La primera vez que entré tenía 9 años. Fui con mis viejos y unos primos de mi viejo con sus familias a tomar chop. Los fines de semanas sus mesas ocupaban todas las veredas, pasando por Michelón hasta llegar 20 metros antes del Cine Astoria (Dean Funes y San Martín), y allí empezaban las mesitas y las sillas de chapa verde del Bar Americano que había en la esquina del Cine, el Bar de “Tola Mazzaglia". 

A su lado, hacia Ayolas, había otros dos boliches. Uno era “La Campeona”; el otro no me acuerdo el nombre. Estaba “Radio Sur“, y en la esquina donde ahora existe una Gomería había un refugio con ingreso y salida por las dos calles, por Ayolas y por San Martín. En el interior del refugio había dos o tres asientos altos donde los hombres se sentaban para que les lustraran los zapatos, y en la esquina por la ventana vendía bebidas al paso “El Cubano". 

Era el año 1958. San Martín era distinta. No existía la autopista y todos los micros de larga distancia hacia y desde Buenos Aires pasaban por esa avenida. El tranvía Nº7 venía del lado de los números pares hacia el sur haciendo sonar su campanilla y después de aplastar las tapitas de las cervezas Santa Fe o Schlau, de las gaseosas Bidú, Naranja Crush o la Indian Tonic Cunington que los mozos tiraban a la calle, doblaba por Ayolas hacia el oeste. El kiosco de diarios de los Medina vendía La Capital, La Razón mañana y tarde, Crónica, La Tribuna, Clarín y la Nación, además de Radiolandia, Para Ti, El Tony, D'Artagnan, El Rayo Rojo, Patoruzú, El Gráfico, Goles, Billiken y mil etcéteras. 

El bar era el centro de reunión de mucha gente, tenía en su salón un Sector Familiar, una especie de reservado separado del resto con tabiques de madera y vidrio. Con el tiempo me fui acercando a sus mesas con algunas de mis novias de la adolescencia y juventud, las primeras novias, las del barrio, y me daba dique con ellas sentado en sus mesas mientras encendía mis primeros puchos. Después me fui hacia otros bares, me fui para el centro. Me enceguecieron las luces del centro y lo abandoné por un tiempo. Pero como dijo Troilo, siempre se vuelve. Y volví. Con mi mujer, mis hijos, mis nietos y mis amigos de siempre. Todos los días, todas las tardes a tomar mi café, a charlar con mis viejos amigos las mismas pavadas todos los días, a discutir siempre por lo mismo, por cualquier cosa. 

Ahora el que se va es el viejo Bar “San Antonio“. Ya se me fueron muchos amigos queridos, inolvidables, esenciales y ahora se va él, el San Antonio. También esencial.

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