"Conexión Saer es un experimento de llevar a una sala de museo un ensayo biográfico y literario sobre Juan José Saer", anunció Martín Prieto, curador con María Teresa Constantin de una muestra tan rica en detalles significativos como la obra del escritor. Y a medida que se recorren las tres salas frontales del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez (4 de Enero y 3 de Febrero, ciudad de Santa Fe), se van encontrando, precisamente, esas conexiones entre la literatura y la plástica, el realismo y la realidad, la vida y la obra de "Juani" (como firmaba). Detrás de cada objeto presentado hay un relato novelesco lleno de azar y maravilla.
Uno de los más atractivos durante la inauguración, el miércoles pasado, fue el mapa de Santa Fe capital donde Saer le dibujó a Aureliano Díaz Quiñones el recorrido de cada uno de sus peripatéticos personajes en cada una de sus novelas. Prieto se enteró de la existencia de ese mapa leyendo un trabajo académico de uno de los invitados al Coloquio Internacional Juan José Saer, que tendrá lugar allí del 10 al 12 de mayo. Constantín le facilitó datos de contacto del poseedor del mapa, quien, recién jubilado, lo estaba donando a la Universidad de Princeton y no vaciló en prestarles el original. Este se expone junto a una copia digitalizada que se puede ampliar para seguir los pasos de Tomatis, El Gato, Barco, Pichón Garay y tantos otros por "la ciudad", a secas.
En dos breves videos, sendos académicos estudiosos de la obra de Saer (Beatriz Sarlo y Martín Kohan) desarrollan la tensión dialéctica del autor y su obra con las nociones de "personaje" y "lugar". Estos y otros videos de la muestra fueron subidos además al canal de YouTube "Año Saer 2016‑2017". En De París a Bretaña, Martín Prieto y Cecilia Vallina filman desde el tren el paisaje de la llanura de la Beauce que Saer contempló desde esa misma línea de tren "por lo menos dos veces cada siete días, unas treinta y cinco semanas por año, lo que da unas setenta pasadas por año, y si pensamos que hace un poco más de veinte años que realizo ese viaje, puede calcular que la he atravesado unas mil cuatrocientas veces", como escribe Saer con su habitual precisión en el texto que lee un actor en perfecta sincronización con lo que se va viendo: "los elevadores de granos, los senderos sin asfaltar" que le recordaban la llanura argentina. La fluida edición se mira como un plano secuencia, permitiendo imaginar a Saer tomando nota en el tren.
En el segundo 55 del video que dirigió Marilyn Contardi, registrando su conversación con Jorge Conti y Paulo Ricci en Estación Belgrano el 26 de septiembre de 2002, Saer guiña un ojo. El guiño estuvo dirigido a su colega Hugo Gola; pero al ser extrapolado y proyectado en pantalla grande, puesto en el centro de la sala central de la muestra, lo recibe (juego no apto para paranoicos) cualquiera de los espectadores. El video está completo en la muestra y constituye una clase magistral sobre las lecturas e influencias de la generación de escritores argentinos que empezaron a publicar en los años '60. En la pared de enfrente, se proyecta el registro anónimo de un coloquio de escritores en París del que participaron Saer y Julio Cortázar.
"Pudimos hacer todo lo que queríamos hacer", se entusiasmaba Constantín en la inauguración, muy contenta con el trabajo del equipo del Museo que dirige Analía Solomonoff, quien abrió el depósito donde la curadora pudo elegir 34 pinturas de Fernando Espino de entre las 140 que custodia el Museo. Toda una pared de Espinos de la última época, deslumbrantes por su concisión, se complementa con su pintura El gato, del mismo período de su ilustración para la tapa del segundo libro de cuentos de Saer, Palo y Hueso (1965). Recortes de diarios de la época cubren con la misma dedicación la gran inundación y la polémica entre escritores que tuvo lugar en un encuentro en Paraná, de la que el público puede llevarse una reedición en copias impresas. En un libro publicado en México en edición de lujo en 2000, La trama bajo las apariencias, Saer describe a Fernando Espino (a quien conoció a los 20 años) con la vividez de un personaje de novela.
Un cuento de Saer publicado en el diario El Litoral, ilustrado por Ricardo Supisiche; dos cartas; dos diagramas; un archivo de fotos que continúa abierto a enriquecerse con nuevos aportes; el "manuscrito cero" que prestó Jorge Colombo; primeras ediciones de sus libros, y las reediciones por Seix Barral ilustradas con obras de su amigo Juan Pablo Renzi a partir del fallecimiento de este último en 1992, arman un recorrido enhebrado por citas de Saer ploteadas en los muros. Nadie en la inauguración dejó de sacarse fotos junto a Ultimo combate en Cuernavaca, el tríptico monumental que Juan Pablo Renzi pintó al óleo en 1983 (como parte de su serie neoexpresionista La guerra de los pájaros, inspirada en Paolo Uccello) y que su viuda, María Teresa Gramuglio, donó al Museo. De Renzi también se expone su transcripción plástica de El cónsul, texto de Saer inspirado en Malcolm Lowry.
Pero lo más enternecedor son los dos álbumes familiares artesanales que se pueden hojear sobre cómodos sillones. "¿Alguna vez viste uno de estos?", le preguntaba el miércoles una mamá a su hijo.