Para muchos ciudadanos de Myanmar Facebook es sinónimo de internet. La empresa de Mark Zuckerberg ocupa una posición cuasi monopólica en la exBirmania, país asiático que esta semana entró en la agenda de los medios tras el golpe de estado que tuvo lugar el primero de febrero. Al día de hoy, la ciudadanía se mantiene en las calles en forma masiva para pedir la vuelta a la democracia. En los últimos días Facebook pasó a ser el principal medio para convocar a las movilizaciones, hasta que los militares decidieron cortar el chorro: primero cerraron la red social, después bloquearon todo acceso a internet. Sin embargo, durante los escasos diez años que duró la democracia en el país (2011-2021), las Fuerzas Armadas habían utilizado esta plataforma como parte de una campaña sistemática de odio contra una minoría étnica musulmana: los rohingyas. 

En paralelo a esta persecución online, el Ejército llevó adelante una “limpieza étnica”, según la caracterización de Naciones Unidas, que llevó a abandonar el país por la fuerza a casi 700 mil integrantes de esta comunidad. De esta manera se constituyó uno de los desplazamientos humanos más importantes de las últimas décadas. La revisión del papel que ocupó Facebook en Myarmar durante todo este proceso sirve para acentuar el debate en torno al poder y los límites de las redes sociales.

Una (sola) ventana al mundo

Para Myanmar la vuelta a la democracia tras 50 años de dominio militar marcó todo un cambio cultural. Los 54 millones de habitantes de este país que comparte frontera con China en el sudeste asiático, habían permanecido casi herméticamente distantes del mundo capitalista. Menos del 1 por ciento de la población tenía acceso a internet en 2011, según datos del Banco Mundial. Ocho años después, el porcentaje escaló al 30 por ciento de la población. Facebook ocupó un lugar central en la expansión del servicio. La compañía de Zuckerberg utilizó el proyecto Internet.org para llevar la red a países tercermundistas. Según esta iniciativa, las telefónicas debían promocionar el acceso a internet de manera gratuita (o muy barato), a través de una app que incluía servicios muy restringidos. Obviamente, Facebook estaba entre ellos.

Así la red social logró una posición cuasi monopólica en el país, convirtiéndose en la principal vía de acceso a la información. Al punto de que para buena parte de la población Facebook es sinónimo de internet. Para Beatriz Busaniche, Magister en Propiedad Intelectual de FLACSO y presidenta de la Fundación Vía Libre, esta equiparación es sumamente riesgosa. “En Argentina vivimos ese modelo en los noventa, con la repartición de miles de cds de la empresa America Online. Te daban la conexión a internet pero restringiendo el entorno sólo a lo que ellos te ofrecían. Hoy, el concepto de ‘neutralidad de la ley’ trata de prevenir este tipo de prácticas en las que una empresa tiene la hegemonía de lo que se puede hacer en internet”, señaló la especialista a PáginaI12.

Persecución online

En Myanmar conviven más de 130 grupos étnicos con sus propios acervos culturales. Sin embargo la religión predominante en el país es el budismo, practicada casi por el 95 por ciento de la población. La persecución y la lucha por cuestiones étnicas y religiosas no es nueva. Pero el ensañamiento de las Fuerzas Armadas con los rohingyas fue creciendo con el paso del tiempo. Se trata de una minoría musulmana que habita la provincia de Rakáin, fronteriza con Bangladesh. Desde 2017 la persecución contra este pueblo tomó un nuevo impulso. Lo que empezó como operativos militares para combatir a terroristas, terminó en una campaña sistemática de tierra arrasada: masacres generalizadas y destrucción de este pueblo musulmán. El Alto Comisionado para Derechos Humanos de las Naciones Unidas había calificado esta avanzada como “un claro ejemplo de limpieza étnica”. En paralelo, la persecución tuvo una versión “online” por parte de los militares birmanos. Facebook fue su escenario privilegiado.

