Cuando el 20 de marzo del año pasado Tom Brady firmó un contrato por dos temporadas con Tampa Bay Buccaneers y así dejaba atrás una sociedad casi invencible de 20 años con los New England Patriots y el mítico entrenador Bill Belichick, nadie podía imaginar que en 11 meses después iba a sumar su séptimo Super Bowl. Desde 2007, la franquicia de La Florida ni siquiera se había clasificado para los Play Offs y su único título lo había logrado en 2003, con el argentino Martín Gramática como pateador. Sólo el aura que rodea a Brady podía ser capaz de semejante hazaña, consumada en la noche del domingo con un contundente 31-9 sobre el vigente campeón Kansas City Chiefs con la estrella del momento, Patrick Mahomes.
Enumerar todos los récords de Brady alcanzarían para completar un artículo. Pero basta con decir que con siete anillos tiene más títulos que cualquiera de las franquicias que compiten en la NFL para dimensionar su leyenda. Pero ni siquiera su larga lista de éxitos le impide alejarse de la polémica, aunque se siente cómodo en ese juego. Si bien muchos lo apodan GOAT (Cabra), por la sigla de Greatest of all time (el mejor de todos los tiempos), su figura también despierta muchos cuestionamientos. E incluso, no son pocos los que, directamente, lo odian. “Soy el hijo de puta más malo del planeta”, llegó a decir en una entrevista, para graficar la grieta que provoca su figura.
Casado con la supermodelo brasileña Gisele Bündchen y padre de dos hijos, TB12 -la combinación de sus iniciales y su camiseta- debió superar varios conflictos a lo largo de su carrera, aunque nada como el “Deflategate”, un escándalo que en 2015 amenazaba con acabar su carrera y, sobre todo, dañar su imagen pública. Tras un duelo de play offs ante Indianápolis Colt, Brady y los Patriots fueron encontrados culpables de haber desinflado a propósito los balones para que fuera más fácil atraparlos. Esa situación motivó que al mariscal de campo lo sancionaran por cuatro partidos y a la franquicia le quitaran dos selecciones de draft en 2016 y 2017.
Otra de las polémicas en la que se vio envuelto fue su amistad con Donald Trump, sobre todo en la primera campaña presidencial y en los tiempos iniciales del magnate en la Casa Blanca, aunque el astro finalmente también pudo despegarse. Trump y Brady eran amigos cuando el ex presidente era sólo un millonario excéntrico, pero ya no hubo contactos con su llegada al poder. De hecho, TB12 fue el gran ausente de la visita protocolar los Patriots a la Casa Blanca cuando festejaron el título de 2017. La ruptura definitiva llegó con la pelea entre los jugadores de la NFL y el mandatario después de que Colin Kaepernick se arrodillara durante el himno en señal de protesta por la violencia policial contra los afroamericanos, gesto que fue imitado por otros futbolistas. "Definitivamente estoy en desacuerdo con lo que dijo. Creo que simplemente generó división", afirmó Brady después de que Trump llamara "hijos de puta" a los futbolistas que protestaban.
Sus 20 años en New England bajo el ala de Belinchik sirvieron a sus detractores para intentar minimizar sus logros, amparados en los méritos del veterano entrenador, en la gran defensiva que siempre lo ayudó y en otras estrellas que lo acompañaron como Julian Edelman o Rob Gronkowski. Pero haber asumido el riesgo de cambiar de franquicia a los 43 años y llevar a un equipo perdedor como Tampa Bay hasta su arribo al máximo título sepultó cualquier discusión. Además lo logró opacando a la estrella del momento, Patrick Mahomes, cuya madre tiene apenas un año más que Brady y es el jugador que firmó el mejor contrato de historia de los deportes estadounidense, con más de 500 millones de dólares por 10 años.
Si era impensado su séptimo título en Tampa Bay, también era inimaginable su carrera en 2000, cuando el muchachito nacido en San Diego en 1977 fue elegido por los Patriots en el puesto 199 del draft. Por ser una elección casi de relleno y pasar a convertirse en el quarterback más exitoso de la historia, su caso está considerado como el "mayor robo" de un draft de la historia del deporte norteamericano. Seis titulos y nueve presencias en el Super Bowl con New England -ahora siete y diez en total- confirman esa sentencia.
Sus tres pases para touchdown en el primer tiempo del duelo del domingo en el Raymond James Stadium mostraron, una vez más, su vigencia bajo máxima presión. A los 43 años, que serán 44 cuando comience la próxima temporada de la NFL, si hay algo que no parece importarle a Brady es la edad. Su clave para la eterna juventud parece haberla encontrado cuando conoció al gurú en fitness Alex Guerrero, un especialista en medicina alternativa de origen oriental, a quien apodan “Señor Miyagi” y al que el propio Brady le concede buena parte de su vigencia. Tanto que el domingo lo incluyó entre los agradecimientos junto a su familia tras haber sido nominado otra vez jugador más valioso (MVP) de un Super Bowl.
En la serie documental sobre su vida “Tom vs Time” (Tom contra el Tiempo”) de hace cuatro años, Brady explicó el significado de la presencia de Guerrero en la extensión de su carrera. “Conocí a Alex un día que vino a nuestras instalaciones. Lo vi y pensé: ‘ya, ya, ¿qué puede hacer por mí?, ¿qué puede hacer diferente a lo que todo el mundo ha hecho por mí: hielo y descanso?’. Y sí, he aprendido un montón. Somos muy cercanos. No estaría aquí si no fuera por él”, aseguró el astro.
Como casi todo en la vida de Brady, la relación con Guerrero está cruzada por los negocios y la polémica. El jugador y el gurú son socios en el Método TB12, un programa con un centro terapéutico en Boston, que cuenta con material de entrenamiento, más de 80 recetas culinarias naturistas y suplementos vitamínicos, merchandising y un manual convertido en Best Seller que se puede conseguir en Amazon, en el que Guerrero y Brady exponen a sus clientes las herramientas para su extrema longevidad.
Esos consejos que se pueden ver en redes sociales o en un canal de Youtube y que cuentan con escasos fundamentos científicos, son fuertemente cuestionados por los nutricionistas, que consideran demasiado extrema la dieta alcalina que lleva adelante el deportista y sin efectos probados en el rendimiento deportivo. Lo cierto es que Brady evita responder en público sobre las bondades de su sociedad con Guerrero, lo que alimenta aún más la polémica en torno a su figura. Eso sí, en sus redes sociales, se sumó al meme viral de antes y después con una foto suya, pero con la inclusión del Método TB12. En la segunda fotografía se puede ver su impactante figura actual.
Para mantener su cuerpo hidratado, Brady toma entre 20 y 25 vasos de agua por día. Además, el régimen alimentario que detalla su libro prohibe la cafeína, el alcohol, el azúcar, la harina, la sal y los lacteos, además de verduras como el tomate y la berenjena. La dieta, que también cumple su familia, incluye verduras orgánicas, arroz integral, quinoa y porotos. Así, y con pases geniales en el campo, Brady sigue alimentando una leyenda que venció al tiempo.