Investigadores de la Universidad Nacional de Rosario trabajan en el humedal del río Paraná. Actualmente, se están dedicando a medir el impacto ambiental y las consecuencias que tuvieron los persistentes incendios en la zona. Para poder llevar adelante la investigación, se propuso realizar un monitoreo, caracterización y cuantificación de los efectos de los incendios y la recuperación del humedal a través de la conformación de un equipo transdisciplinar. Este trabajo es llevado a cabo por expertos divididos en grupos que trabajan en torno a tres grandes tópicos: la biodiversidad genética del agua, la fertilidad del suelo y el restablecimiento de flora y fauna. La línea de “Diversidad y composición florística” está a cargo del personal de la Cátedra de Ecología Vegetal de la Facultad de Ciencias Agrarias. En total, unas diez personas son las que están trabajando en terreno y están coordinados por José Vesprini.

Los investigadores de la UNR están realizando sus tareas por el momento en la Isla de Los Mástiles, ubicada enfrente de Granadero Baigorria, a causa de diversos factores. Por un lado, la accesibilidad, ya que al estar tan bajo el río se hace imposible llegar a otros puntos, mientras que también van a esa zona porque es un tramo del humedal donde conviven áreas que fueron alcanzadas por el fuego y otras que no. Esto permite a los investigadores comparar ambas situaciones obteniendo información precisa sobre el impacto de las quemas.

Vesprini subrayó que el relevamiento que se está realizando en el humedal del río Paraná tiene como objetivo observar cómo afectó el fuego a las distintas comunidades vegetales. “En este caso en particular estamos intentando detectar qué efecto tuvo el fuego sobre dos ambientes particulares: dos sauzales, que por su propia dinámica están en un punto de muerte como comunidad para dar origen a otra. Esto significa que hay pocos árboles vivos, muchos están muriendo y se encuentran cubiertos por lianas. Cuando ocurre esto, normalmente en el ambiente donde se desarrollaba el sauzal se establece una nueva comunidad también con árboles”", detalló el investigador sobre la tarea que desarrollan.

“Es importante aclarar que las plantas pueden crecer en distintos lugares, pero no en cualquier lugar, formando lo que llamamos una comunidad. Qué tipo de planta crece tiene mucho que ver con condiciones ambientales, el suelo y el contexto que la rodea. También influyen los antecedentes históricos y temporales. No es posible que en plazos muy cortos se establezca un bosque de especies que no están presentes”, indicó el investigador.

En las islas suelen establecerse después de los sauzales otras comunidades de leñosas, más duraderas en el tiempo que estas: pueden aparecer ceibales o timbozales, entre otras. “Cuando llegamos a la Isla de Los Mástiles encontramos dos bosques que tienen la particularidad de que uno había sido alcanzado por el fuego y el otro no. Comenzamos a estudiar las plantas herbáceas porque la comunidad que sufrió las quemas está prácticamente destruida, por un lado por sus propias características y por otro porque por donde pasó el fuego no quedaron árboles vivos”, desarrolló Vesprini lo que encontraron al llegar.

El cambio de una comunidad por otra es un proceso que se lleva a cabo lentamente y suele tardar muchos años, excediendo lo que es la vida de un investigador en particular. Por esta razón, es muy importante poder registrar lo que está ocurriendo en el lugar, especialmente teniendo en cuenta la presencia e incidencia que tuvo el fuego. El objeto de este proceso de investigación es poder obtener por primera vez datos de seguimiento comparativos que van a ser muy útiles para diagramar diversas políticas públicas de cara a la preservación del humedal, una urgencia que quedó de manifiesto con los incendios producidos durante 2020 en ese ecosistema. 

Vesprini aclaró que en esta isla no existen comunidades vegetales que estén adaptadas naturalmente al fuego como disturbio. “Las comunidades vegetales tienen cierta capacidad de adaptarse a algunos disturbios, como por ejemplo los pulsos de inundaciones y sequías, que son procesos que pueden destruir la vegetación y que se consideran estructurales: son parte de la dinámica de las comunidades y en ausencia de ellos las comunidades no pueden existir. En cambio no podemos considerar al fuego un componente estructural. Es más, nos faltan muchos elementos para poder considerar que las comunidades de las especies que estamos investigando pueden adaptarse a este disturbio”.

"En muchas ocasiones, el humedal ha sido ignorado y dejado de lado, aunque el conjunto de bienes y servicios que producen son infinitos. Una ciudad como Rosario, con el gran crecimiento que ha tenido en los últimos años, sería inviable sin este ecosistema"

Algunas especies logran sobrevivir al paso de llamas porque poseen características propias que impiden la muerte, dependiendo de la intensidad y duración del incendio. “Por ejemplo, plantas que crecen enterradas en las lagunas suelen tener raíces muy profundas que les sirven de anclaje en el caso de pulsos de inundación o de resistencia durante pulsos de sequía. Ante un episodio de fuego, es posible se quemen las partes de la planta que están en la superficie, pero sobrevivan las partes enterradas en profundidad. El rebrote, sin embargo, no significa un mecanismo evolutivo de adaptación al fuego”.

Los investigadores apuntan a medir y proyectar cómo se puede ir recuperando orgánicamente el humedal, aunque reconocen que es muy pronto para saber cómo ocurrirá ese proceso. “Estamos viendo que algunas especies de plantas se reestablecen, no todas ellas pertenecientes a las comunidades originales. La ciencia nos permite a base de datos hacer predicciones, pero no futurología, por eso es necesario seguir evaluando a lo largo del tiempo qué está pasando en estas comunidades”.

Para llevar adelante el estudio se implementó el uso de las parcelas permanentes en las que se registraron las especies presentes. “De esa manera apuntamos a caracterizar a la comunidad vegetal de esos ambientes. Tenemos los datos del estado de cómo se encontraron dichas parcelas luego del fuego y la idea es repetir con el paso del tiempo este muestreo para poder determinar cómo evoluciona la vegetación en ambos escenarios, con y sin fuego”.

El equipo está intentando incorporar otras variables de lo que es la comunidad, no limitándose sólo a la vegetal sino también a la microbiana. “Queremos conocer qué sucede con esos organismos que están presentes en el suelo y son fundamentales para el funcionamiento del ecosistema. Tenemos que tener en cuenta que existen de a millones por unidad mínima de volumen. El suelo estuvo expuesto a temperaturas realmente muy altas, los expertos en suelos indican que los rastros en suelo permiten calcular que pudieron levantar hasta 500 o 600 grados. Bajo este precepto es necesario investigar a fondo qué sucedió con estos microorganismos”.

El investigador calificó como histórico el momento en el cual se está llevando a cabo la investigación porque la sociedad, a fuerza de las grandes consecuencias que produjo el humo durante el año pasado, tuvo una reacción masiva. De esta manera, se tomó dimensión de la importancia que tiene este espacio para la salud integral de los habitantes. “En muchas ocasiones, el humedal ha sido ignorado y dejado de lado, aunque el conjunto de bienes y servicios que producen son infinitos. Una ciudad como Rosario, con el gran crecimiento que ha tenido en los últimos años, sería inviable si no existiera este ecosistema, sobre todo en lo que es purificación de agua, aire, ventilación, cultura y recreación. Valoro muchísimo el respaldo que están dando la Universidad y la Municipalidad para el desarrollo de los conocimientos necesarios que permitan incentivar prácticas de manejo que no signifiquen un deterioro de la salud ambiental y que no impliquen los altos costos sociales que conllevan los incendios”.