La monogamia, la pareja cerrada, la figura de la media naranja que encuentra la parte que le falta son la carnada de la felicidad, la zanahoria del amor "verdadero", la promesa de la estabilidad. Cupido, San Valentín y los candados en los puentes para sellar juramentos como si fueran cinturones de castidad. Esa es la educación y el deber ser sentimental dominante sostenidos por las leyes, la organización social, los mandatos religiosos, las canciones, las novelas de la tv, infinidad de películas y de libros, la mesa familiar y hasta los consultorios médicos y psicológicos. La monogamia es el paradigma de sexo-afectividad productiva y reproductiva hegemónico, presentado como un ideal que habría que alcanzar.
Como si fuera la única opción.
Brigitte Vasallo es escritora, activista lesbiana y feminista española. Desde el 2013 viene desarmando el discurso de la monogamia, investigando cómo migrar de ese régimen sin reproducir las mismas violencias que se suscitan en nombre del amor romántico, cuáles son los desafíos y los miedos que se presentan a la hora de desmontar las relaciones de a dos y qué formas están adquiriendo las relaciones no monogámicas como el poliamor, el amor libre, los vínculos múltiples.
Vasallo lleva más de 20 años transitando relaciones que intentan no ser exclusivas. Partiendo de ese punto, en su libro El desafío poliamoroso. Por una nueva política de los afectos, editado ahora en Argentina por Paidós, la escritora investiga cómo la centralidad de la monogamia influye históricamente en las construcciones amorosas y sus mecanismos de imposición. Si lo que define a la monogamia es la exclusividad sexual es simple notar sus fallas en la infidelidad, que es su mejor compañera.
La infidelidad, explica Vasallo, es parte de ese sistema por más que se la señale como ilegitima, como aquello que está mal. Lo que define a la monogamia, en realidad, es “la importancia de la pareja frente a las amantes u otros amores. La jerarquía de unos afectos sobre los otros”, señala. Pueden existir otras relaciones sexuales pero solo una es la aceptable y correcta.
El poliamor puede ser machista y neoliberal, asegura Vasallo en su libro y hace un llamado de atención sobre lo que denomina “monogamia disfrazada de poliamor”, un discurso neoliberal que vende vínculos divertidos, felices, modernos, libres, sin dolor pero que encubren la falta de cuidados, donde lo que termina sucediendo es la reproducción relaciones no-monógamas basadas en la reproducción de la monogamia. Entonces ¿Es sólo la exclusividad sexual de la pareja lo que habría que desmontar? ¿Cómo abrir ese encierro sentimental sin que nadie quede varadx en el camino?
Vasallo propone desmontar "el monopolio de la monogamia", concebir al amor o los amores como "redes afectivas" partiendo de tres principios básicos: la inclusión, la convivencia y la cooperación, y también los cuidados mutuos, colectivizar los afectos, los deseos y los dolores, sin competencias ni jerarquías. La clave es preguntarnos ¿cómo lo llevamos a cabo?
¿Qué significa la monogamia disfrazada de poliamor de la que hablas en tu libro?
Habitualmente, cuando decimos monogamia, estamos pensando en la relación romántica de pareja, el interés solamente en las personas y con exclusividad sexual, esa parece ser la definición actual. Lo que yo denomino monogamia es un sistema que nos organiza socialmente a través de los afectos y los vínculos y que pone en el centro a la pareja. No es que la pareja tenga que tener exclusividad sexual o que sean dos o que ocasionalmente puedan ser más. No es exactamente esa la cuestión, sino el lugar que esa estructura ocupa en toda la organización social y el lugar que ocupa no es algo que lo hayamos decidido, sino que es una necesidad del sistema mismo y esa estructura es el centro. Cuando hablo de monogamia disfrazada de poliamor me estoy refiriendo a intentos que hemos hecho -por supuesto me incluyo- de romper la monogamia generando relaciones totalmente herederas de las formas monógamas que solamente apuntaban a la cantidad de parejas involucradas. Eso no cambia nada estructural, ni del conjunto de la sociedad, más allá de tu vida particular, esos cambios me parecen poco trascendentes, poco comunitarios y poco sostenibles. Justamente por eso me puse a investigar un poco todo. La monogamia disfrazada de poliamor serían relaciones consensuadas, múltiples y simultáneas, pero totalmente herederas de las formas del sistema monógamo. Lo que intento demostrar en el libro es que la exclusividad sexual es consecuencia de la manera en que organizamos las relaciones no la causa. De la manera en que lo montamos, la necesidad de la exclusividad sexual es obvia.
¿Es posible desmontar esa pirámide que tiene a la pareja en el vértice más alto?
