San Lorenzo viene con severos problemas económicos desde el 2015. Los desaciertos y desatenciones de los principales dirigentes hicieron que año tras año la situación se fuera agravando.

Las trabas al acceso a la documentación y la cuasi nula información fueron moneda corriente. Nunca entendieron que la luz es el mejor desinfectante. Y mientras el club se endeudaba de manera geométrica instalaban un relato de gestión exitosa de manera magistral. Tiempos donde el relato mataba a la realidad, de los que aún quedan resabios.

Detrás de ese velo de post-verdad, se sucedieron contratos en doláres y euros (la mayoría de ellos sin topes), en muchos casos por montos difíciles de entender que, sumados a numerosos desaciertos a la hora de las incorporaciones que se reflejaron en los magros resultados deportivos del último lustro, nos llevaron a este presente donde ya -si me permiten, afortunadamente- no se puede tapar el sol con la mano.

Hoy la realidad se nos impone exponiendo, de modo innegable, los errores del pasado. Y no quedó otra cosa por hacer que correr el velo y abrir paso a la verdad delatora del relato. La antipática y poco feliz reestructuración de parte de la deuda cediendo porcentajes de futuros ingresos por el traspaso de jugadores deja en evidencia al relato pulverizándolo.

Lamento, como único vocal de la minoría, no haber podido conocer los detalles de esta negociación de antemano (y aún no han sido informados los porcentajes cedidos ni sobre qué jugadores). Persisten viejas costumbres como la falta de institucionalidad a la hora de gestionar.

No obstante, por primera vez incluyendo las presidencias de Lammens, no reestructuramos contrayendo deuda con terceros (verbigracia: mutuos, financieras, bancos), no seguimos incrementando el pasivo. Un pasivo cuyo monto desconocemos (pues aún estamos a la espera del balance del ejercicio cerrado al 30 de junio de 2020).

Deseo que esta amarga reestructuración marque un punto de inflexión, una toma de conciencia; que sea el amargo remedio que ponga fin a un modo de gestión liviano e irresponsable. Pero para ello, entiendo que debe ir acompañada de una administración por un tiempo austera, sin contratos en dólares, responsable al fijar montos contractuales y al incorporar jugadores y darles lugar a los juveniles. Esas pautas son imprescindibles para que este ajuste a los ingresos futuros dé algún fruto y el precio a pagar por los desaciertos del pasado encuentre justificación y sea el puntapié de los aciertos del futuro.

(*) Único vocal de San Lorenzo por la minoría, abogado.