A partir de noviembre la actividad teatral se retomó de manera incipiente. "Abrir para girar la rueda" es una expresión que repiten algunos teatristas. El panorama es especialmente duro en el ámbito alternativo: cierran espacios y resulta problemática cuando no imposible la adaptación a los protocolos. Son tiempos en los que no sólo nadie está ganando plata, sino que todos están perdiendo. Tiempos de reposiciones y de "funciones testimoniales" que reivindican el "valor simbólico" de la disciplina. Tiempos para demostrarle al público que el teatro es un lugar seguro. Referentes de los circuitos comercial, independiente y oficial dan detalles del panorama del sector en el contexto de pandemia, aperturas y restricciones.
Respecto del público, un informe de Alternativa y la asociación civil Enfoque Consumos Culturales (ver aparte) da una noción de lo que está ocurriendo: el 85 por ciento de quienes respondieron a una encuesta dijo que no había asistido a ninguna obra desde que algunas salas están abiertas. Un 15 respondió que sí. Los números deben ser puestos en relación con la menor oferta en términos de salas y funciones, la reducción del aforo y la situación epidemiológica de enero.
Teatro comercial
Las salas de este circuito fueron las primeras en abrir sus puertas, después de un decreto con firma del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, del 13 de noviembre, que lo permitió. Carlos Rottemberg recuerda que esa misma noche se montó en Multiteatro Comafi El acompañamiento, de Carlos Gorostiza, con Luis Brandoni, para tan sólo cuatro espectadores. Nacía un fenómeno insólito: la apertura de los teatros sólo por "girar la rueda", por reivindicar el "valor simbólico" de la actividad. Surgió el concepto de "funciones testimoniales". Ocurre además que los espectadores que más pueblan el ámbito comercial son personas mayores, las que más temor tienen al contagio de coronavirus.
En este escenario, los empresarios trabajan a futuro, manteniendo los precios de las entradas prácticamente intactos a la prepandemia (en un promedio de 1100 pesos). "Si no hiciéramos esta inversión de seguir perdiendo por abrir, lo único que estaríamos haciendo es postergar la pérdida para más adelante, con el riesgo de que la gente pierda el hábito", analiza Rottemberg. "Es una época de transición, hay que ser muy amables con el público que acompaña y volver a sembrar para que todos vuelvan. No es una época para buscar plata, está desértico, no hay agua", destaca Sebastián Blutrach, dueño de El Picadero.
"Los artistas están haciendo docencia. Selva Alemán, Arturo Puig, Brandoni o el elenco de Rotos de amor son personalidades que no necesitan hacer funciones testimoniales. Lo están haciendo para hacer girar la rueda. No la giran solamente los empresarios", reconoce Rottemberg. El público que por ahora se acerca tiene una condición particular. Es el "público teatrero": esperaba la vuelta del teatro y "acompaña casi como en una ceremonia". "En algunas funciones se genera al final un foro de agradecimiento mutuo entre escenario y platea", cuenta el productor.
El éxito del momento es Brujas, en Multiteatro Comafi, que encabeza las estadísticas de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales (AADET) en términos de recaudación, cantidad de espectadores y ocupación de sala. Cuando el aforo permitido era del 30 por ciento asistían poco más de 100 personas por función. Ahora, con un aforo del 50, 172.
"Trabajamos apenas por arriba del 10 por ciento del público que teníamos antes de la pandemia", precisa Blutrach. La novedad del aforo en la Ciudad llegó hace menos de dos semanas. El último fin de semana las salas ya abrieron con la nueva condición. La consecuencia más notoria es que los espectadores ya no se ubican en filas intercaladas. "Es un buen signo. Permite que haya más títulos y más atractivos y que más artistas y productores se animen a subir a la cartelera. Ya los números te dan al meter la mitad de la sala", opina Roberto Bisogno, presidente de la AADET. El dirige el Apolo, que todavía no abrió. Podría abrir en marzo. "Estoy ansioso de que vuelva (Roberto) Moldavsky a la cartelera. Es un artista importante, popular, convocante, que vendía muchas entradas. Tenemos 500 localidades. Creo que cuando Moldavsky estrene va a meter 250 espectadores", estima el empresario.
