En los últimos años, el universo de las apps se ha expandido hasta convertirse en uno de los grandes reguladores de las relaciones humanas. ¿Cuáles son los alcances de ese fenómeno? ¿Todo puede ser administrado apoyando un dedo en una pantalla? ¿Qué información debe entregar cada une en este proceso y para qué se usan esos datos? El debate está sobre la mesa en todo el mundo y Dinamarca no es la excepción: hace unas semanas, una empresa danesa desató una fuerte controversia al anunciar el lanzamiento de una app que ofrece --así lo expresa la compañía-- “la oportunidad de documentar el consentimiento para tener relaciones sexuales” durante una ventana de 24 horas.
Se trata de iConsent, una creación de Schellenbauer & Co que, por el momento, solo está disponible para Android. Según explicaron sus desarrolladores, mediante la app una persona puede enviar a otra una solicitud para tener relaciones sexuales registrando, en caso de que esa persona acepte la petición, su “consentimiento explícito por 24 horas”. La iniciativa surgió luego de la modificación que Dinamarca llevó a cabo en su Código Penal, vigente desde el 1 de enero de 2021, que tipifica el “sexo sin consentimiento explícito” como una violación (ya son 12 los países de Europa que transformaron sus legislaciones en el mismo sentido).
Hasta el año pasado, la ley danesa solo consideraba como violación una relación sexual en la que hubiera violencia física o amenazas, o bien en casos en los que la víctima estuviera en situación de coerción o vulnerabilidad. Una encuesta realizada en la Unión Europea en 2014, citada en un informe de Amnistía Internacional de 2019, reveló que Dinamarca era el país con mayor prevalencia de violaciones en mujeres y adolescentes a partir de los 15 años (el 19% de las entrevistadas). Según el Ministerio de Justicia danés, hay cada año unas 6.700 mujeres que sufren una violación o un intento de abuso. Una investigación de la Universidad del Sur de Dinamarca calculó que esta cifra puede haber sido de hasta 24.000 en 2017. Sin embargo, son pocos los casos que llegan a la justicia: en 2019 se denunciaron a la policía apenas 1.017 y sólo 79 acabaron en condena.
En su informe sobre Dinamarca, Amnistía aclara que "las personas de todos los géneros –mujeres, hombres, personas no binarias y quienes no se ajustan a las convenciones de género–" enfrentan situaciones de abuso sexual y, en ese sentido, la investigación que llevó adelante el organismo "no refleja tan bien como nos habría gustado las vivencias de otras mujeres, además de las cisgénero".
Con la modificación que fue aprobada en diciembre de 2020, dicen los medios locales, se comenzará a dar protección legal a aquellas víctimas que, por ejemplo, no hayan podido manifestar de forma explícita su resistencia por estar en un estado de inconsciencia. Otras voces, entre las que se incluye Amnistía, advierten en cambio que “la nueva ley no es totalmente clara en su comentario de que la pasividad no puede considerarse consentimiento”, aunque el organismo celebra que “a pesar de este punto débil, sigue siendo un paso enorme para Dinamarca”. En ese debate sobre las formas de explicitar el consentimiento, la propuesta de Schellenbauer & Co opta por la literalidad a través de una app.
Cómo funciona
En la descripción que ofrece la empresa desarrolladora se detalla que “el consentimiento (de iConsent) se limita a una relación sexual" y también "tiene un límite temporal. Expira después de 24 horas, hayas tenido relaciones o no, y se puede retirar en cualquier momento”. La compañía asegura, además, que en la aplicación hay consejos sobre sexualidad, anticonceptivos y enlaces a páginas que ofrecen ayuda en caso de haber sufrido un abuso. Y recuerda que, más allá del registro en iConsent, es importante que las personas involucradas se cercioren de querer seguir adelante con la relación sexual en todo momento.
Aunque se trata de un desarrollo que no es legalmente vinculante, la forma en que este se presenta ante el mercado sugiere que el consentimiento generado a través de la app podría llegar a ser utilizado como prueba en alguna demanda. Anna Fast Nilsson, una de las creadoras de iConsent, dijo que si bien la aplicación “no elimina la responsabilidad de cada persona, tanto antes como durante y después” de las relaciones sexuales, “hay muchas violaciones y muchas no se condenan porque es una palabra contra la otra”. Frente a ese problema, expresó, “esperamos poder proporcionar algo de pruebas, como mínimo algún tipo de documentación”.
Una app “potencialmente peligrosa”
Mikkel Flyverbom, miembro del Consejo de Ética de Datos de Dinamarca y profesor de la Copenhagen Business School, confesó al diario danés Politiken que cuando escuchó acerca de iConsent creyó que se trataba de “una simple broma o una reacción sarcástica” ante la modificación que se incluyó en el Código Penal. Cuando entendió que “los desarrolladores iban en serio”, calificó el invento como “probablemente la peor solución e idea imaginable”.
