¿Sería como cuando para ofrecer a un cachorro que busca hogar se resalta que tiene aplicada la antirrábica, la del moquillo y todas las vacunas del calendario para mascotas? Es imposible que no se disparen ese tipo de analogías frente a lo que el New York Times presentó por estos días como una “nueva tendencia” que se estaría abriendo paso entre lxs usuarixs de las apps de citas. Según el artículo, empresas como Tinder, OkCupid y Bumble informaron que la palabra “vacuna” y “vacunado” crecieron notablemente en los perfiles en los últimos días.
¿Qué significa este dato? Además de la gran esperanza 2021, ¿la vacuna podría funcionar como un pasaporte de inmunidad que se capitalizaría en forma de matches? Inocularía, junto con los anticuerpos, la propiedad de generar deseo.
La socióloga británica Catherine Hakim desarrolló antes de la popularización de las apps de citas y mucho antes de la pandemia, una idea que ayuda a pensar este asunto. Es el concepto de “capital erótico”, es decir, un activo personal marcadamente femenino que puede utilizarse en el mercado laboral. Una combinación de encanto físico y social: conjuga “belleza, atractivo sexual, vivacidad, buen gusto para vestir, habilidades sociales y competencia sexual". El capital erótico es a veces un don, otras un mérito, que puede aprovecharse por ejemplo para obtener un buen trabajo.
La investigadora franco-israelí Eva Illouz en El capital sexual en la modernidad tardía habla de algo similar: enumera cuatro tipos de capital sexual. Estos son: 1) capital sexual por defecto, es decir, la castidad, que en el mercado matrimonial “pagaba” en la medida en que se conservara hasta llegar al registro civil. 2) La capacidad de hacer del cuerpo una fuente de valor, como cuando se monetiza de modo explícito en el trabajo sexual. 3) El valor que distintas industrias extraen de la exposición de los cuerpos que "venden". Un ejemplo sería cierto uso de las redes sociales, donde esos cuerpos más “atractivos” llaman la atención. Y, se sabe, el tiempo que pasamos frente a la pantalla es dinero. La cuarta y última categoría se refiere a la habilidad de hacer de ese atractivo un commodity en el mercado matrimonial y de las citas.
Volvamos a lxs “Vacunades”. ¿Por qué alguien explicita su estatus sanitario en su perfil? ¿Significa que prefiere interactuar con otrxs vacunadxs? ¿Le parece una carta que suma en términos de deseabilidad? ¿Será un dato que mueve el amperímetro de los algoritmos que regulan la oferta y la demanda en ese mercado virtual de las relaciones?
“Por estos días un chiste que aparece cuando alguien que conocés se da la vacuna es decirle ‘Ponelo en Tinder’. Yo no sé si tenerla te vuelve más apetecible. O tal vez sí… en la medida en que genera más seguridad en este contexto de pandemia. Interactuar con alguien que no conocés hoy, para las personas que usamos las aplicaciones, es sentir que puede o no ser ‘un potencial transmisor de coronavirus’. No sabés si hace burbuja o no. El hecho de poner que está vacunada o vacunado, algo que también puede ser mentira, lo que hace es dar una sensación de mayor seguridad en relación a la salud. No sabemos cuánto tiempo dura la inmunidad de la vacuna, ni qué vacuna se dio la persona, no sabemos si alguien que tiene la vacuna igualmente puede transmitir coronavirus… Pero sí podemos decir que activa algo del recuerdo de la era pre-Covid, y eso reconforta”, le asegura a Página/12 la socióloga especialista en afectividades y redes sociales Mariana Palumbo.