Ya están abriendo casi todas las salas comerciales. La cantidad de obras para ver es muy inferior a los tiempos de normalidad, y son en su mayoría reposiciones. "El ritmo de funciones no ha sufrido mucha alteración", puntualiza Bisogno, en torno a los días de la semana en que hay opciones. En el duro panorama, el dato alentador es que la curva de espectadores asciende cada fin de semana. "En estos casi tres meses nunca dejó de crecer la Ciudad de Buenos Aires. Esto de girar la rueda está dado para que la gente vaya comprobando que el protocolo es bueno", señala Rottemberg.
Hasta diciembre, la actividad recibió la ayuda oficial de los ATP y créditos subsidiados. Ahora, la de los Repro. El Gobierno trabaja en un proyecto de asistencia para los monotributistas, que son quienes no pudieron acceder a las líneas ofrecidas para las empresas.
Teatro oficial
Del teatro oficial mucho no se puede decir. Llama la atención, porque por sus características -salas de grandes dimensiones, por ejemplo- podría esperarse más movimiento. En efecto, en el único en que hay oferta por fuera de lo virtual es en el Teatro Nacional Cervantes (TNC). Para febrero no hay programación en el Complejo Teatral de Buenos Aires.
De las tres salas que posee el edificio de la calle Libertad, la única en condiciones de abrir -por las exigencias en torno a aforo y ventilación- es la María Guerrero, en la que se está realizando una "obra estructural en el escenario, por cuestiones de seguridad", según informa Blutrach, a cargo de la producción artística y los contenidos del TNC. La refacción de tres meses finaliza a fines de este mes. El teatro reabrirá sus puertas el 20 de marzo "si todo va bien", con el espectáculo Reinas abolladas, de Victoria Varas, dirigido por Azul Lombardía. "Otra obra que teníamos programada era La gesta heroica, de (Ricardo) Bartís. Se había ensayado sin distancia y Bartís prefiere esperar a que pase la pandemia", cuenta Blutrach.
Mientras tanto, el Cervantes viene desarrollando un ciclo al aire libre, en la explanada de la Biblioteca Nacional, con las obras que ganaron el concurso Nuestro Teatro. Son cuatro funciones semanales de 21 producciones hechas en la pandemia, todas estrenos. "Entran 180 personas. Es gratuito y a las dos horas de que estén las entradas disponibles en la web del teatro se acaban", dice Blutrach. "Hay que hacer un tránsito necesario, de generación de confianza en el público. Obviamente la gente se maneja más cómoda en un espacio abierto. Por eso la Biblioteca es un atractivo, como la terraza del Picadero", grafica. También subraya: "Al estar tan deprimida la actividad, el Estado tiene que ser músculo de contratación. Es lo más importante que necesita la comunidad (teatral)".
Más allá del CTBA, en otros espacios oficiales dependientes del gobierno porteño sí hay teatro. Sucede en el Centro Cultural 25 de mayo, que tiene abierta la terraza, además de programación en salas; también en el Centro Cultural Recoleta, al aire libre; y en el Centro Cultural San Martín, en la sala A y el patio cubierto. Por otra parte, los jardines de los museos comenzarán a alojar espectáculos. El Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), se anunció, ocurrirá tanto en espacios culturales y salas como espacios al aire libre, entre el 26 de febrero y el 7 de marzo.
Teatro independiente
Según los resultados parciales de un relevamiento que está haciendo la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI) -de referentes de salas-, sólo un 17 por ciento de los espacios está abierto para funciones en este momento. "Fueron abriendo tímidamente los que podían, por supuesto trabajando a pérdida, desde diciembre. Algunos dan clases y abrieron para ensayos. El problema más grande es abrir para público", dice Liliana Weimer, presidenta de la asociación.
