La derrota del Socialismo, primero en la interna para intendente de Rosario a manos de Pablo Javkin, luego la provincial para gobernador y el mismo día, la de la banca en el Senado por Rosario, obedecieron fundamentalmente al fracaso de las políticas de seguridad. La patentización mas clara de eso es que la primera intendenta de la historia de la ciudad, reelecta en su momento, aún ganando el Frente Progresista la intendencia, fue arrasada electoralmente por un candidato debutante: Marcelo Lewandowsky, que cortó con mas de una década de representantes socialistas en la cámara alta. Sin restarle méritos al periodista deportivo, ni a quienes diseñaron la estrategia; más que ganar el "Gallego" perdió Fein. Esa noche de finales del otoño pasado, el único dirigente del FP que corrió una suerte diferente fue Javkin, que supo hacer lo que no quiso, no supo o no pudo hacer Fein: no quedar embretado con los desmanejos y la falta de respuesta en torno a la seguridad pública. Ante la disyuntiva de encabezar los reclamos de la ciudad ante el gobierno provincial de Miguel Lifschitz o someterse a la "disciplina partidaria" y tratar de disimular la situación, optó por lo segundo. Es probable que en los próximos meses Fein, cuya honorabilidad no estuvo nunca en tela de juicio, sea electa presidenta del PS, también como la primera mujer en ese lugar. Un premio... consuelo. No es el caso de otros dirigentes del PS, que enfrentan denuncias --que por ahora son solo eso-- y que están en una disputa que excede lo político. La prueba se tuvo la semana pasada cuando --cual culebrón de la tarde-- se fue escalando una situación entre Diputados y el Ministerio de Seguridad que condujo a la nada. Ya se trataron en ediciones anteriores los dimes y diretes entre los sectores enfrentados. Frente a este panorama, Javkin ha recibido a los representantes de las vecinales y se dispone en los próximos días a recibir a los familiares de la víctimas. La idea del intendente es "acortar la distancia entre lo que pasa todos los días y la mirada del algunos dirigentes y funcionarios que parecen no tomar nota de lo que está pasando" dijo el Javkin a Rosario/12.
Ahora hay expectativas que esta semana que inicia se destrabe el asunto y se pueda escuchar al ministro decir lo que tenga que decir y a los diputados preguntar lo que tengan que preguntar. Nadie que no tenga nada que esconder debería oponerse a la publicidad del encuentro, pero que no sea televisado ni transmitido "ao vivo" tampoco debería ser un impedimento para que se realice. Algo sugirió el diputado peronista Luis Rubeo, que manifestó su desaprobación a la ausencia del Ministro por los argumentos ya expuestos. Recibió una respuesta a la altura de los antecedentes del funcionario aludido, que lo acusó de no haber sido crítico del gobierno socialista cuando en la anterior gestión presidió la Cámara de Diputados. Otro frente abierto, en un bloque de apenas 6 diputados sobre 50, de un legislador que ha demostrado su pertenencia y acompañamiento al gobernador Omar Perotti mucho más que algunos de los que entran seguido a su despacho. Pero como el diputado lleva 40 años de vida política en Santa Fe, y seguirá viviendo en Rosario, prefirió no escalar la discusión. Algo de eso debe haber gravitado para que sobre la hora de la convocatoria, el mismo gobernador no estuviera convencido de que la presencia del ministro fuera constructiva. Habrá que ver los próximos movimientos de la Casa Gris, y no se descarta la inclusión de otros interlocutores, además del titular de Seguridad.
La semana que pasó fue de las más complicadas en el tema de crímenes y delitos, sin ir más lejos, ayer hubo otros dos muertos, en disputas interpersonales en principio no ligadas a la narcocriminalidad. Los otros homicidios y balaceras de las últimas horas tienen el sello narco. Y mientras eso no se detiene o crece, la dirigencia política sigue encerrada en un microclima que más temprano que tarde se le puede volver en contra.