Es que más allá de las intenciones expresadas por los responsables de Schellenbauer & Co, señalaron algunos medios y agrupaciones feministas locales, los problemas están a la vista. “Da la impresión de que protege, pero ¿qué pasa si te arrepentís y no podés agarrar el teléfono para retirar el consentimiento? ¿Qué pasa si la cosa evoluciona hacia una dirección que no querés?”, planteó Everyday Sexism Project de Dinamarca --un portal que busca combatir el sexismo en el país-- al calificar la app como “potencialmente peligrosa”.
“Hay que entender que el consentimiento siempre puede cambiar”, coincidió la abogada feminista Sabrina Cartabia en diálogo con Página/12. “No es que vos brindás tu consentimiento y este se abre por un lapso temporal: siempre puede verse afectado dado que en cualquier momento puede ocurrir algo que cambie las condiciones que vos habías consentido. Por eso tampoco la app garantizaría que no haya violencia sexual”, indicó la letrada.
Al tipificar la violación como "toda relación sexual sin consentimiento explícito", interpretó la especialista, la ley danesa exige que las personas “digan que sí”. En ese sentido, advirtió a este diario Melisa García, presidenta de Abofem, la primera asociación de abogadas feministas del país, “hay toda una discusión”. “Si bien me parece fundamental que Dinamarca ponga de manifiesto en su Código Penal la frase ‘sexo sin consentimiento explícito’, visibilizando que el sexo no se da siempre de esa forma”, opinó García, “¿Cómo se comprueba que una persona haya dicho 'sí, quiero' o 'no, no quiero'? ¿Apretando un botón? ¿Y si la otra persona lo hace por vos? ¿Cómo comprobás que ahí no hubo abuso?”.
Además, reflexionó la presidenta de Abofem retomando la discusión sobre la temporalidad, también puede pasar que “hayas dado el consentimiento pero en algún momento dejes de consentir. Si no llegás a poder cambiar eso en la app, la otra persona podría tener una prueba en tu contra argumentando que vos sí consentiste y por lo tanto no se está violando ningún artículo del Código Penal danés”.
Consentimiento en Argentina
En Argentina, la ley considera que ha habido abuso sexual tanto cuando hay violencia física, psicológica, coacción y amenazas como ante la ausencia de consentimiento en la víctima (a diferencia de la normativa danesa, no utiliza la palabra “explícito”). También se incluye dentro de este delito cualquier actividad sexual con una persona menor de 13 años, ya que a esa edad la ley considera que no existe consentimiento.
Según el Sistema Nacional de Estadística Criminal (SNIC) del Ministerio de Justicia de la Nación, en 2019 hubo 5.536 víctimas de “violación” y 16.592 que sufrieron “otros delitos contra la integridad sexual”. Un informe de la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM) del 2018 reveló que el 90% de las víctimas de violencia sexual son mujeres y el 40% son menores de 18. El 87%, detalló el organismo, no realizó la denuncia por “desconfianza en las instituciones, minimización del hecho y/o ‘resolución por cuenta propia’”.
“En principio, diría que sería muy difícil aplicar una app del estilo iConsent en Argentina”, apuntó García. “Para empezar, hay que pensar en la brecha digital y en un montón de cuestiones relacionadas con el empoderamiento de la mujer y la utilización de internet y la tecnología”, señaló la vocera de Abofem. “Hay que tener en cuenta que el nivel socioeconómico y cultural de Dinamarca, que es donde surgió esta tecnología, es muy distinto al latinoamericano. Sería muy difícil pensar si acá funcionaría la app, pero diría en principio que no, que terminaría favoreciendo a quienes perpetran este tipo de abusos”, agregó.
Partir de la desconfianza
iConsent no es la primera app en intentar regular el consentimiento. En Estados Unidos, por ejemplo, salió al mercado una similar en 2015 (WeConsent) que permitía registrar el “sí” a través de un video de 20 segundos en el que pudiera verse con claridad el rostro de las personas que accedieran a mantener una relación sexual. Más allá de las dificultades prácticas que puedan traer estas tecnologías, puntualizó la abogada Sabrina Cartabia, también cabe preguntarse por la ideología que subyace en ellas.
“A mi me parece que obedece un poco a un pánico moral que se corresponde con un estereotipo de que las mujeres son mendaces y que van a salir a mentir respecto de si tuvieron relaciones sexuales consentidas o no. ¿Eso podría llegar a ocurrir en algún caso? Sí, podría llegar a ocurrir. Pero me parece que el riesgo es tan chico que no se justifica”, reflexionó la abogada, infiriendo que estas tecnologías parten de la base de que si bien la violencia sexual afecta a todos los géneros y sexualidades, la mayoría de los abusos que en términos estadísticos terminan expresándose en denuncias penales tienen como víctima a las mujeres.
Además, “la experiencia muestra que no trae ningún beneficio a las mujeres pasar por una situación de denuncia de abuso sexual”, remarcó. De hecho, muchas veces suelen ser revictimizadas por la justicia, que les pregunta una y otra vez qué hicieron para provocar el abuso o por qué se colocaron en determinada situación.
