El Trío Sin Nombre existe mucho antes de que sea un trío y no tenga nombre. "Por lo menos desde el 2000", dice Ale Dolina. ¿Te suena el apellido? Es lógico: fue Alejandro padre quien los articuló alrededor de Lo que me costó el amor de Laura, una opereta que primero fue libro, luego CD y finalmente puesta teatral. Aunque ellos tres estaban vinculados de antes: "A Ale lo conozco desde que nací, jaja", bromea Martín, su hermano menor. Manuel Moreira conectó con Ale un poco más tarde, compartiendo la carrera de Composición en la UCA. Con Martín, en cambio, había una diferencia de edad: "¡Pero igual nos hicimos amigos jugando videojuegos!".

El Trío Sin Nombre, finalmente, se funda alrededor de La venganza será terrible, aunque curiosamente los hermanos Dolina fueron los últimos en entrar. "Se acababa de ir Rolón y mi viejo pensaba en cómo reemplazarlo, también desde el punto de vista musical, porque Gabriel cantaba, tocaba la viola y era un co-equiper re importante del Sordo Gancé. Entonces le propuso a Manu hacer unos dúos", cuenta Ale. "Era enero de 2008, el programa se hacía en el Auditorium de Mar del Plata, y nosotros andábamos ahí de vacaciones. Hicimos dos temas de Los Beatles, estuvo bueno… y acá estamos juntos, trece años después."

Siempre se creyó que una importante porción de la audiencia del programa se compone de jóvenes (Dolina sostiene que en realidad se debe a que las sucesivas generaciones de pibes se hacen notar más que los veteranos, acaso igual de cautivos que los primeros). Aún dando por cierta esa suposición, La venganza será terrible tiene varios yeites de la radio old school, y uno es la creación de una banda con dedicación exclusiva. Algo impensado en esta época, y quizás por eso más pregnante: el trío va por su temporada 14 y el programa es inconcebible sin su participación.

A la inversa, el grupo no se imagina por fuera de la radio. "A pesar de que antes de entrar al programa ya tocábamos en reuniones o cumpleaños y teníamos un buen repertorio", aporta Manu Moreira. "Los tres estábamos mucho tiempo juntos, incluso en otros laburos de mi viejo como la obra de El Bar del Infierno o el programa de tele El show de Alejandro Molina. También íbamos al cine", suma Ale. Y Martín redondea: "Nos unían Los Beatles… y Los Simpson. Esas son las patas de nuestra amistad".

Amigos de lo ajeno

Son tantas las canciones que hicieron en estos años, que ni siquiera pueden ponerse de acuerdo para establecer la cifra. Uno dice que llevan al menos 200. Otro, más de 300. Y el audaz se anima a aproximarse a los 400. Solo hay dos números concretos, ambos parciales pero enormes: "Habíamos hecho una lista antes de la pandemia y superaba las dos centenas", arrima Martín. "Mientras que solo en cuarentena –agrega Ale– tocamos unas 150, porque nos impusimos la consigna de no repetirlas."

Siempre con la idea de hacer canciones ajenas pero reversionadas con mucho arreglismo y prolijidad, el trío logra ponerles su impronta. Lo único que cambió fue el mundo; y con él, ellos: el aislamiento los empujó a prescindir del vivo para trabajar de manera remota, enlatando las canciones. Aunque eso se convirtió en una fortaleza: "Cada uno tiene los chiches necesarios para grabar bien desde su casa, así que vamos maqueteando por mail y luego lo integramos", cuenta Ale, encargado de la mezcla final. Y su hermano Martín sostiene que eso les permite tomarse "más licencias en la forma de realizar y hacer los temas, con mayor complejidad musical e instrumentos".

El combo se integra por bajo, guitarra y tres voces, a las que eventualmente pueden sumarse las teclas del Sordo Gancé, la trompeta de Gillespi y algún artilugio de Patricio Barton. Y la presencia de Lucrecia López Sanz, del grupo Nube 9, quien reemplazaba a Moreira cuando él tenía otros compromisos y hasta llegó a tocar con los tres, transformando por una noche al trío en el Cuarteto Sin Nombre.

Todo es una pantalla

En cuarentena, el Trío Sin Nombre fue para sus miembros "un madero en el naufragio de la incertidumbre". Es que tanto Ale como Martín se apegaron exclusivamente a ese proyecto, mientras que Manu ralentizó su obra solista porque "al principio todo el mundo estaba re para afuera, haciendo streaming hasta para ir al baño". Él sentía que "la naturaleza nos estaba dando un mensaje de parar un poco", así que se puso a meditar. "Me metí en un plan muy para adentro", reconoce. "Desde febrero del 2020 nos vimos una sola vez, en el streaming del programa de fin del año pasado. Nunca estuvimos tanto tiempo sin contacto físico", extraña Moreira.

Aunque la nostalgia brota con tanta fuerza como las ideas: además de aprovechar las bondades de la tecnología, fueron más allá del repertorio habitual (mucho rock, algún gustito folclórico, standards de jazz cuando se suma Gillespi) con una innovación que les abrió horizontes. "Alguna vez habíamos hecho la canción de las Tortugas Ninja, en otra ocasión la del Inspector Clouseau, y también la de Los Borbotones", recuerda Martín. Así nació un nuevo formato que explotó en 2020: reversiones de soundtracks de dibujos animados vintage que consumían de pibitos, como Thundercats, Los Supercampeones, Caballeros del Zodíaco y hasta una versión boricua de Silver Hawks

Cebados por esta vuelta de tuerca del repertorio, en 2021 van por más y se proponen hacer canciones de series. "Hasta ahora hicimos una sola, la de Friends, porque le pedimos al público que decida, y esa elección fue abrumadora". En la vieja normalidad aceptaban solicitudes de canciones a través mails e incluso durante el corte del programa. "Si la conocíamos, la tocábamos", jura Martín.

¿Nunca les falló una canción en vivo?

Ale Dolina: Una vez le pifiamos en Wild Horses, de los Stones, y nos tentamos. Probamos con otra… y nos volvimos a tentar. Entonces mi viejo tiró: "Acá estamos tratando de hacer un programa de radio". Demoledor. Después, en el camarín, nos reímos todos: nos equivocamos una sola vez en catorce años. ¡Tenemos una conducta intachable!