En lunfardo porteño, runfla significa “gente de una misma especie unida por un objetivo común”. En 1991, el grupo de teatro callejero dirigido por Héctor Alvarellos adoptó ese vocablo como nombre propio. Este año cumplen tres décadas creando espectáculos en espacios abiertos, investigando y promoviendo este lenguaje tan particular que hoy, a causa de la pandemia, muchos artistas revisitan. Para festejar sus 30 años, el sábado 20 de febrero a las 21 estrenarán Fragmentos de oscuridad. Los caprichosos objetos del destino, pieza escrita por Alvarellos e inspirada en Los ciegos de Maurice Maeterlinck que podrá verse todos los sábados a la gorra en Parque Avellaneda.

A lo largo de estos años, La Runfla produjo más de treinta espectáculos, realizó giras por todo el país y montajes en sitios emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires como Plaza de Mayo, el Cabildo, la Manzana de las Luces, avenida Corrientes o el Planetario. Cada dos años organizan en Parque Avellaneda los Encuentros Internacionales de Teatro Callejero, donde participan grupos de Argentina, Colombia, Uruguay, Chile, Suecia, Italia, España y Francia. Fieles a su compromiso con lo colectivo, integran De La Calle (Unión de Grupos de Teatro Callejero) y GETI (Grupos Estables de Teatro Independiente), y hace más de 25 años coordinan el espectáculo Luz de Fuego en el marco de La Fogata de San Pedro y San Pablo, una fiesta popular que convoca a miles de vecinos de la ciudad.

“Hace 30 años decidimos hacer teatro callejero por razones estéticas e ideológicas. Proponemos un arte realizado en espacios públicos para que todos puedan acceder; lo cuidamos y lo defendemos porque consideramos que es el lugar donde se encuentra la comunidad”, sintetiza Alvarellos en diálogo con Página/12. El director destaca el rol de lo colectivo y señala que no se trata de un elenco sino de un grupo de teatro, con integrantes que conforman un núcleo duro desde sus orígenes (Gabriela Alonso, Javier Giménez, Stella Rocha) y otros que pasaron transitoriamente por esta agrupación que se ha convertido en uno de los referentes más destacados del país.

Alvarellos se remonta a los orígenes del teatro y sostiene que la calle desmitifica al actor pero, al mismo tiempo, lo agiganta al colocarlo en su estado más puro. “Con la pandemia surgió la necesidad de salir porque es una de las defensas que tenemos para que el teatro no sufra tanto con esta crisis terrible. No se ha declarado aún, pero considero que estamos en una emergencia cultural, sobre todo para las salas pequeñas”, explica quien encabeza la agrupación y comenzó a explorar estos lenguajes en los ’80, luego de una dictadura que se caracterizó por la censura y la prohibición de reuniones en la calle.

Con los años fue sistematizando esos conocimientos junto a muchos de sus colegas, y el resultado de ese proceso se sintetiza en el Curso de Formación del Actor para la Actuación en Espacios Abiertos (dependiente de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático), que constituye un gran paso en la institucionalización y visibilización del teatro callejero como expresión artística.

El espacio público es siempre un territorio en disputa, y uno de los principales ejes para comprender el tipo de trabajo que lleva adelante La Runfla es el vínculo con los públicos: “Hay un público convocado y un público accidental conformado por los transeúntes que pasan ocasionalmente. Uno los tiene que atraer como espectadores y luego convertirlos en voluntarios partícipes para que se involucren en el relato con alguna acción que no resulte invasiva ni obligada. El público está asociado al lugar que abordamos: no es lo mismo estar en la Manzana de las Luces, en el Cabildo o en un barrio marginal de la ciudad. A pesar de que siempre existen prejuicios, al encontrarnos con públicos más vírgenes muchas veces nos sorprendemos porque se interesan por cosas que ni siquiera imaginamos”.

Para celebrar sus 30 años de trayectoria, el sábado 20 estrenarán en Parque Avellaneda Fragmentos de oscuridad. Los caprichosos objetos del destino, una pieza inspirada en Los ciegos de Maurice Maeterlinck que mixtura simbolismo, realismo y absurdo para reflexionar acerca de la fragmentación, la ceguera y el miedo a lo desconocido. El proyecto se gestó antes de la pandemia con una pregunta clave en tiempos de gestión macrista: ¿para qué hacer teatro hoy, frente a realidades tan crudas? “Empezamos a trabajar a partir de distintas lecturas (Saramago, Borges) para entender cómo podíamos hablar poéticamente de la ceguera. Así llegamos a la obra de Maeterlinck y estructuramos todo en tres personajes: el Ciego de Nacimiento que nunca vio, el Viejo Ciego que alguna vez vio y el Joven Ciego que está buscando salir de eso”, explica Alvarellos.

Trabajar en espacios abiertos supone un entrenamiento particular para los artistas; el cuerpo y la voz deben ser preparados para salir a la cancha en condiciones no siempre favorables al hecho teatral. “Hay un trabajo que tiene que ver con el entrenamiento expresivo a través de la técnica. Hoy en muchos teatros grandes se usa micrófono porque a veces no se llega con la proyección de la voz hasta la última fila, pero esto es falta de entrenamiento porque también se puede hablar fuerte con sentido de la verdad. Hay que preparar un cuerpo para pelear permanentemente con el entorno: una cosa es una sala concentrada con una luz y otra muy distinta es la calle, con la cantidad de interferencias que existen. Aún así, es posible generar diversos climas a partir de una voz calificada, la respiración, la destreza física en su uso dramático y la utilización múltiple del aparato expresivo del actor-artesano”, reflexiona el director.

Cuando se le consulta por el arte popular y los prejuicios que existen alrededor, sostiene: “Al hablar de teatro popular parece que automáticamente se está hablando de algo berreta o un tipo contando cuentos en una plaza. En los ’80 discutimos largas horas sobre lo que significa el arte popular: es donde la mayoría de la gente entiende lo que estás haciendo, pero no por eso tiene que perder la belleza y la poética”. Alvarellos habla en términos de decisión estética y compromiso ideológico, y define al hecho teatral como una convención lúdica y transformadora. “Es una decisión estética porque supone abordar un espacio en permanente disputa donde coexisten distintos intereses, es el lugar donde están aquellas personas que quizás nunca vieron teatro. Y es una decisión ideológica porque intentamos dejar un pensamiento; no se trata de una bajada de línea estructural sino simplemente de un acto de reflexión a través de lo poético. Eso es para mí hoy lo revolucionario”.

* Informes y reservas: 15 3628 7542. Web: https://grupolarunfla.com.ar/