Sí, claramente, no tenemos sueños pequeños. Algunas estamos pensando como acabar con el género binario, con el capitalismo o con la organización de fronteras. Tenemos que pensar que lo vamos a conseguir también para poder levantarnos cada mañana y seguir metiendo la energía, el cuerpo y la alegría. No creo que podamos ver su fin de manera inmediata, va a llevar tiempo y hay mucho que desmontar, sin embargo, creo que es posible y es urgente desmontarlo. Cuando digo desmontarlo no quiero decir dejar de tener pareja o tener que acostarte con un montón de gente, especialmente mientras tu pareja te espera en casa o hacer todas esas cosas que hemos visto que se están haciendo en nombre de la ruptura de la monogamia. Creo que necesitamos -y que es urgente- sacar a la pareja del centro en los contextos donde la pareja está en el centro de manera sistémica, no creo que sea todo el mundo, pero sabemos que hay espacios donde estructuralmente eso es así. ¿Y cómo sabemos cuándo es estructuralmente así? Tan sencillo como cuando no puedes pagar un alquiler o acceder a tener una vivienda si no es pagándola con tu pareja, cuando si no tienes pareja toda la sociedad te señala, cuando no te puedes reproducir sin tener pareja, cuando solamente tu pareja te puede ir a visitar al hospital, cuando estás enferma o incluso firmar papeles sobre el derecho a tu cuerpo. En lugares donde sucede todo esto la pareja es la estructura sistémica. Todo eso es lo que hay que desmontar.
¿Es posible construir amores no monógamos desde una red afectiva mientras la monogamia sigue siendo la norma, el “monopolio” de las relaciones?
Si, yo creo que lo estamos haciendo y lo hemos hecho y no solamente las personas que nos nombramos no monógamas porque creo que no podríamos sobrevivir como sociedad si este sistema estuviese perfectamente implantado. Creo que esta red se desarrolla y constantemente se despliega, lo que pasa es que no ponemos suficiente atención en ella. Ese es uno de los llamados claros del libro, ver lo que ya tenemos construido. Esa red está ahí, en la pandemia lo hemos visto montón. Las redes vecinales organizándose para atender a vecinas que ni siquiera conoces, que no pasan ni por el afecto, ni por el deseo, ni por la consanguinidad, pasa por ser comunidad. Cuando yo hablo de amor no monógamo me interesa y me fijo, por ejemplo, en relaciones no sexualizadas, en las amistades, el vecindario. Me pareció una práctica no monógama de primer orden preocuparte por la vecina en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir y que tal vez necesita que alguien le haga las compras. Ya sé que no es lo que se entiende habitualmente por la cuestión, pero es donde yo pongo el foco. Me parece transformador. El sistema monógamo rompió las relaciones comunitarias, en eso es donde tenemos que poner el foco, ver cuántos impedimentos nos han ido poniendo todos estos sistemas cruzados que han logrado que las relaciones comunitarias se vuelvan frágiles, en las grandes ciudades, que es desde donde yo escribo.
Pensando en la dependencia que genera el amor romántico, el “amor Disney”, como vos lo llamás ¿Cuál es el mayor peligro de caer en esto sin darse cuenta, sin cuestionarlo?
Lo llamo Disney porque me parece muy gráfico. Disney no es el tipo de amor, sino el tipo de relato de este amor. Hay una cosa muy curiosa que es que parece que todos estamos aprendiendo a ver cómo las demás tienen amores Disney mientras que el nuestro no nos lo parece nunca porque al nuestro lo sentimos y decimos ‘es amor de verdad’. El Disney también es de verdad, también se siente de verdad, lo que estamos criticando son las narrativas que hacemos alrededor de esa cosa que por supuesto sentimos como legítima, estupenda y perfecta. Entonces, ¿cuál es el peligro de esa narrativa y a qué estamos señalando? Estamos señalando a una forma de narrar y de autosugestionar y al mismo tiempo de propagar las formas amorosas que hacen que cuando llegue la violencia, que es lo que a mí me interesa, no podamos huir. Yo quiero saber comunitariamente qué podemos hacer para abrir vías de escape para cuando llega la violencia. Y cuando digo violencia me refiero a los feminicidios y a todas las violencias que hemos vivido y hemos ejercido en nuestra vida con excusa amorosa. Porque creo que si nos paramos a pensar en cuántas ocasiones hubiésemos dejado una relación y no lo hemos hecho por factores externos a lo que está pasando en esa relación, nos van a salir unos números y unas respuestas que no son asumibles. Todo ese contexto que te impide marcharte forma parte del amor Disney.
Pero no podemos obviar tampoco que muchas veces, muchísimas, salir de una relación de violencia es quedarse en la calle.
