Entre los retratos más frecuentes de la “damisela en apuros” está aquel que la ubica atada a las vías esperando por el aguerrido caballero que la salve de una muerte segura. Cierta secuencia de Girlboss ofrece un nuevo modelo: a la protagonista se le queda el auto en unas vías de un tranvía. Ningún problema, se bajará con sus hot pants y botas bucaneras a empujarlo en medio de las calles ascendentes de San Francisco, y para aquellos que se quejen les regalará el dedo del medio como insulto. Sí, hay una nueva clase de heroína, y más allá de su reconversión también está en un trance. Una fashionista que creó su propio emporio espoleando redes sociales como MySpace. Netflix dispondrá íntegra la primera temporada de esta comedia, compuesta por trece episodios de media hora de duración, el viernes 21. 

Girlboss está basada “vagamente” en la historia de la entrepreuner y self made woman Sophia Amoruso. Hace tres años, la mujer lanzó un libro (con el título de la serie) que resultó un éxito editorial. Allí contó cómo es que a sus veintipocos, esta aficionada a viajar haciendo dedo y mechera ocasional, logró fundar una compañía sin depender más que de ella misma. Lo que hacía era buscar ropa usada, zapatos y en locales de segunda mano, recomponerlos, tunearlos y presentarlos con onda en la era de la retromanía. Vale mencionar un dato más sobre Nasty Gal. El nombre de su empresa es un homenaje a Betty Davis –cantante y pareja de Miles Davis–, definida por Amoruso como “la santa patrona de las mujeres de armas tomar, conocida por su funk sexy que no pide permiso, alguien que vislumbra una feminidad con telas brillosas y el gusto por las botas con plataforma”. Exactamente así es como aparece cada segundo en pantalla, Britt Robertson encarnado a Amoruso. En el camino para obtener lo que desea habrá inventiva, desfachatez, agallas, algunos sopapos, sarcasmo, un look impactante y bastante –quizá demasiadas– frases matadoras: “Vamos, subestimame, ya lo tengo todo pensado”, es una de ellas. La entrega, por otro lado, aparece dentro un semestre con muchas variantes de “girl power” para la plataforma on line: pronto llegarán Las chicas del cable, Glow y la nueva temporada de Orange is the new black.  

En la primera temporada se transitarán dos años de su vida. Desde que comenzara con sus ventas en Internet hasta que tuvo que rediseñar su modelo de negocios al ser echada de eBay. La propia Amoruso, junto a la actriz Charlize Theron, se encuentran como productoras y confiaron en Kay Cannon (guionista de New Girl y la franquicia de Ritmo Perfecto) para que le aporte un tono de humor dulzón a base de edulcorante. Puede shockear el pedestal en el que se coloca al dinero de la propuesta, su pura frivolidad, y como la protagonista se pavonea cual rapero presumido. La veinteañera no tiene intenciones de seguir los consejos de nadie y menos de su padre (el siempre genial Dean Norris de Breaking Bad). Aquí se proponen “otras” iconografías sobre el ascenso social y la glorificación de los dólares ¿Cómo? Con una mujer de negocios dura y con sus propias fallas, con su ego desbordado, no necesariamente querible y su manierismo fálico a la Moria Casán. Sus realizadoras cuentan que cuando ofrecieron Girlboss a otras señales, les criticaban que fuera tan femenino, incluso el nombre, y la representación de hombres microscópicos. Según Theron, eso les indicó que iban por el camino correcto: “las audiencias ahora pueden conectar con mujeres en toda nuestra complejidad. Ya se acabaron los días de vivir con el complejo de Madonna ídem prostituta”, dijo la actriz y productora. 

Gran parte del encanto de la propuesta recae sobre Britt Robertson, el modo que asume con riesgo y gracia un personaje inusual, con mohínes inesperados para una chica que tiene cara de ángel. “Es una chica que no es tan agradable de ver, no es perfecta, es valiente, dura, fuerte. No se cuenta su historia solo desde el ángulo de una mujer exitosa. Básicamente no es un estereotipo que entra así nomás por los ojos, es algo complicada.”, señaló su intérprete. Como varios productos de estos tiempos, las referencias y similitudes con otras producciones son incontables. Y en vez de marcar su propio camino se muestra orgullosa de sus semejanzas sea con El diablo viste a la moda, Girls y Sex & The City, por mencionar solo algunas. Sin olvidar a El Lobo de Wall Street (Martin Scorsese; 2014) con la diferencia de que aquí se siguen las huellas de una loba.