“Esta reforma del Código Penal danés quiere resolver un tema tan complejo como el de la violencia sexual a partir de consentir con un ‘sí/no’ verbal insinuando que tenés que encarar una relación con el otro desde la desconfianza”, cuestionó en diálogo con Página/12 Mariana Palumbo, doctora en Ciencias Sociales de la UBA, localizando el problema, más allá de la app, en la nueva normativa de Dinamarca. “Esa ley te está diciendo todo el tiempo que el encuentro con el otro es una potencial violación. Me parece que tiene que ver con una visión de la sociedad muy vinculada a la fragmentación social y la posibilidad de construir lazos”, advirtió.
¿Se consiente solo con la palabra?
Si bien en algunas sociedades el “no es no” parece un debate saldado, también es cierto que esto no ocurre en todos los países del mundo y que la discusión ha ganado profundidad recién en los últimos años. “Antes no se hablaba de esto, se consideraba algo que estaba dado. Ahora se está discutiendo hasta a nivel simbólico, en las películas, en las series, en organismos de derechos humanos”, destacó Melisa García.
“¿Qué es consentir? ¿Se consiente con el cuerpo, se consiente con la palabra? Porque hay formas de erotismo que no necesariamente necesitan de un consentimiento verbal”, dijo Palumbo al preguntarse qué implica el consentimiento explícito para la ley danesa. “Volviendo a la app”, siguió la investigadora, “¿en un momento de encuentro entre los cuerpos hay que pararse y buscar el teléfono para decir ‘sí, consiento’? ¿Cómo se dice que sí? ¿Cuánto tiempo dura ese sí? ¿Cómo se posicionan los cuerpos ante ese sí? ¿Qué pasa con el erotismo en ese sí?”.
Según Amnistía Internacional, el concepto de consentimiento "es muy sencillo": para tener relaciones sexuales "tenés que saber que la persona con la que deseas tenerlas también quiere". Tal idea "supone tener comunicación verbal y no verbal con tu pareja y asegurarte de que todos los actos sexuales se realizan con pleno acuerdo mutuo”. Debe quedar claro, sostiene el organismo, “que guardar silencio o no decir realmente la palabra ‘no’ no es lo mismo que dar el consentimiento. Una regla general es: en caso de duda, preguntá. Si seguís dudando, pará. No es incómodo preguntar y no debés seguir adelante a menos que la otra persona consienta”.
Si el otre está dormide o inconsciente, precisa Amnistía, “no puede reaccionar y no puede dar su consentimiento a ninguna clase de acto sexual”. Y agrega: “podría haber otras situaciones en las que una persona sea incapaz de dar verdaderamente su consentimiento, como, por ejemplo, que no tenga capacidad mental para ello o sea menor de edad”.
Las leyes basadas en el consentimiento “no son la solución total para abordar y prevenir la violación, sino un punto de partida”, advierte Amnistía. Además de los cambios jurídicos, para garantizar el acceso a la justicia y la prevención es esencial la “debida implementación, incluso por medio de formación para los profesionales competentes, junto con sensibilización, eliminación de los mitos y educación sexual adecuada”.
El feminismo, consideró Palumbo en ese sentido, “puja todo el tiempo por políticas contra las violencias y los abusos, le está pidiendo al Estado permanentemente que genere distintas leyes, muchas de índole punitiva, para hacer frente a estos problemas”. Ante esa dinámica, se pregunta la investigadora, ¿qué otras posibilidades existen? “¿Por qué no tener militancias feministas que piensen los deseos, piensen los erotismos, que piensen la sexualidad como algo maleable y no que traten de reglamentar y estamentar todo?”, reflexionó.
“¿Por qué no laburar con las masculinidades para que no se tenga que tornar violenta una situación porque una mujer --en el caso de las relaciones cisheterosexuales, aunque esta idea se extiende a todo tipo de vínculos en los que existan mandatos patriarcales-- diga que no, es decir, para que se entienda que en un momento de la práctica erótica puede ser que la persona no tenga más deseo? Y también para desarmar esta presunción que pesa sobre las masculinidades que supone que ellos siempre quieren coger, siempre están disponibles”, propuso la investigadora como alternativa.
Feminismo y mercado
Otro aspecto a revisar, agregó Palumbo volviendo sobre la app danesa, es la relación entre el feminismo y el mercado. “Una empresa te está diciendo que soluciones una situación tan compleja como la violencia bajándote una aplicación. Me parece una solución práctica solo cuando se piden respuestas simples y no se complejiza: el mercado no te hace reflexionar, te dice que si vos compras ciertos bienes y servicios vas a estar mejor en algo. Esta app es una respuesta productiva, capitalista: decí ‘sí’, ‘no’, y a otra cosa. Busca practicidad en algo que es impráctico, porque el deseo no es algo estático”, opinó la especialista.
Por otro lado, concluyó la investigadora abriendo un debate cada vez más en auge con la llegada de la pandemia, la app es una solución no solo problemática sino también “peligrosa”, porque “le estás dando a la empresa un montón de información sobre tu vida. ¿A quién le estás mostrando si consentís o no? ¿Qué va a pasar con toda esa información? La aplicación puede ser gratuita o paga, pero igual genera una big data que termina favoreciendo al mercado”, alertó.