A pocas horas de presentar su primer disco solista, en el desenlace de enero, la lluvia le jugó una mala pasada a Leandro Lopatín. Por más que hubo invocaciones al cielo, cuchillos cruzados y dragado de tiempo, la fecha se tuvo que posponer. Sin embargo, atendiendo a la frase del escritor irlandés Francis Bacon, el guitarrista de Turf e integrante de Poncho entendió que sólo podía dominar la naturaleza si la obedecía. Así que el estreno de Lea (título de su debut, lanzado en noviembre de 2020) terminó sucediendo el miércoles último en Mar del Plata. “El fin de semana pasado toqué allá con Turf y Vicentico me invitó a pasar unos días en su casa. Y enganché un show en Club TRI, que es la sala de los organizadores del TRImarchi”, explica el músico. “Luego de que las entradas se agotaran, Rami, mi mánager, me dijo que me iba a pasar el flyer para la segunda función. Le dije que no, que con ésa estaba bien. Ya estoy grande para tanto trajín. No tengo apuro. Sólo quiero ser feliz”.
Como viene la mano, todo apunta a que el recital reprogramado para este lunes en Buenos Aires, a las 18 hs en el Museo Saavedra (Av. Crisólogo Larralde 6309), también cumplirá con las expectativas. Si el clima no se opone, por supuesto. Lopatín, de todos modos, prefiere no adelantarse y fluir con la circunstancia, al igual que sucedió con su debut en solitario. “Soy una persona que deja que todo sea muy natural”, confiesa. “No todo lo que hago es tan mental. Si saqué este disco ahora es porque era el momento. Lo que sí no quería era que me rompieran las bolas, por eso lo hice de manera independiente”. Lea es un trabajo cuya propuesta toma distancia de sus proyectos grupales y lo acerca a un sonido más contemporáneo, al punto de que toma herramientas del trap para enarbolar un pop onírico y hasta introspectivo. “Se ajusta bastante bien a los días que estamos viviendo, que no son para nada eufóricos”, asegura.
-¿Qué aprendiste de la pandemia?
-Es muy pronto para decirlo, va menos de un año. Para mí, hay que tomarlo con mucha calma, es una época para estar tranquilo. No me flashean los recitales con poca gente ni tampoco los shows con autos. No queda otra que entender que hay un freno. Es una época para mirar hacia adentro y para limpiarse la salud. De hecho, volví con mi pareja. Estoy aprendiendo un montón, pero es distinto cómo lo agarra cada uno.
-Pocos músicos volvieron a los escenarios, pero vos los hiciste con tus tres proyectos. ¿Cómo viviste ese reencuentro?
-A veces sufro por los músicos más jóvenes. Estoy bastante cerca de ellos, están cebados y se deben querer matar. Es muy fuerte para todos. Mi modo de vida gira en torno a ese gitanismo de tener una banda y tocar un fin de semana en el interior del país, el siguiente en México, y el otro con Poncho. Me falta todo eso, más allá del trabajo, de ganar guita y de encontrarme con los demás.
-¿Por qué te animaste a debutar como solista?
-Juku Ares, que es un músico joven muy talentoso, cada vez que lo veía me decía que quería producirme. Una noche me lo crucé y le dije que hiciéramos un tema. Empezamos así y luego vinieron los otros. Se fue dando. No pretendía nada más que sacar el disco. De hecho, seguí con mis otros proyectos. Siento que no interfiere mucho, es otra búsqueda, otro momento.
-Al principio, ¿te dio pudor mostrar tus canciones?
-No me dio pudor porque me encantan. Me da pudor no tener oficio de cantante, pero ya lo superé.
-La mayoría del público te conoce como guitarrista. ¿Cómo ha sido para vos ese proceso de reconocerte cantando?
-No me considero buen cantante. Lo que hice para este disco fue ponerle mucha onda, y escribir las letras más sinceras, reales y divertidas. Por eso demoré en salir con un proyecto. Ahora que lo hice, no me importa mucho lo que la gente piense de mi voz o de mis temas. Una cosa va llevando a la otra. Que pase lo que tenga que pasar. No fue un conflicto para mí. No me veía muy cantante, pero me hizo bien.
-Si bien siempre flirteás con la moderno, en Lea estás más en sintonía con estilos aún más noveles. ¿Qué te atrajo de ellas?
-Se dio naturalmente. Pegué mucha onda con varios chicos de la nueva generación de músicos locales. Me hice muy amigo de Simón Poxyran y eso me inspiró mucho. Nos dimos un empuje mutuo y nos queremos un montón. También salgo a ver un montón de recitales, lo que es toda una fuente de información.
Aparte de los traperos argentinos Arruinaguacho, la otra invitada del álbum es la pareja de Leandro Lopatín, Malena Pichot, quien prestó su voz para la canción que éste le dedicó: “Malena”. “Lo hizo cuando no estábamos juntos”, repasa el artista, cuya relación con la actriz, escritora y activista atravesaba un impasse en aquel entonces. “Si bien no fue muy pensado, lo pasamos muy bien”. Justamente fue ella la encargada de guionar el cortometraje que produjo el músico, en diciembre último, para su canal de YouTube y que consta de cuatro temas de su disco debut. “Quería hacer algo en la carpintería de Gonzalo Arbutti, porque me gusta linkear a gente de otras áreas. Cuando le conté a Malena, me dijo que escribiría un guion, y ella es tremenda en eso. Le dio sentido a la idea de hacer un recital para pocas personas (Vicentico se encontraba entre esa pequeña troupe), para el que se sumó Cuino, un director que filma relindo”.
-Considerando que los clubes de baile siguen cerrados, ¿qué planes tienen con Poncho?
-Estamos siendo víctimas de la pandemia. Hacemos música de baile. Tenemos un disco listo, pero estamos un poco hinchados las pelotas de seguir esperando, así que por el momento seguimos sacando singles.
-¿Y Turf?
-En diciembre íbamos a tocar Una pila de vida entero, pero no se pudo. Supongo que intentaremos hacer lo mismo con Turfshow cuando se pueda.
-A propósito de Turfshow, este año se cumplen dos décadas de un disco que sirvió como banda de sonido de los desesperanzados…
-Lo más triste es que la Argentina sigue con esos ciclos. En 2001 se pudrió todo y ahora con la pandemia volvimos a sufrir. Es tremendo.