¿El “factor anticuerpos” se volverá de ahora en adelante más y más importante en los criterios de elegibilidad que se manejan en esa esfera de la vida social y afectiva? ¿O ya lo era? Para Flavio Rapisardi, Doctor en Comunicación y profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, agregarse “vacunade” en la descripción de un perfil es similar “a cuando en apps de citas de la comunidad gay ponen ‘VHI negativo’ y a veces también la fecha del último control. Del mismo modo que otros agregan 'En PREP (profilaxis Pre-exposición)', que es para tener relaciones sin protección. Lo relaciono por el modo en que el higienismo y el prejuicio siguen aún regulando las formas de sexualidad. Es decir: Cuán policías somos de sostener esos marcos de inteligibilidad. Porque la verdad: ¿Quién va ir a tener relaciones sin protección sabiendo que tiene VHI? Hay que ser muy HDP. ¿Quién va ir a tener relaciones sin tomar ningún recaudo sabiendo que tiene coronavirus? Hay que ser muy HDP. En ese punto el uso de la etiqueta ‘vacunade’ le da un giro a algo que ya existía”.
Para Daniela Losiggio -investigadora asistente del CONICET especializada en géneros, afectos y política-, consignar en una app de citas si se tiene la vacuna del coronavirus es una suerte de reacción a prejuicios e ideas entorno a la soltería, de larga data pero vigentes. “Estar en pareja siempre es una norma, es deseable para las personas que queremos. Cuando se forma una pareja, felicitamos a las partes. Nos apenamos por aquelles que no tienen pareja, queremos emparejarles”. Y, cuando estas personas no son dignas de compasión, representan un “peligro” social. El estar fuera de esa norma se traduce como una amenaza, que despierta una serie de fantasías -algunas, de inmunidad- en torno a lxs solterxs. “La monogamia, por su parte, no solo es la norma en el sentido de que hace subsistir a la institución familiar, también es funcional a la biopolítica”, dice Losiggio. Es decir que fomentar la monogamia resulta mucho más eficiente y económico que sostener una política universalista de cuidados.
“Creo que la covid-19 reanimó viejos fantasmas en este punto. Les solteres o no monogámiques ponen en riesgo a la sociedad al volverse personas disponibles sexoafectivamente para una pluralidad”, arriesga Losiggio.
La hipótesis de Losiggio es que muchas de las personas que abrieron las apps a partir del ASPO buscaban sexting, pero otras estaban predispuestas a tener encuentros presenciales, entonces, tuvieron que definirse por la transgresión de las medidas preventivas. Asumían un riesgo. Pero esa transgresión no suponía que las medidas eran ignoradas en su totalidad: “Muchas de estas personas decidían estratégicamente en qué momento tener una cita y tomaban las precauciones de visitar a sus padres ancianos, por ejemplo. Creo que no necesariamente optaban de modo egoísta por sus propias ‘pasiones bajas’ sobre el cuidado de todes, sino que elegían hacer prevalecer un derecho, el derecho al goce, del que mucho hemos hablado las feministas en los últimos años. Hay una dimensión de la transgresión al momento de bajar la app. Y este es el motivo por el cual, creo, son pocas las personas que (por el momento, en Argentina) informan que tienen anticuerpos (que ya se enfermaron de la covid) o que se dieron la vacuna”.
El status de “vacunade” se presta a otra lectura, que también aplica por ejemplo para los stickers de Instagram que dicen “I got vaccined” y “Yo me vacuné”. Dejando a un margen a quienes lo lograron vía Miami, el hecho de que quienes tienen prioridad para aplicarse la vacuna lo muestren puede leerse en Argentina como una respuesta contra la campaña de descrédito contra la Sputnik V, que tiene menos que ver con la ciencia que con la irresponsabilidad política. Del mismo modo que las posturas negacionistas y desestabilizadoras al respecto impulsaron a figuras de la política a sacarse una foto en el momento de la aplicación y a imaginar una campaña con celebrities para concientizar sobre la importancia de vacunarse. Así, la postal del pinchazo “orgulloso” es también un mensaje para quienes, por falta de información o por alienación -que los hay-, dicen que ni locxs piensan prestar su brazo a la jeringa.