La campaña de fake news y odio, encabezada desde las Fuerzas Armadas, se viralizó en miles de publicaciones a través de la red social, según documentó el diario The New York Times. “Se hicieron pasar por fanáticos de estrellas del pop y de héroes nacionales mientras inundaban la red social con su odio”, informó el diario estadounidense. Compartieron imágenes sangrientas donde se veía mujeres y niños muertos, adjudicadas al accionar de milicias rohingyas. Eran fotos de eventos históricos sacadas de su contexto. En otras palabras, fake news. El encargado de la ONU para Myanmar, Yanghee Lee, advirtió en marzo de 2018 que Facebook se había convertido en una bestia. “Se utiliza para transmitir mensajes públicos, pero sabemos que los budistas ultranacionalistas tienen sus propias cuentas de Facebook y están incitando a la violencia y difundiendo odio contra los rohingyas u otras minorías étnicas”, señaló Lee.

Controles hechos a medida

Las denuncias contra Facebook en Myanmar se dieron casi en paralelo al escándalo por la manipulación de datos durante las elecciones de 2016 en Estados Unidos. Allí exempleados de la empresa Cambridge Analytica revelaron que habían utilizado información privada de los usuarios de Facebook para diseñar la campaña de Donald Trump. Zuckerberg quedó en el centro de la tormenta. Ante las críticas su plataforma bloqueó las cuentas de altos mandos militares birmanos y dio de baja múltiples publicaciones que incitaban al odio. En paralelo convocó a la ONG Business for Social Responsibility (BSR) para que evalúe la actuación de su empresa en el país asiático. Natalia Zuazo, especialista en política y tecnología, señaló que estos son los únicos controles a los que se presentan las empresas tecnológicas. “Tienden a la ‘autoregulación’ o a lo sumo a controles redactados por sus propios diseñadores de políticas públicas o lobbistas. Pero eso no es regulación. Puede ser una acción interesante tendiente a que empresas como Facebook mejoren su imagen pública. Sin embargo, con eso no alcanza”, indicó Zuazo.

Aún así, el resultado de la investigación de BRS fue crítica con el accionar de la empresa estadounidense. ”No hicimos lo suficiente para prevenir que nuestra plataforma fuera utilizada para fomentar la división e incitar violencia ‘offline’. Convenimos que podemos y debemos hacer más”, afirmó Alex Warofka, líder de política de producto en Facebook. El propio Zuckerberg reconoció los errores en Myanmar y dijo que incrementarían el personal encargado de supervisar contenidos en ese país. Meses después se refirió a estos nuevos mecanismos de autocontrol como algo ejemplar. El comentario le valió una respuesta furibunda de un grupo de ONG birmanas. “Hasta donde sabemos, no hay personal de Facebook que hable birmano a quien los veedores de Myanmar puedan plantear directamente estos casos”, sostuvieron. Además señalaron que la empresa no había involucrado a las partes interesadas locales como para llegar a soluciones sistémicas. Recién a medidos de 2019 Facebook creó un equipo especial de respuesta rápida para evitar el desarrollo de acciones genocidas. Pero el grupo debía dar respuesta a todo el continente asiático. Para las elecciones de noviembre de 2020 la multinacional creó otro equipo encargado de detectar fake news, esta vez sí, exclusivo para Myanmar.

Resistencia offline

En los comicios fue reelegido el partido Liga Nacional para la Democracia (LND), liderado por Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991 por resistir a la dictadura en su país. Sin embargo desde que su partido ocupa el poder, Suu Kyi nunca denunció la ofensiva militar contra los rohingyas. Esto le valió duras críticas de la comunidad internacional. A pesar de esto mantiene una popularidad altísima en Myanmar. El LND obtuvo el 82 por ciento de los votos en las elecciones. Analistas sostienen que esta acumulación de poder fue lo que propició el Golpe de Estado en su contra. Suu Kyi permanece en prisión domiciliaria, al igual que otros dirigentes y funcionarios del gobierno.

La población se mantiene activa en las calles reclamando la liberación de la Nobel y la vuelta a la democracia. Tras el corte total de internet ordenado por el jefe del Ejército, Min Aung Hlaing, los canales de televisión como Channel News Asia o Myanmar News, pasaron a tomar especial relevancia informando sobre las manifestaciones. El poder dictatorial deja en un segundo plano el reclamo por regulación en las redes. Pero el debate tiene larga data y seguirá siendo fuente de controversias. Natalia Zuazo señala la necesidad de construir políticas en la que no sólo tengan voz las empresas. "Necesitamos una regulación que sea democrática. Facebook no puede ser el único sentado en la mesa. En cada país deben participar las personas que estén siendo afectadas, la sociedad civil y el sector público", señaló la autora de Los dueños de Internet.