El pasado martes se estrenó por Netflix la tercera temporada de Better Call Saul, spin off y precuela de Breaking Bad centrado en uno de sus personajes más recordados. Si su antecesora mostraba la transformación de Walter White en Heisenberg, ésta describe la metamorfosis de Jimmy McGill en el abogado más truhán y parlanchín de Albuquerque. “Es un tipo que trata de hacer lo correcto, pero tiene la facilidad, la habilidad y el talento para ser un pillo, y tal vez sea demasiado astuto. Está averiguando cómo puede sacar provecho de todo ello y obtener para sí mismo una porción de la torta. Quiere ser alguien para los demás y tal vez no sea haciendo el bien: ése puede ser su diferencial”, definió alguna vez el actor Bob Odenkirk a su criatura de varias máscaras. Vince Gilligan y Peter Gould –creadores del programa– señalaron que el timing ahora será más acelerado, similar al de Breaking Bad.

Es que tras veinte episodios, Saul comienza a soplarle la nuca a McGill. Su proceder nunca fue intachable pero ahora tiene aceitados sus contactos con los bajos fondos, especialmente con Mike (otro de los personajes conocidos de BB). Además de la lucha entre Jimmy y su hermano Chuck, del romance singular entre el protagonista y Kim, el gran plato fuerte será la aparición del glacial y camaleónico Gus Fring, dueño del fast food Los Pollos Hermanos y narcotraficante intransigente. La nueva temporada consta de diez episodios, y por ser original de la cadena AMC, sus capítulo inéditos llegarán a la plataforma online cada martes.