Divas de Medio Oriente
El mes próximo, en París, el Instituto del Mundo Árabe abrirá sus muchos paneles solares para que brille Divas, muestra de mujeres con luz propia que, con su talento, encandilaron al público entre la década de 1920 y los 70s. Descollantes cantantes, bailarinas, actrices, incluso productoras de cine que fueron punta de lanza de una revolución cultural, “son homenajeadas entre decorados reconstruidos y proyecciones que reviven los innumerables cabarets de El Cairo, y nos recuerdan que Egipto supo ser el tercero productor de cine del mundo”, después de Hollywood y la India, dicho sea de paso, a fines de los 50s. Así lo afirma la curaduría de una regia exposición que, a través de instalaciones sonoras, fotografías inéditas, afiches, entrevistas recuperadas, trajes y joyas, se propone revisar vida, obra y legado de grandes estrellas egipcias, sí, también argelinas, libanesas, etcétera. Por caso, la incombustible contralto Oum “reina del Nilo” Kalthoum, una de las mayores leyendas de la canción árabe, o colegas de la talla de Asmahan, Warda Al-Jazairia, Dalila o Fairuz, también conocida como “la voz de los ángeles”. Sin dejar de mentar a Samia Gamal, célebre bailarina de la danza del vientre; como también lo fue Taheya Carioca, romántica empedernida de considerar sus ¡14! matrimonios. Además, presente material sobre la actriz de cine, teatro y tevé Souad Hosni, o a Hind Rostom, intérprete de la época dorada del cine egipcio, también conocida como “la Marilyn Monroe de Arabia”, por citar algunos nombres. “Iconos atemporales, mujeres poderosas, símbolos adorados en las sociedades árabes de la posguerra, estas divas de carreras excepcionales fueron requeridas desde el Magreb hasta París, desde El Cairo hasta Beirut, encarnando un período de efervescencia artística e intelectual, una nueva imagen femenina que representaba también una renovación política nacional”, ofrecen desde el museo, que mantendrá la exhibición abierta hasta fines de julio, si no se tuercen los planes por la pandemia.
FM Bosque
Interrumpimos la transmisión habitual con un programa que invita a “sintonizar con los bosques de todo el mundo, en pos de escapar, relajarse, preservar”. Tal es la carta de presentación de Tree.fm, una web que recopila paisajes sonoros de espacios selváticos a lo largo y ancho, en excelente calidad, con una única imagen de fondo del preciso lugar donde los sonidos fueron grabados. El dial es azaroso, ojo al piojo natural: la página no permite elegir hacia donde viajar vía escucha y transporta a su antojo “a los ruidos que hacen los lémures en Madagascar, al murmullo de los arroyos en un bosque de Ghana, a los extraños trinos de pájaros en un enclave de Rusia”, conforme pormenoriza el sitio Gizmodo, pronto a recomendar este repositorio virtual. Repositorio que bebe de otra web, por cierto: Sounds of the Forest, donde sí se puede buscar y seleccionar a gusto personal. “Tree.fm es un viaje virtual, es una radio de árboles, es activismo climatológico, es un escape de casa o de la oficina”, se viene arriba el creativo alemán Kai Nicolaides, de la agencia berlinesa New Now, detrás de esta iniciativa que se propone “una breve escapada de la locura que vivimos estos meses”, además de “un recordatorio muy necesario de que el ecosistema vital del planeta está en peligro”. Sucede que, además de oficiar de soundtrack relajante, la web linkea con ONGs dedicadas a la reforestación, invitando a terrícolas a donar unos mangos para que se sigan plantando arbolitos sobre el golpeado planeta. Dicho lo dicho, la página tiene de todo como en botica: sonidos de bosques de Madagascar a Patagonia, de Ibiza a Turquía, de Japón a Guatemala. “Es un shinrin-yoku digital”, arriesga otra definición Nicolaides; o sea, un “baño de bosque”, terapia natural a partir de la práctica japonesa inmersiva que sugiere desconectar y relajarse, entrar en comunión con el entorno con los cinco sentidos. Al olfato, el tacto y el gusto, empero, habrá que estimularlos con alternativas; hasta ahí el alcance del sitio que pone en pausa el caos urbano con sus encantadores sonidos.