Me parece super importante recordar también las condiciones materiales. Lo que nos impide huir de la violencia no es solamente todo este sistema que nos dice sin pareja no eres nadie, te vas a quedar sola, nadie te va a cuidar, no puedes alquilar un piso. No es que tengamos nosotras un malentendido en la cabeza. Todo eso es cierto. Pero además también hay situaciones administrativas que la pareja atraviesa, atraviesa temas de fronteras, de crianza, todo. Entonces no podemos pensar en desmontar la pareja si no ponemos sobre la mesa todas las condiciones materiales necesarias para que, cuando llega la violencia, realmente nos podamos ir desde lo material también, que tengamos el sustento precisamente para eso, para la crianza, el alquiler, la comida, para todas esas cosas tan pragmáticas. Cuando hablamos de amor estamos hablando de esto.
En tu libro hablas de la “Energía de nueva relación” (New Relationship Energy). ¿Cómo definirías eso que parece ser como la gran trampa del amor romántico?
La Energía de Nueva Relación está muy bien vista en literatura poliamorosa, hay mucho trabajo de autoayuda sobre qué hacer cuando tu pareja tiene esta energía que se supone que es un subidón, solamente quieres estar con la otra persona 24 horas al día, los siete días de la semana y sólo piensas en la otra persona. Entonces tú que eres pareja de esa persona que está pasando todo esto, cómo haces para trabajar eso y que te parezca bien. Yo lo que digo en el libro es que a mí eso me parece una mierda. Me parece de una violencia muy grande. No entiendo por qué nos tenemos que deconstruir para transitar eso, para estar ahí. Lo que sí afirmo es que ese subidón es sugestionado por el sistema. Todo eso tiene que ver con el amor romántico, con lo que yo llamo amor Disney, con unas formas amorosas nacidas en Europa sobre el siglo XVIII y XIX y que se han ido propagando e imponiendo. Eso es precisamente una de las cosas que tenemos que desmontar. Si lo relacionamos con cualquier otra cosa que no fuese el amor, nos estaríamos preocupando por nuestra salud mental y, sin embargo, en el amor está completamente justificado, permitida la obsesión, la persecución, hasta el auto abandono.
¿No hay para vos algo del orden del deseo que funciona así desbocado en el primer tiempo?
El mito de la Energía de Nueva Relación es seguir alimentando eso de que es amor y siempre tiene formas de romantización y además hacerlo tan deseable que nos autosugestionamos para sentir eso cada vez. A veces, cuando digo esto hay revuelo porque dicen que es una cosa maravillosa, que nos gusta sentir y cómo vamos a renunciar a eso. Y entonces yo siempre pongo el ejemplo de muchas otras catarsis, catarsis colectivas que tenemos y que no renunciamos a ellas, sino que tomamos agencia sobre ellas. Y ahora se me ocurre: como cuando nos vamos de fiesta a bailar hasta las doce del mediodía y tenemos esa sensación que va subiendo en todo el cuerpo, y que es maravillosa y decidimos cuándo queremos o no eso. Pero no cada vez que sucede una fiesta de esas tenemos que dejarlo todo e ir hacia allí, esa es la diferencia. Debería formar parte de una agenda feminista retomar la propia agencia sobre el deseo también. Y retomar la agencia no significa siempre tener que atender al deseo. Cuando hablamos de amor libre me da miedo que a las relaciones exclusivas no las entendamos como amor libre. Porque se supone que la decisión esa también debería ser tomada en libertad. Creo que ha habido una confusión cuando se piensa que siempre hay que atender al deseo o que la libertad es siempre atender al deseo. La libertad es precisamente poder decidir qué haces con ese deseo según el momento, las circunstancias, etcétera.
En tu libro mencionas un vínculo que tuviste donde había un amor mutuo muy grande pero que, por el bien de la red afectiva de esa persona y el bien en común entre ustedes, ella decidió hacer a un lado ese deseo de continuar la relación. ¿Cómo controlamos ese deseo?
Creo que eso forma parte de la herencia monógama porque seguimos con la idea de que el deseo es una cosa que llega y te parte en dos: el Cupido, la flecha. Lo que nos cuenta la monogamia, el discurso Disney, es que llega Cupido, te dispara y tú no puedes hacer nada porque eso es algo que está fuera de tu control. ¡Y además te asegura que solamente va a suceder una vez en tu vida! Pero cuando esto sucede más de una vez en tu vida no tenemos explicación y entramos un poco el colapso. El problema no es que pase más de una vez en tu vida, el problema es que eso no funciona así. El discurso de que el deseo es irresistible es híper problemático en términos de cultura de la violación. No podemos seguir alimentando ese discurso. Por supuesto que los deseos son controlables y por supuesto que tomamos muchas decisiones respecto a nuestros propios deseos. Y no nos lanzamos así atendiendo solamente a eso. Por otro lado, el tema del control también tiene mala prensa. Entonces, en cuanto aparece la palabra control parece que es una cosa terrible, pero el control es una cosa terrible cuando es jerárquico, cuando te está controlando Google. Lo otro es de responsabilidad, es poder tener distancia y libertad. Poder tener decisión sobre ti misma y que no haya pulsiones que decidan por encima de ti.
