El acuerdo para pacificar las zonas asediadas sirias de Fua, Kefraya, Madaya y Al Zabadani quedó en suspenso después del atentado que mató a 126 evacuados de dos de esas poblaciones. Según el recuento del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, al menos 109 vecinos de Fua y Kefraya, así como voluntarios de la Media Luna Roja, murieron en el ataque, a los que se suman 17 combatientes. Entre los civiles hay al menos 68 menores que fallecieron por el estallido de una furgoneta pick up cargada con explosivos contra un grupo de autobuses de evacuados que esperaban en el área de Al Rashidín, periferia oeste de la ciudad de Alepo. Los micros con civiles y milicianos leales al Gobierno sirio habían partido de los pueblos de mayoría chiíta de Fua y Kefraya, en la provincia de Idlib, cercados por facciones islámicas, entre las que figura el Organismo de Liberación del Levante, la alianza de la ex filial de Al Qaida.
El director del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Anthony Lake, reaccionó ayer con rabia e indignación al atentado contra los autobuses en Siria. “Tras seis años de guerra y matanza en Siria, esto supone un nuevo horror, que rompe el corazón de todo aquel que tenga uno”, dijo Lake en Nueva York. “No podemos permitir que sólo nos llene de rabia, sino que debemos renovar nuestra decisión de ayudar a los niños inocentes en Siria”, agregó el funcionario de la organización humanitaria.
El Ministerio sirio de Exteriores opinó en dos cartas enviadas a Naciones Unidas que el ataque es la respuesta de “los terroristas y sus dueños a los logros del Ejército Árabe Sirio y sus aliados, y a su éxito a la hora de enfrentarse a organizaciones terroristas del Frente Al Nusra y el ‘Dáesh’ (acrónimo en árabe de Estado Islámico)”. Ningún grupo se atribuyó el atentado.