Visitar la obra de Alejandra es transitar por la vida de ella como mujer, madre, jardinera, alquimista y militante. Cada una de las obra de Alejandra Fenochio conforma un eslabón de piezas que componen su bitácora de vida. Orejas, panzas, retratos de sus hijos León y Mora en su infancia, amigos, enredaderas, vacaciones y tormentas nocturnas, tanques de agua disparados al cielo, su familia y amigos retratados como cartoneros, nos permiten entrar en su universo.

¿Sobre qué milita Alejandra Fenochio? La vengo escuchando hace unos años utilizar estas palabras. Alejandra nació el 1º de mayo, día del trabajo y cada vez que celebramos masivamente su nacimiento suele decirnos: “Viste, por eso salí tan trabajadora yo”. Pero Alejandra milita de manera particular, milita en su Fight Specific (su lucha específica), no solo por las temáticas que elige en su pintura, milita por su amor a lo underground, por lo rebelde, por la clase obrera, por lo feo que esconde belleza, por lo oscuro que trasvasa de luz y, por supuesto, por su barrio: La República Independiente de la Boca. Alejandra milita también desde su medio, la pintura como soporte desbordado y anárquico en donde el tiempo se proyecta de una manera completamente ajena a la del capitalismo salvaje. En una sociedad de reproducción tecnológica e inmediatez de la imagen, el tiempo de sus pinturas está marcado por las agujas de otro reloj y ella captura en un año, sin trucos, ni phototoshop, lo que un fotógrafo contemporáneo haría en una hora.

En 2009 junto a Federico Zukerfeld curamos “Reciprocidad”, una exposición que imaginamos como una muestra acerca de los vínculos recíprocos entre artistas y activistas sociales. Esta exposición pensaba las relaciones de fuga del capitalismo, basándonos en el concepto de Reciprocidad. Uno de los ejes de la exposición eran los “Bancos del Tiempo”, en él abordamos los modos relacionales entre trabajo y tiempo, las formas de distribuir el tiempo en la vida y en el arte, la reciprocidad entre el quehacer y las formas de vida cotidiana. Por ello la obra-vida de Alejandra era fundamental en el relato de la exposición y como parte de la selección de obras escogimos “Mi horizonte”, un conjunto de pinturas en pequeño formato en los que la artista había retratado tanques de agua en sus cambios de luz entre los meses de julio y diciembre. En palabras de Alejandra Fenochio al preguntarle acerca de esta obra: “Entre los techos de los vecinos se forma un hueco por donde en algunas épocas del año es posible ver irse al sol. Comencé estos cuadros mientras las ramas del inconmensurable y desbordado sauce pasaban de látigos a guirnaldas, y de guirnaldas a poblarse de protectoras hojas generadoras de sombra y guarida”.

Experimentar la memoria. Alejandra es una mujer experimental y difícil de controlar. Su manera libertaria traza un devenir errático, que se organiza en coherencia con su propio sistema. Por ello imaginar colectivamente junto a Fenochio es siempre un desafío ya que nunca sabés hacia donde te va a llevar, pero siempre llegás a un punto más profundo.

En 2011 fuimos invitados junto a mi compañero a realizar un proyecto en el Centro Cultural Haroldo Conti ubicado en la Ex Esma, que funcionó como centro de tortura y desaparición forzada de personas en la última dictadura militar y que en 2004 fue expropiada por el gobierno y entregada a organismos de derechos humanos y diversos organismos públicos. El proyecto titulado “Espejos: el camino Incierto al País de las Maravillas”, analizaba las políticas de la memoria y la industria cultural.

Por cerca de un año Fenochio visitó reiteradamente el predio y se instaló con sus acrílicos y bastidores a pintar una serie de paisajes titulada “Dónde?”. En un ejercicio pictórico-existencial, sus cuadros de pequeño formato funcionaron como si fuesen elementos de un atlas fragmentado, una memoria ilustrada de lo que fue y lo que es el lugar. Un inventario de recuerdos contenidos en los recortes, ángulos y perspectivas, casi cinematográficas, que la artista retrata en sus pinturas. En aquella ocasión contrastamos su obra con la imagen del Mnemosyne de Aby Warburg, el historiador alemán que tuvo la ambiciosa idea de elaborar un atlas de imágenes y se propuso coleccionar, durante el transcurso de su propia vida, láminas cargadas de imágenes con las que pretendía conformar un atlas de la memoria , que le permitiese “contar un cuento de fantasmas para adultos” sólo con ilustraciones. En una escala menor, pero con la misma intensidad, los paisajes, edificios y naturalezas pintadas in situ por Alejandra, retrataron la ausencia como testimonio, en el paso de la luz sobre las botánicas que fueron testigos del horror que aconteció ahí. La mancha traduce los recovecos del espacio y su arquitectura, invitándonos a cruzar el espejo ilusorio del capitalismo salvaje y descubrir la memoria de la naturaleza, testigo inmanente del paso del tiempo y de la historia, en arquitecturas y arboledas que narran lo irreparable. Acompañando las pinturas, escritas con lápiz sobre la pared, algunas frases extraídas por Alejandra de “Páginas de la herida”, de John Berger.

Hay otro relato en su montaje atestiguando el ejercicio de memoria de la artista, para lo cual Alejandra instaló lupas que podían ser utilizadas por el público de la exposición para observar los testimonios de la artista.

Alejandra Fenochio
Riachuelo (2010)

Los rostros del puente. Hay un gesto repetitivo en la lucha específica del Etcétera, y eso se ve reflejado en las cuatro exposiciones que curamos: en casi todas ellas hemos incluido obra de Alejandra. Ella en su manera necia de no poder parar de pintar, con un taller atiborrado de obras sin más espacio para guardar sus cuadros, nos induce a abrir canales, inventar exposiciones para que éstas obras salgan del taller y sean vistas por otros, un público que siempre queda fascinado por la belleza y fuerza de su obra.

Su pintura tiene relación con el buen vivir,  del cual el mundo contemporáneo se ha olvidado, el sistema del arte como reflejo de la realidad actual tiende a precarizar la vida de sus productores y alentar la competencia en una carrera violenta por un éxito cada vez más volátil. Por ello artistas como Fenochio son una especie en extinción a la cual hay que proteger, su obra retrata un período histórico de la ciudad y de la vida del barrio, por lo que su gigantesco acerbo podría constituir un edificio o museo completo en La Boca. 

* La autora del texto es fundadora e integrante del grupo Etcétera.

Fragmento del texto incluido en el libro Desbordes, sobre la obra de Alejandra Fenochio, que pasado mañana, 20 de abril, presentan Luis Felipe Noé, Loreto Garín, Marta Dillon, Juan Chiesa y Alejandra Fenochio, a las 18.30,  en la sala 37 del Museo Nacional de Bellas Artes, Avenida del Libertador 1473.