¿Cuál crees que es el gran desafío poliamoroso?
Para mí el gran desafío es desmontar este sistema sin que eso nos lleve al neoliberalismo de pensarnos individuos no interconectados, que nos consumamos unos a otros. Todas esas dinámicas que hemos visto y que vemos según qué corriente poliamorosa. Creo que estamos en esa pinza y me parece que es una pinza trascendente a muchos niveles.
Hay un capítulo en tu libro que se titula "Terror poliamoroso" ¿A qué te referís?
Me refiero a que el sistema nos ha reducido al núcleo pareja, nos ha obligado a desvincularnos de todo lo demás, nos ha impuesto formas concretas de aislamiento. Por ejemplo sometiéndonos a horarios laborales insostenibles como para generar otras redes afectivas. Vivimos al límite de nuestras posibilidades, pero al mismo tiempo, la casa y la pareja es el último núcleo que nos queda, el último refugio. Y de repente decimos esto hay que desmontarlo. No me extraña que de terror, pero lo que deberíamos estar diciendo es, tenemos que poner las condiciones materiales para que eso no tenga tanta centralidad. Cuando no tenga tanta centralidad, si realmente es así como quieres vivir, maravilloso. Pero eso ya no será sistémicamente obligatorio, ya no será la única posibilidad que tenemos de sobrevivir, porque al mismo tiempo, no creo que sea una posibilidad real de subsistencia. El centro de la cuestión es recordar que desmontar el sistema es sacar a la pareja del centro, pero que además eso solamente se puede hacer si tenemos solventadas las cuestiones materiales ¿quién se puede permitir el lujo de desmontar la pareja y quién se puede permitir el lujo de tenerla?
¿Cómo se traduce en la práctica la horizontalidad, la comunidad, la cooperación como guía a seguir al momento de tejer y sostener esa red afectiva horizontal?
El sentimiento de comunidad lo voy a poner en un ejemplo que va de amistad porque me interesa descentrar otra vez ese mismo núcleo. Me interesa la cuestión de la comunidad cuando hay un conflicto. ¿Cómo nos involucramos en ese conflicto? Porque creo que la tendencia es mirar hacia otro lado. Cuando hay un conflicto entre amigas, cuando ves a una amiga que quieres haciendo cosas que no te están resonando nada bien, cuando ves a una amiga que quiere ejercer violencia, aunque sea de forma involuntaria, ¿qué haces con eso? ¿Qué soluciones hay, aparte de las soluciones que parecen bastante monógamas de querer o no querer? ¿Cuántos espacios intermedios hay? ¿Qué significa querer en esos casos? Qué significa acompañar a tus amigas y además pedir a tus amigas que te acompañen cuando te pierdes un poco y dejar ese espacio para decir "si ven que me estoy comportando como una imbécil necesito que me lo digan, necesito ojos". Todas los necesitamos. ¿Cómo hacemos ese acompañamiento? Estamos intentando desmontar el binarismo del género, pero con todo lo demás parece que sólo reforzamos el binarismo. Todo lo que hemos aprendido de desmontar el binarismo, de todas las posibilidades que hay que no son ni si, ni no ¿Qué pasa con eso? ¿Cómo aplicamos a la vida? ¿Cómo aplicamos eso a todo lo demás? Me parece que ahí también hay una línea interesante que tiene que ver con la construcción de comunidad.
¿Conocés comunidades que hayan podido generar otro sistema de relaciones?
Cuando hay comunidades que han conseguido resistir al sistema, lo que hace el mismo sistema es conseguir que las miremos con desprecio o nos parezcan un atraso. De manera que nunca podemos aprender de gente que resiste al sistema. En el libro lo explico con la islamofobia poliamorosa. En el Estado español, frontera con Marruecos y lugar de arrivo de personas africanas, llegan familias poliamorosas llamadas polígamas, que son divididas en la frontera, son separadas. Europa en nombre del feminismo, decide cuál de esas parejas es la legítima. Lo que está claro es que la frontera europea no la pueden pasar. Por ejemplo, cuando una persona hace reagrupación familiar solamente se le reconoce a un esposo o a una esposa. Y no solamente eso, en las fronteras, el Estado español está haciendo pruebas de ADN para comprobar que las criaturas que vienen con personas son sus hijas porque se ve que solamente se puede ser hija a través de ADN. Eso es sistema monógamo también. Para mí esas son las prioridades que tendría que tener un movimiento no monógamo, ver que está pasando en las fronteras ese lugar descarnadísimo donde eso toma cuerpo y al mismo tiempo toma invisibilidad. Porque claro, son espacios muy bien camuflados y además no hay un interés mayoritario.