Pocas veces la comunicación oficial coincide con la de los actores privados que se reúnen con los gobiernos. El jueves último, en la mesa de precios y salarios que el Gabinete Económico de Alberto Fernández compartió con el empresariado, ocurrió un hecho curioso que hizo coincidir esa lectura final del evento: al terminar su exposición sobre la situación económica, el ministro de Economía, Martín Guzmán, recibió un sorpresivo y poco habitual aplauso masivo.
Los empresarios que charlaron con PáginaI12 especificaron algunos puntos que sirven para trazar la anatomía de esas loas, que se iniciaron aisladas y terminaron contagiando a algunos más. Ven en el ministro la síntesis de las diferentes vertientes que conviven dentro del Frente de Todos, un compendio de posiciones duras con perfiles negociadores y, sobre todo, características de un peronismo pragmático en una época crítica, etiqueta que el propio Presidente ha sacado a relucir en charlas públicas.
“Yo vi una presentación sólida, solvente, austera, no fanfarrona, no pasional. Y, por lo visto, mis colegas pensaron lo mismo. Fue un aplauso honesto”, dijo a este diario Daniel Funes de Rioja, titular de la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), uno de los industriales que no suelen regalarles elogios públicos a los ministros. El también vice de la UIA, que blanquea sus quejas por los congelamientos de precios y otras medidas oficiales, señaló además que “con su posición y esta reunión, vemos una vocación de un diálogo constructivo, no hostil. Los empresarios, y el sector alimentos, le pusimos el cuerpo a la pandemia, abastecimos, transportamos y vendimos con protocolos, por eso creemos que el diálogo es un buen paso”. Esta valoración de las formas, que puede parecer menor para la política, es una constante en el establishment, siempre que esté acompañada de crecimiento económico y buenos negocios. Por esta razón, la mayoría de los CEOS se defraudaron hacia el fin de la era Macri, un período de muy buenas migas pero sin dividendos.
Guzmán llegó como un académico desde los Estados Unidos, e hizo un camino veloz de aprendizaje político con el que le sacó ventaja a algunos de sus antecesores: se armó una base de respaldo en todas las patas de la alianza de Gobierno, que lo sostuvo en los momentos más calientes, como el que sufrió con el dólar desbocado. Hoy, esa base le permite jugar más suelto. “Cualquier tema de precios se explica detallando bien los planes macro, combatir la inflación no es soplar y hacer botellas, y esa explicación es lo que gustó de Guzmán”, refirió Funes.
Al terminar la reunión en el Museo del Bicentenario, dos pesos pesados se le acercaron al ministro para devolver el saludo que él les dedicó al inicio de ese encuentro. Uno, Martín Berardi, de Techint, el enviado de Paolo Rocca; el otro, Javier Madanes Quintanilla, de Aluar, uno de los reyes de la industria metálica. “Guzmán es un hombre joven, formado, el partido lo está jugando de una manera distinta. Nos juntaban con ministros grandilocuentes, esto es otra cosa. Lo veo prolijo y medido, no apela a la confrontación”, explicó el empresario a este diario. Cultor de lecturas de los hechos bastante profundas y fuera de cassette, Madanes observó la convocatoria como un espacio para “ponerse a trabajar rápidamente, dejar de lado un poco las discrepancias y grietas. Hay que estar presentes y decir lo que se piensa”.
Uno de los ceos que se sentó a la mesa y prefirió el off, contó que llama la atención el perfil bajo del ministro y que, en privado, se manifiesta en el mismo tono que en público. Ese mismo ceo relató uno de los primeros encuentros del Gabinete económico con empresarios invitados, en el que los hombres de negocios esperaban en la puerta de un salón junto a Guzmán, y nadie lo reconoció en aquel momento. Tampoco él se presentó. “Se maneja en cancha de barro y con soltura”, detalló un hombre de los laboratorios. Resalta como positivo, además, "que no se pavonea en los medios”.
“Martín es un excelente economista, que hace maravillas con lo que tiene. Por supuesto, cuando uno se mete en la grieta, un lado ve todo bien y otro todo mal, pero nosotros los empresarios, que vivimos en la realidad, vemos que hay un 80 por ciento de cosas que están muy bien”, aseguró Teddy Karagozian, dueño de la textil TN Plátex. Los textiles, muy golpeados en el proceso anterior, juegan fuerte: “hay que acordarse --dijo Karagozian, el mayor hilandero del país-- que este país se ha endeudado hasta la manija y tiene una posición innecesariamente frágil, producto de que durante cuatro años nos endeudamos y achicamos las empresas”, explicó en declaraciones al canal IP Noticias.
La divisoria de aguas
Los ceos más pesados marcan una divisoria de aguas en la consideración del ministro. Es aquella reunión en el Ministerio de Economía en la que participaron, entre otros, Luis Pagani, de Arcor; Paolo Rocca, de Techint, y el ceo de Clarín, Héctor Magnetto. En ese escenario, cuando éste último le planteó a Guzmán que no estaba claro quién manejaba el poder, el Ministro le respondió amablemente pero con firmeza que el poder se decidió con los votos obtenidos en las urnas por el oficialismo.
Desde ese paso a hoy, también lo ayudaron algunos números de una economía en recuperación que le impone al Gobierno otro desafío urgente: el de domar una inflación que puede convertirse en el techo para el rebote económico. De hecho, un gran empresario que prefirió el anonimato se animó a pedir que este pacto se planifique a largo plazo, con bases sólidas, citando el pacto de Gelbard.
En la reunión de precios, muchos se le acercaron a Guzmán a hablarle de inversiones, un discurso que ya tiene bien apuntado quien lleva ese registro, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Además, el sector privado, según su propio prisma, ve que puede aportar al pacto político mayores volúmenes de producción, reduciendo capacidad ociosa. Naturalmente, pretenden que el escenario, para que haya inversiones masivas que repercutan en el PBI, tenga algunas mejoras a su favor, que ellos aseguran que son necesarias para lograr un crecimiento sostenido.