Nuestra cultura suele pensarse a sí misma como la cúspide de la libertad sexual, el momento donde el mercado satisface todos o casi todos los deseos. Sin embargo, desde lugares tan distantes como la ciencia, los feminismos o la literatura, nos llegan noticias que nos hablan de la presencia de una abrumadora multitud de personas con vulva y clítoris que no se sienten satisfechas con su vida sexual.
¿Cómo es posible que esto ocurra en sociedades que se piensan en la cima de la libertad sexual? ¿Por qué el clítoris y su eyaculación se presentan como un misterio muchos años después de la llegada a la luna o la internet de los cosas? ¿Por qué acabar suele quedar tan lejos? ¿Qué prácticas pueden ayudarnos a abrir la imaginación política de los cuerpos?
En el libro Orgasmo, de Sarah Barmak, (Hekht, 2021) unx joven periodista no binarix canadiense, se sostiene que nuestra cultura se monta sobre la invisibilización de los placeres de quienes no son varones heterocís blancos. Asimismo, se nos cuenta cómo las mujeres y las disidencias están comenzando a recorrer el camino sensual y corporal, para alcanzar los placeres más allá de las representaciones, consumos y exigencias del mercado.
El modelo del orgasmo másculino está muy lejos, sostiene, de captar aunque sea mínimamente la diversidad y riqueza de los placeres; sin embargo, se impone como el único existente al mismo tiempo que patologiza y medicaliza todo lo que se separa de él.
Sostenés que nuestra cultura se concentra en un modo del placer, androcéntrico y masculinista, que no considera a quienes no son varones cis heterosexuales y blancos ¿Cómo nos afecta esta tiranía de los placeres?
En la historia de la cultura occidental, el placer sexual se pensó como algo que pertenece específicamente a los hombres. Se presenta a los hombres (en las películas, los libros, en la educación sexual y la vida cotidiana) como los buscadores activos del placer, mientras que las mujeres son las receptoras pasivas de esa atención. La ciencia considera al placer en sí mismo como algo que sigue un patrón lineal y típicamente masculino: a actividad sexual comienza con el deseo de un sujeto, luego sigue la estimulación sexual, la casi inmediata excitación y, al final, todo culmina con un único orgasmo. Durante décadas, las mujeres que no experimentaban el sexo de esta manera eran consideradas "frígidas" o disfuncionales. Desde hace muy poco tiempo, estamos empezando a comprender que para las personas que no son hombres cisgénero, el placer no es siempre rápido y lineal, y el orgasmo no es siempre la "meta". Y que eso es posible y deseable para muchxs.
¿Hay una relación directamente proporcional entre la exigencia capitalista y la imposibilidad de muchxs de alcanzar el orgasmo y el placer?
Sí. Hace mucho tiempo, negábamos que las mujeres tuvieran orgasmos, era una prohibición, un pecado, un tabú; en la actualidad, les presionamos para que tengan orgasmos con mucho ruido, cada vez que quieran, y diciéndoles que deben querer mucho. Las películas fetichizan el sexo heterosexual, al “estilo misionero”, en el que el hombre y la mujer tienen un orgasmo cada uno y de manera simultánea. Esta idealización es la razón por la que muchas fingen sus orgasmos o se sienten inadecuadas. Irónicamente, cuanto más se esfuerza por alcanzar el orgasmo, más difícil le resulta. Esta es otra forma en la que las personas con vulvas tenemos que trabajar, ¡incluso cuando se supone que la estamos pasando bien! La resistencia puede ser descansar y disfrutar cualquier sensación que se produzca en tu cuerpo durante el sexo, incluso si no hay orgasmo, aunque esto puede ser muy difícil de lograr.
Le dedicás un capítulo entero del libro a los efectos negativos de la pornografía hegemónica en la medida en que la industria cultural ejerce una función pedagógica sobre todxs nosotrxs ¿qué podrías decirnos sobre el vínculo entre placeres y educación sexual?
Este es un mundo donde los xadres y lxs médicxs suelen evitar hablar de sexo, y donde lxs jóvenes obtienen información sobre el sexo a través de la pornografía hegemónica que reproduce el modelo androcéntrico de los placeres, si bien no se puede desconocer que hay un porno feminista y cuir en ascenso. En este contexto, una educación sexual rigurosa es ¡extremadamente importante! Incluso algo tan sencillo como aprender la anatomía exacta (por ejemplo, las partes de la vulva y el clítoris, y saber dónde están en tu cuerpo) puede tener un efecto enorme y empoderador. La mayor parte de la pornografía se centra únicamente en el sexo con penetración, si bien la mayoría de las mujeres necesitan la estimulación del clítoris para tener un orgasmo. Es muy probable que las mujeres crezcan sin conocer su propia anatomía. Si lxs niñxs, mujeres y disidencias se empoderan con el conocimiento de sus cuerpos, esto puede mejorar no solo el acceso al placer, sino que también este saber mejora sus posibilidades de dar o negar su consentimiento a diversas prácticas sexuales. Saber cómo se obtiene el placer es un tema profundamente político.
Tu libro contiene muchos hallazgos para quienes lo leen (las posibilidades del clítoris, los aportes de la ciencia, la poesía y la mística, relatos valiosísimos, etc.) pero ¿qué fue lo que más te sorprendió a vos durante la investigación?
Cuando escribí este libro, me sorprendió de manera positiva ¡la inventiva, la creatividad y la verdadera singularidad de la sexualidad de las personas con vulvas y clítoris! Es frecuente que se nos pregunte “Pero ¿qué quieren ustedes?” a lo que podríamos contestar: “No queremos las mismas cosas” o “queremos muchísimas cosas, todas diferentes entre sí”. Deberíamos sentirnos capacitadxs para aceptar de una buena vez la singularidad y la originalidad de nuestros deseos, para finalmente dejar de lado el vano intento de encajar en la misma casilla de feminidad y sensualidad comercializada que se nos impone una y otra vez. Creo que ese movimiento está comenzando.
Hekht publicó Orgasmo de Sarah Barmak en febrero de 2021, traducido por Gabriela Raya y Maria Eugenia Soler. *Nota publicada originalmente el 12/2/21