Las muchas vidas de Bonito
A juzgar por las imágenes, Dom Bonito, un exprofesor de secundaria de Gran Bretaña de 80 y tantos años, ha llevado una vida increíblemente ajetreada, irrumpiendo en eventos clave de la historia, el cine y la tevé del siglo 20. A las pruebas remitirse, subidas religiosamente cada diciembre desde 2016 a la cuenta de Instagram The Dadvent, donde se lo puede ver pidiendo fuego a Audrey Hepburn en Muñequita de lujo, luchando a capa y sable de luz contra Darth Vader, asistiendo inútilmente en el exorcismo de Linda Blair. Hombre de muchos bríos y pocos outfits, el señor que rara vez se quita el chaleco tampoco ha tenido pruritos en echarle la bronca a los Beatles por interrumpir el tránsito de Abbey Road, o tocar el banjo en la luna mientras Neil Armstrong daba sus primeros pasitos. Y todo gracias a la magia del Photoshop, obvio es decirlo, herramienta que viene de pelos a su hijo, el diseñador gráfico Matt Bonito, con residencia en Cambridge, para situar a su viejo en las más irrisorias circunstancias, en pos de robar unas cuantas carcajadas a sus fans y, en el ínterin, cumplirle el sueño a su viejo, actor amateur. “Venía viendo cómo la gente publicaba sus calendarios de Adviento en redes, y se me ocurrió que podía ser divertido hacer una variante con mi papá haciendo tonterías. Al principio iba a ser para amigos y familiares, pero se volvió tan popular que tenemos cuentas en IG, Facebook y Twitter exclusivamente dedicadas a él”, señala el muchacho, y cuenta que Dom “también es músico, toca desde los 60s, además de haber hecho mucho teatro local a lo largo de las décadas, es un intérprete de corazón”. Intérprete que, edición mediante, se ha inmiscuido en films como ET, donde su crío lo insertó volando en el cesto de la icónica bicivoladora, además de permitirle tomar altura colgado del paraguas de la Mary Poppins original, la irremplazable. También ha luchado codo a codo con Mel Gibson en Corazón valiente, y en clave romántica, se ha dejado mimar por Leo DiCaprio, que lo abraza íntimamente en la proa del Titanic.
La historia de un poster y su autor
Lo dibujó en durante una larga noche, con una pila de revistas Frontera y Hora Cero bien a mano. Fue un pedido de último momento, con el cierre encima, pocos días antes de las elecciones del 30 de octubre de 1983, que terminarían consagrando a Raúl Alfonsín. Feriado Nacional era el nombre de la publicación que necesitaba el trabajo, una suerte de respuesta peronista a la revista Humor, para la que --aprovechando su particular talento para copiar estilos-- dibujaba Luderix, una versión de Asterix pero con Ítalo Argentino Luder como protagonista, el finalmente derrotado candidato justicialista. Pero este era un encargo especial: para ilustrar la primicia del testimonio del primer ex detenido que aseguraba haber visto al legendario guionista Hector Germán Oesterheld en cautiverio, la idea era mostrar a todos sus personajes marchando, preguntando por su destino. Aquel extraordinario dibujo, que apareció originalmente en el numero 5 de la revista y con el tiempo se convirtió en icónico, tal vez sea la obra más famosa del dibujante Félix Saborido, que falleció la semana pasada, con 82 años. Nacido en Coronel Arenales, su biografía cuenta que llegó a la Ciudad de Buenos Aires siguiendo el mandato paterno, para ser empleado en el Banco Nación. Pero su pasión por el dibujo lo llevó a convertirse en ayudante de Francho, el autor de la tira Cándido, y a partir de entonces nunca dejó de trabajar. Durante más de medio siglo de carrera, Saborido estuvo en todos lados, incursionando tanto en la historieta seria como la infantil y la ilustración. Pasó a lápiz obras de Divito, hizo figuritas, colaboró con la editorial de Mazzone --autor de personajes como Piantadino o Afanancio--, dijo presente en Satiricón, Mengano o Eroticón, publicó historietas en Editorial Record, o revistas como La Hoja del Lunes, Tiras de Cuero, Puertitas y Fierro, entre tantas otras. Su trabajo más recordado, sin embargo, no lleva su nombre. “No lo firmé”, le contó a Lautaro Ortiz, y su testimonio salió en el primer número de la segunda época revista Fierro, “por una cuestión de respeto, ya que era un homenaje sentido por todos”.