Es decir que si para el teatro comercial la principal dificultad es acercar al público, para el alternativo es directamente poder abrir. Y esto tiene que ver, sobre todo, con los requisitos del protocolo. "Nos resulta problemático y caro. Las exigencias de ventilación son difíciles de cumplimentar. Son las menos las salas que tienen ventilación natural. La mayoría tenemos ventilación mecánica y es costoso y difícil adaptarla con los filtros específicos", explica Weimer. El Instituto Nacional del Teatro abrió una línea de subsidios para apuntar a la asistencia en este problema. A aquello se agrega que para poder abrir los gestores tienen que tramitar un permiso que cuesta entre 10 mil y 20 mil pesos. "Parece un número no tan grande, pero lo es en el contexto de salas cerradas desde hace un año", agrega Andy Vertone, presidenta de Espacios Escénicos Autónomos (Escena).
"La situación se está haciendo cada vez más grave, ya que los espacios que lograron sobrevivir a 2020 siguen acumulando deudas. Nos espera un 2021 con un presupuesto para el sector inferior al de 2020, por eso reclamamos que se declare la emergencia cultural", manifiesta Vertone. "Los que somos inquilinos -la mitad en ARTEI- estamos en una situación más frágil. Estamos viendo cómo va a ser este año en cuanto a la supervivencia", coincide Weimer.
Un 22 por ciento de las salas abarcadas por el informe de ARTEI abrirá en los próximos meses. De ese porcentaje, el 30 por ciento de los referentes cree que será en marzo y el 47 en abril. Un 17 por ciento de los que respondieron a la encuesta están evaluando si lo harán. El 26 no cuenta con dinero suficiente para adaptarse a los requerimientos del protocolo; el 15 no quiere o no puede abrir. El 80 por ciento de las salas que abrieron realizan entre una y dos funciones semanales. Entre ellas se encuentran Timbre 4, El Extranjero y Moscú. De ARTEI cerraron cinco espacios y otros evalúan el mismo desenlace. De Escena cerraron siete. Se estima que, junto a los del Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), los lugares que cerraron son entre 20 y 30.
La ampliación del aforo no parece tener, por lo menos de momento, un impacto positivo en el sector. Si bien trajo cierto "alivio", la exigencia del metro y medio de distancia entre espectadores sigue estando y eso impide un crecimiento del público en las salas chicas. "Creo que estamos en un proceso de transición hacia otra manera de hacer teatro. No sabemos adónde vamos. Es un contexto de absoluta incertidumbre. Aunque sea un año de vacunación, a la vez no sabemos cómo va a continuar todo, si vamos a ir para atrás con los cierres o seguiremos adelante, qué va a pasar con la economía. Lo notamos con los cursos. Dinero no hay. Y no hay mucha producción porque los grupos estuvieron parados", analiza Weimer.
Las ayudas oficiales no resultaron ni resultan suficientes para la dimensión de la actividad en CABA. "El Instituto Nacional y el Ministerio de Cultura trabajan en nuevas líneas. Con Ciudad veremos; este año no tuvimos ayuda. El pasado tuvimos una sola, la ejecución de un dinero extra que se viabilizó por Proteatro, de 120 mil pesos para cada sala. Este año el organismo no tiene aumento del presupuesto", detalla la actriz. "En muchos casos no tuvimos que cerrar porque hay un decreto para los contratos de alquiler que fue extendido hasta marzo. Si deja de estar en vigencia, si no se activan las tarifas culturales para los servicios, si no se amplían las ayudas, el sector se cae del sistema. Nos enorgullece sabernos reconocidos internacionalmente y nos mata la falta de políticas ante esta emergencia que estamos atravesando", opina Vertone. "El gobierno porteño no otorgó ninguna partida extraordinaria", cuestiona. Según ella, lo que fue anunciado como incremento fue derivado también a "otros subsectores" y no tuvo impacto real.
Escena viene desarrollando postas poéticas en las veredas de los espacios desde inicios de septiembre, con "gran asistencia" de espectadores. La conclusión de Vertone es que "hay avidez de presencialidad" pero en espacios abiertos. "El funcionamiento de puertas para adentro no está siendo sustentable en términos económicos. El temor a los contagios está muy presente y, también, a las clausuras", concluye.
