de Daniel Angelici y el ídolo boquense. Por eso también es político. La punta de un iceberg que oculta la historia de una etapa de hegemonía concluida y la búsqueda de otra cosa.

En Boca gobernó el macrismo entre 1995 y 2019. Fueron 24 años que, en los dos primeros mandatos, combinaron éxitos deportivos difíciles de empardar con el informe de una comisión investigadora lapidario, un balance rechazado, fondos comunes de inversión de dudosa legitimidad, negociados varios y la obscenidad típica del ex presidente de la Nación mandato cumplido (2015-2019). Macri incluso consiguió extender su gobierno a un tercer período consecutivo. Lo que no había logrado Carlos Menem para seguir en la Casa Rosada.

Esa larga etapa que cruzó dos siglos y tres décadas, se terminó con las dos gestiones de Angelici. Malas en lo deportivo -para los estándares de Boca que tiene la vara muy alta con la obsesión de la Copa Libertadores-, y discutibles en todo lo demás. Tevez, uno de los involucrados en este culebrón, se asoció con los dos ex presidentes. El negocio de los Parques Eólicos es el más evidente. Como su reventa generó ganancias millonarias lo investiga la Justicia Federal.

Los principales actores de aquellos años de títulos en cadena, Carlos Bianchi y el autor del saludo paródico del Topo Gigio -un significante muy fuerte de su enfrentamiento con el ex presidente-, terminaron mal con el macrismo explícito. Riquelme allá por agosto de 2010 sufrió un desplante premeditado. El ex jefe de Gobierno porteño y líder marchitado de Cambiemos llamó a votar por medio de Angelici -en ese momento era el tesorero del club- para que no le renovaran el contrato. Tampoco pudo ni tuvo margen para organizar el partido homenaje de despedida que merecía.

Ya lo dijo Marx: la historia se repite dos veces. Aunque la de Boca nunca llegó a tragedia, hoy se parece a una farsa alimentada por quienes perdieron el poder. Eso no disimula los errores del Consejo de Fútbol, de Miguel Russo y el plantel.

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