En esta misma columna se han destacado las acciones para adecentar la policía, desenmascarar a los delincuentes de guantes blancos, cuestionar los privilegios de los fueros, y transparentar las acciones. No alcanza. La ciudadanía exige resultados, y no las estadísticas de un mes, sino respuestas más amplias y comprometidas. No están todos los "malos" de un lado y todos los "buenos" del otro, si se permite esta simplificación.
Clamor pastoral
"Basta de violencia es el grito del Pueblo del que somos parte como equipo Arquidiocesano de Pastoral Social de Rosario", reza el primer párrafo del documento que se conoció ayer de la Iglesia, donde se el pronunciamiento de Cuaresma de marzo del año pasado del arzobispo Miguel Martín, "ante la escalada de muerte y agravios contra la vida, evidenciados no solo en la inseguridad, el narcotráfico, los femicidios y las violencia interpersonales sino otros síntomas de esta terrible enfermedad: desempleo, pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, pobreza, hambre y desnutrición, deficiencias educativas, destrato a los ancianos y enfermos, abuso y abandono de niños, aborto, adicciones, enfermedades evitables, discriminación, corrupción, manipulación mediática de las conciencias y una larga lista de calamidades profundizadas por el tiempo transcurrido sin acciones que las corrijan, y por la pandemia", sostiene el nudo de la declaración. Si se quitara el "aborto" de la declaración, podría decirse que es un documento que suscribiría la mayoría de la población, porque que la enumeración de calamidades es incontrastable. Al punto tal que, aun tratándose de conocidos antiderechos, quienes ofician de voceros concitan empatía a partir del trabajo social que desarrollan algunos sacerdotes y laicos.
Urgen las respuestas
Frente a eso la pregunta es: qué esperan los representantes del pueblo para hacerse cargo, buscar consensos y dejar de la lado las vanidades y disputas personales.
Desde ya que eso no significa claudicar en las convicciones. Al contrario, es un salto cualitativo, no todos son iguales pero tampoco son distintos que cuando se armaron la listas y se cerraron los acuerdos. Ahora hay que encarar el problema, y para eso es necesario el compromiso de las diferentes fuerzas democráticas. Como se dijo más arriba, hay de todo, en todos lados, pero hay que separar paja de trigo con criterios de construcción de consensos y de ese modo quedarán en evidencia los que no participen. Para eso es necesaria la voluntad política de los que fueron elegidos por el pueblo. A los que le pusieron una cruz en la boleta hace un año y medio. De otro modo, esos lugares son ocupados por otras expresiones. Es una historia conocida.
Asomaba la primavera del 2016 y las calles de la ciudad fueron testigos --luego de una serie de crímenes-- de una marcha convocada bajo el lema de "Rosario sangra". Se dijo entonces --y basta recorrer los archivos-- que era un movimiento que si bien tenia la participación de familiares de víctimas, estaba "impulsado por razones políticas". Hubo varias convocatorias, y sin perjuicio de que se hiciera una utilización partidaria de algunas de esas movilizaciones, la cuestión de fondo estaba a la vista: Rosario duplicaba en homicidios a la ciudad de Córdoba. Ahora es posible que también haya intereses políticos atravesados, pero la violencia urbana en sus diferentes manifestaciones se reedita y es insoslayable.
Se sabe que la responsabilidad de la Seguridad es funcionalmente provincial, y que concurren fuerzas federales en su apoyo. Perotti, que llevó como estandarte "ahora la paz y el orden", dijo que "no se puede reparar en un mes ni en un año el desastre de mas de una década", y reconoce que está en deuda. Sin embargo, la primera puerta que se golpea es la intendencia.
Javkin tiene una buena relación política con Perotti, y la vez convive con claroscuros en el espacio que lidera Lifschitz en la provincia. Está en una posición que seguramente no elegiría si pudiera, pero es la que le tocó, y es desde donde puede generar instancias que --entre otras cosas-- le permitan la supervivencia política, pero sobre todo seguir construyendo lo que lo llevó al triunfo en 2019. No hacer más de lo mismo, sino encabezar las demandas de una ciudad que ya demostró que puede premiar, pero fundamentalmente puede castigar.