Dos experiencias: Timbre 4 y Moscú
En el teatro Timbre 4 están en cartel actualmente obras como La persona deprimida, con actuación de María Onetto y dirección de Daniel Veronese, y La vida extraordinaria, dirigida por Mariano Tenconi Blanco, con Valeria Lois y Lorena Vega. "Abrimos a sala llena, la gente está viniendo con ganas y agradece los protocolos", celebra Jonathan Zak, productor del teatro de Boedo. La reapertura le representó a la compañía una importante inversión en infraestructura de ventilación. "Nos deja atrás, pero hemos podido acceder a créditos que nos permiten funcionar un par de meses. Apostamos a que con la reapertura de la escuela presencial podamos volver a ponernos de pie. Estamos a pérdida pero no creo que perdamos más abriendo que teniendo la sala cerrada", dice.
"Mi sensación con la apertura es de un gran disfrute y alegría", expresa Francisco Lumerman, uno de los gestores de la sala Moscú, que reabrió en plena pandemia en un espacio mucho más grande en Villa Crespo, a contrapelo del contexto. En términos de espectadores, las funciones alcanzan un 80, 90 por ciento de la capacidad actual de la sala. "La lógica de la programación está siendo distinta. Siempre nos caracterizamos por hacer espectáculos de largo tiro, ahora hacemos un número acotado de funciones y vemos qué pasa", precisa.
"Mucha gente manifiesta temor de ir al teatro. Es algo que se instaló durante mucho tiempo en los medios. Estamos viendo ahora los problemas que trae estigmatizar a una actividad", reflexiona. Esa es también una percepción compartida por varixs referentes del circuito independiente. "En algún momento se entendió que el teatro no era contagioso, pero no se habilitaba como tal. El trabajo es demostrar que es una actividad segura", añade el actor, director y dramaturgo. Tampoco para él la apertura tiene un "sentido económico". "Es un gesto ligado a devolverle cierta vitalidad al sector y para generar confianza en el público", define.
Este es el panorama de hoy, en un contexto dinámico y de incertidumbre. Tras una larga ausencia que implicó también un viraje hacia lo virtual, vale destacar los esfuerzos de los hacedores de la actividad, las ganas del público "teatrero" de volver a la butaca y la necesidad de mayores ayudas oficiales para un sector que se encuentra muy golpeado.
El comportamiento del público
El informe "Mediatización de las Artes Escénicas", elaborado por Alternativa y la asociación civil Enfoque Consumos Culturales, con apoyo de Proteatro, aporta algunos datos en relación a la respuesta del público a la reapertura de algunas salas (no específicamente de teatro sino de las artes escénicas en general). El trabajo de campo se realizó a través de una encuesta online entre el 29 de diciembre y el 15 de enero de 2021. El 85 por ciento de la muestra -conformada por personas suscriptas a la base de Alternativa- respondió que no había asistido a ninguna obra. El 15 que respondió que sí. Dentro de este grupo sobresalen las personas con una vinculación profesional o vocacional con las artes escénicas y/o que tenían una participación intensiva antes de la pandemia. De los que asistieron, el 60 por ciento dijo haberse sentido "muy seguro"; el 18 "seguro"; el 15 "ni seguro ni inseguro"; 4 por ciento "inseguro"; 3 por ciento "muy inseguro". Los que aún no asistieron a ningún espectáculo fueron consultados respecto del tiempo que creían que iban a tardar en hacerlo. Un 24 por ciento respondió que espera encontrar una obra que le interese (en su mayoría, les jóvenes), otro 24 que los contagios bajen al mínimo, y otro 24 que llegue la vacuna (una preocupación de las personas mayores). En un 91 por ciento, los espectadores consideran "muy importante" la limpieza y desinfección de la sala. Le sigue, con 88, la exigencia del uso de barbijo. Les importa también la limpieza y desinfección del transporte público ("muy importante" para el 85 por ciento de los consultados) y la restricción en el aforo (79 por ciento). El 63 por ciento considera "muy importantes" tanto el chequeo de temperatura como la provisión de alcohol en gel en los espacios. El 63 por ciento afirmó que la "nostalgia" fue la sensación más recurrente por no haber podido asistir a salas de artes escénicas en la pandemia.