En los últimos quince días, el Gobierno Nacional logró por la vía política lo que le venía costando: sentar agenda con temas económicos de relevancia, logrando visibilidad en el marco de una recuperación que se ve en algunos números, pero que tenía a los sectores de poder desordenados y ansiosos por definiciones más puntuales del presidente Alberto Fernández.
Hay hitos concretos que en la Casa Rosada apuntaron como importantes en diálogo con Página I12. El primero, el acuerdo de precios de la carne, producto que en 2020 aumentó más de 70 por ciento y que, con la mano del Estado y un convenio con el consorcio exportador ABC y los grandes supermercados nucleados en ASU, bajó en días un 30 por ciento. Eso, además de beneficiar al bolsillo de una parte de la población, sacó a la luz que buena parte del alza en los precios es especulación, desinflable en las mesas de diálogo. Pasará lo mismo con otros sectores desbocados en su precio.
Luego vinieron gestos concretos, internos y externos, respecto a la deuda pendiente con el Fondo Monetario (FMI). El Presidente charló con la titular del organismo, Kristalina Georgieva, y la premier alemana Angela Merkel, la silla caliente del viejo continente. Todo luego del cambio de signo político en los Estados Unidos. Esto último no es menor: el diálogo que el ministro de Economía, Martín Guzmán, tuvo el miércoles por la noche en TN sobre la deuda que está por arreglarse, más que simpático o victorioso para el Gobierno, es simbólico: la aceptación de que el crédito de la gestión Christine Lagarde a Cambiemos -44 mil millones- fue un préstamo geopolítico avalado por el Gobierno de Donald Trump para sostener a Macri en el poder. De hecho, es lo que admitió la misión última del Fondo ante la CGT, y lo que investiga hacia adentro el propio organismo. Esa premisa, expuesta hoy con claridad, prefigura de otra manera la negociación pendiente.
El tercer elemento que mira el Gabinete Nacional como relevante, es el acuerdo por los precios del aceite. Aquí una doble lectura: desde el año 2020, la representación otrora monolítica del campo, se partió en dos. Por un lado, la Mesa de Enlace y los productores autoconvocados, centrados en la producción primaria; y por otro las empresas agroindustriales, a la cabeza del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA). En este clima, el Gobierno acercó posiciones con las firmas exportadoras y articuló acuerdos políticos que garantizaron dos cosas. La primera, que hay un campo negociador que, por interés propio, coincide en su modelo agrario con el Gobierno y acepta financiar el mercado interno a condición de seguir exportando libremente. Lo segundo, que gracias a esas mesas se cerró el acuerdo de aceite de girasol y soja, que confirmó la teoría oficial de que es posible desdoblar precios locales de los internacionales, aunque no sea esa la raíz inflacionaria.
Esa división del campo, bien leída -con envión fundamental de la agroindustria- por el Gobierno, también le facilitó al Ejecutivo salir bien parado de la amenaza de volver a aplicar retenciones. La Mesa de Enlace atraviesa un momento de confusión tal que el pedido de sentarse con el Presidente estuvo más apurado por el temor a perder representación ante el Consejo Agro que por la necesidad de llevarle a Fernández propuestas alternativas por los precios de los alimentos.
Mientras esto ocurría, la situación cambiaria se estabilizó al ritmo de los acontecimientos y el dólar paralelo bajó a menos del oficial comprable. No es un victoria pero sí un alivio que le permite al Gobierno manejar más la divisa en el primer semestre. Así se llegó, con una inflación en niveles preocupantes, a trazar el objetivo más ambicioso: un acuerdo de precios y salarios que no fracase como el resto. Para esto, el Gobierno sentó a los número uno de sindicatos y empresas para hablarles de política, de convenios posibles y pragmáticos, como le gusta decir al Presidente y, también, al ministro Guzmán, aplaudido en las dos reuniones recientes. Puede sonar curioso, pero hubo más política que números en esos encuentros, y para el Gobierno es vital que esto funcione, o será el techo de la recuperación.
Por último, el Ejecutivo cierra la semana con la frutilla del canje positivo del primer bono de YPF, una deuda que no está resuelta en su totalidad pero le permite a la petrolera salir del riesgo de cesación de pagos, justo cuando empezaba a ser petardeada políticamente para forzarle un default. Ante la situación de cepo y las reservas del BCRA, es una buena noticia no sólo para el Gobierno, sino también para las grandes firmas privadas que tienen que renegociar, sí o sí, deuda en moneda extranjera.