En los últimos días de enero, Kaja Kallas (Tallin, 1977) juró como primera ministra de Estonia, convirtiéndose así en la primera mujer en ocupar el alto cargo en el mentado país báltico, de 1,3 millones de habitantes, tras ser elegida por el Riigikogu (el Parlamento) para sustituir a Jüri Ratas, que debió dimitir las semanas pasadas por un escándalo de corrupción. Un hecho histórico por partida doble, en tanto hoy día esta república puede jactarse de ser la única del mundo cuyas dos máximas autoridades son mujeres. Kersti Kaljulaid, recordemos, es presidenta desde 2016, y lo será por lo menos hasta fines de 2021. No ha anunciado aún si buscará la reelección para otro mandato en esta nación sumamente digitalizada (conocida como “el Silicon Valley europeo”, por cierto, por sus numerosísimas start ups tecno, piedra angular de su apuesta por establecerse como “e-Estonia”).
La llegada de Kallas, de 43 años, marca además la salida de la ultraderecha de la coalición gobernante. Para asegurar su puesto dos años atrás, Ratas -del Partido del Centro- se había aliado con los conservadores Isamaa y con EKRE, formación xenófoba y eurófoba, que incluso ha alabado públicamente la política económica del nazismo. Distintos escándalos de estos ultraderechistas (entre ellos, acusar a Joe Biden de corrupto, o referirse peyorativamente a la primera ministra de Finlandia diciendo que “cualquier vendedora de ropa ahora puede dirigir una nación”), habían preocupado a la presidenta Kaljulaid, pronta a declarar que EKRE era “una amenaza para la seguridad nacional y el orden constitucional”. Temor fundado que, afortunadamente, parece zanjarse con Kaja, actual líder del partido Reforma, hija del exprimer ministro Siim Kallas.
Nótese, por cierto, que pretendía EKRE celebrar un referéndum en estos meses para que la constitución definiera categóricamente que el matrimonio era entre un hombre y una mujer; plan que de ninguna manera se llevará adelante, según precisó KK, afirmando que ella tiene por objetivo “asegurar los mismos derechos a todas las personas”.
Además de lidiar con los coletazos de la pandemia y concentrar esfuerzos en adquirir y distribuir vacunas, Kallas ya ha marcado agenda, aclarando que su gobierno será “muy proeuropeo” y estrechará lazos con países vecinos. También hará cambios sustanciales en lo que refiere a la crisis climática: se ha comprometido a desarrollar una estrategia para detener la producción de energía de esquisto bituminoso en el país para 2035, y lograr la neutralidad de carbono para 2050. También, y en pos de equidad, ha nombrado a mujeres en puestos clave de su gabinete: a cargo de 7 de los 14 ministerios; entre ellos, el de Finanzas (Keit Pentus-Rosimannus) y el de Relaciones Exteriores (la diplomática Eva-Maria Liimets). “Personas realmente competentes”, como ella misma se ha encargado de subrayar. Ella, que domina cinco idiomas (además del estonio: el finlandés, el inglés, el francés y el ruso), vale mencionar, que ejerció como abogada y fue eurodiputada, entre muchas otras chapas que pueden leerse en su web. Página donde precisa sus aficiones (el golf, los rompecabezas, el esquí), y publica regularmente reseñas de lecturas favoritas, con pasajes preferidos.
“¿Será que estamos ante un punto de inflexión?”, se preguntan analistas, no sin esperanzas, al observar cierta tendencia al alza en el norte de Europa, donde la mayoría de los países son liderados hoy día por mujeres. Seis de ocho, en honor a la precisión, señal de un techo de cristal que inevitablemente se está resquebrajando con la mentada Kallas en Estonia, la socialdemócrata Mette Frederiksen en Dinamarca, la conservadora Erna Solberg timoneando Noruega, la ecologista Katrin Jakobsdottir en Islandia, la economista Ingrida Symonite en Lituania y otra socialdemócrata, la joven Sanna Marin -de 35 años- en Finlandia. Solo falta Letonia y Suecia para el cartón lleno, ¿acaso cantará Europa del Norte bingo más temprano que tarde?
“Es demasiado pronto para determinar si este avance es indicativo de un futuro más equitativo o si se trata de un espejismo, el árbol que esconde el bosque”, apuntaba recientemente el medio France Inter, observando además ciertas coincidencias entre las citadas políticas. Por caso, que ninguna de ellas pertenece a un partido radical, extremista; que mantienen una excelente imagen pública, percibidas como eficientes, empáticas, transparentes; que en general han logrado buenos resultados con su manejo de la pandemia…
Dicho lo dicho, a nivel mundial, solo 22 de los 193 países son gobernados por mujeres actualmente. Aunque cada vez hay más legisladoras (el 25 por ciento del total global) y hay más ministras (el 21 por ciento), las jefas de estado apenas llegan al 10 por ciento. Para más inri, según datos del Foro Económico Mundial, se necesitarían entre uno y dos siglos para que se logre una verdadera paridad política en el globo. Si todavía hay mundo para ese entonces…