El 6 de febrero es el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina. Una de las voces que se alza contra esa práctica aberrante es la de la actual eurodiputada Assita Kanko. Tenía cinco años cuando pidió auxilio a voces mientras le practicaban la ablación en su país natal, Burkina Faso, un día del que recuerda “el dolor, la soledad y las llamadas pidiendo ayuda”.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 200 millones de mujeres y niñas han sido objeto de la mutilación genital y cada año más de tres millones de niñas en todo el mundo corren el riesgo de ser sometidas a esta práctica, que supone la escisión y lesión de tejido genital sano e interfiere en las funciones naturales del cuerpo de niñas y mujeres.
Kanko, que hoy representa a Bélgica en el Parlamento Europeo, asegura que la legislación no puede ser la única herramienta para su erradicación y que es necesario trabajar por la independencia económica de las mujeres sobre el terreno.
“Es un tema tabú. Hubo gente que podía oírnos, fue a plena luz del día cerca de un mercado, pero nadie vino. La razón por la que sigo luchando por eso y por cualquier tipo de injusticia es que, si eres testigo, debes hacer algo al respecto. No quiero ser parte de los que no acuden”, expresó la diputada de 40 años, que se nacionalizó belga en 2008 y fue electa diputada europea en 2018.
Kanko manifestó que, de niña, el impacto más directo en su salud fue el intenso dolor físico, pero también una profunda desconexión emocional de sí misma y de su entorno. De adulta, sufrió las consecuencias físicas de la perforación al quedarse embarazada y dar a luz a su hija.
Aunque la práctica es más frecuente en las regiones oriental y nororiental de África y en algunos países de Oriente Medio y Asia, ningún continente está a salvo: un estudio del Instituto Europeo de la Igualdad de Género estima que entre un 9 y un 15 por ciento de las niñas migrantes en España procedentes de naciones donde se practica la ablación corren el riesgo de sufrirla, incluso tras haber dejado su país natal.
“Siempre habrá gente (en Europa) a quien no le importa si no le está sucediendo a ellos, pero creo que hay gente a la que sí le importa y les estoy muy agradecida”, explica Kanko, que en 2020 logró reunir, en una poco habitual muestra de consenso, a seis de los siete grupos de la Eurocámara en una resolución contra esta práctica.
El texto instaba, entre otros reclamos, a una mayor protección de las solicitantes de asilo supervivientes o en riesgo de sufrir la ablación, mayor cooperación con los países donde esta práctica aún es legal -para avanzar hacia su prohibición y asegurar que se cumple- y recursos del presupuesto europeo a proyectos sobre el terreno en favor de niñas y supervivientes.
“Cuando miro los datos a nivel global no veo un gran progreso aún, pero por suerte ahora se habla más de ello. Y también hablamos de oportunidades, no solo sobre el dolor. No hablamos solo de salvar a las víctimas. Por supuesto, hemos pasado por ello, pero también somos seres humanos con potencial. Este potencial no debería desaprovecharse”, consideró la política.
Para la eurodiputada, además del trabajo para asegurar que la legislación se respeta, hacen falta más esfuerzos por la emancipación económica de las mujeres en los países donde aún se lleva a cabo. “Si mi madre hubiese tenido su propio dinero, tal vez nadie hubiera podido cortarme”, reflexionó.
La eurodiputada cree que la Comisión Europea debe incorporar su lucha contra la mutilación genital en áreas como la ayuda al desarrollo -incorporando condiciones relacionadas con su prohibición-, incluyendo a las mujeres en los proyectos de cooperación, formando a profesionales sanitarios para que sepan cómo ayudar a las mujeres que viven con las consecuencias de esta práctica y asegurando que la integración de migrantes y refugiados en los países europeos sea exitosa.
"Yo soy una mujer libre, tengo mi dinero y mi opinión. Tengo una hija y nunca permitiría que nadie le hiciera eso porque tengo el poder para decir que no. Muchas mujeres no tienen el poder para decir no, no tienen su propio hogar, el derecho a hablar o siquiera dónde encontrar un abogado”, argumentó.