El verdugo Sancho Pan-za-za, ha matado a su mu-jer-jer-jer

porque no teniá dinero-ero-ero, para irse, para irse al ca-fé-fé-fé…

Así empezaba una canción que acompañaba un juego “de nenas” que practicábamos todos los días en los recreos de “la Casado”, mi escuela primaria, bien avanzada la década de los 80’. Era una de esas rimas que acompañaban una coreografía de aplausos y choque de manos. Con rimas y palmas, o sea, con todo el cuerpo, día a día, las niñas de quinto a séptimo grado naturalizábamos con alegría la muerte de aquella mujer a manos de su frustrado marido. (Para peor, la ligaba Sancho Panza, personaje que, si bien tuvo una larga ausencia de su casa para acompañar las andanzas de Don Quijote, nunca mató a Teresa, su mujer.)

Hace unos días, entre puteadas y asco por el horroroso periplo que Úrsula Bahillo debió transitar antes de que Matías Ezequiel Martínez, su exnovio policía, y el sistema judicial terminaran de matarla, recordé esa canción. 

Pasó mucho tiempo desde mi infancia hasta hoy, y si bien las mujeres hemos conquistado logros muy valiosos, la sangre derramada sigue siendo demasiada. Como muestra, sirvan algunos números*:

• Año 2020 = 298

• Año 2019 = 299

• Año 2018 = 273

• Año 2017 = 295

• Año 2016 = 290

• Año 2015 = 286

• Año 2014 = 277

• Año 2013 = 295

• Año 2012 = 255

• Año 2011 = 282

• Año 2010 = 260

• Año 2009 = 231

• Año 2008 = 208

Además de la nefasta cancioncita, ayer también recordé un relato que contaba mi abuela. La protagonista era una pareja de campesinos. La mujer debía cocinar con una bolsa de harina. Si la bolsa se vaciaba demasiado rápido, el hombre procedía a castigar a la bolsa, que la mujer debía sostener en la espalda. Lógicamente, la bolsa permanecía impertérrita, mientras la mujer recibía los palazos. 

Del mismo modo que el abusador del relato, mucha gente utilizó redes sociales para a atacar al feminismo y a la consigna #NiUnaMenos, por considerarlos “provocadores”. Le pegaron a la bolsa, y, por propiedad transitiva, a las que la sostenemos (en forma pública o en la intimidad), y a aquellas por las cuales nació. 

Evidentemente, algunos y algunas nunca pudieron, o quisieron, despegarse de la canción de Sancho Panza. ¿Podrán o querrán alguna vez?

“Me vi muerta, amiga, por eso lo denuncié”. Eso le escribió Úrsula a una amiga, a través de un chat.

Sigo puteando. Dieciocho denuncias. Y la vimos como ella se vio.

Sigo con asco. Die-ci-o-cho.

Me pregunto: ¿Hasta cuándo?

*Fuentes: La Casa del Encuentro – Observatorio Ahora que sí nos ven.

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