El deceso de Carlos Menem reactualizó el caso de la muerte de su hijo Carlos Menem Junior. La realidad es que el expediente judicial sigue abierto, pero al borde del cierre, cuando se están por cumplir 26 años de la caída del helicóptero entre Ramallo y San Nicolás. Zulema Yoma había puesto en duda que el cuerpo enterrado en el cementerio islámico fuera el de su hijo, pero se hizo una reautopsia, con la participación del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en la que se comprobó, a través del ADN, que todo el cuerpo corresponde a Carlitos. La otra medida adoptada por la justicia fue una pericia fotográfica sobre los restos del helicóptero. La voz cantante la tuvieron peritos del Conicet de Tucumán que no modificaron la conclusión judicial: que Junior piloteó bajito el helicóptero, jugueteando con dos modelos que iban en un auto en la ruta, se enredó en los cables -como le ocurrió a Jorge Brito recientemente- y se precipitó a tierra. No hubo atentado, fue un accidente.
Quien da la batalla por la hipótesis del atentado es, desde siempre, Zulema Yoma. Hacia el final de su vida, Carlos padre, en proceso de reconciliación con su exesposa, acompañó tímidamente los reclamos de Zulema, pero quienes estuvieron cerca del exmandatario siempre dijeron que estaba convencido que lo de su hijo fue un accidente. A tal punto que ni siquiera se hizo una autopsia al principio y recién se concretó en 1996, con casi 20 forenses presentes. El dictamen fue que Junior murió por los golpes de la caida.
El juez Carlos Villafuerte Ruso cerró la instrucción concluyendo que no hubo delito; su fallo fue ratificado por la Cámara Federal de Rosario y el expediente llegó a la Corte Suprema, que no abrió el recurso.
Sin embargo, Zulema planteó el caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) donde, por iniciativa de Cristina Fernández de Kirchner, se llegó a un acuerdo: se convino en hacer dos medidas adicionales, la reautopsia, y en segundo plano, la pericia fotográfica.
Zulema, representada por el abogado Juan Labaqué, designó forenses de parte y en el análisis del cuerpo de Carlitos participaron integrantes del EAAF, del Cuerpo Médico Forense y del Conicet. La cuestión a develar era que el cuerpo enterrado en el Cementerio Islámico -según Zulema- no era de su hijo y que sobre todo el cráneo fue intercambiado. La versión era que Junior tenía un disparo en la cabeza y ese disparo no aparecía en el cráneo enterrado. Se tomaron muestras de todo el cuerpo, desde el cráneo hasta los pies, pasando por costillas y otras partes. Se confirmó en todos los casos que se trataba del cuerpo de Junior y se verificó nuevamente que no había disparos.
La pericia fotográfica fue más controvertida. Participaron peritos del Conicet de Tucumán que analizaron todas las fotografías e imágenes del helicóptero, tomadas ni bien cayó el aparato. Originariamente hubo dos pericias, de la Fuerza Aérea y de la empresa Bell, fabricante del helicóptero, junto a un especialista en accidentes del estado norteamericano. Ambas pericias concluyeron que se trató de un accidente. Después, los restos de la nave se devolvieron a la familia Yoma, propietaria del aparato, y se guardaron en un depósito, en el que estuvo sin custodia durante ocho meses. La base de los cuestionamientos fue una pericia posterior, hecha por la Gendarmería, que percibió restos de proyectil. Sin embargo, Villafuerte Ruso se basó en los numerosos testigos que señalaron que Carlitos piloteaba el helicóptero muy bajito, con total control del aparato, jugueteando sobre la ruta. Hubo un testigo que contó que se le voló la gorra que tenía puesta y otro relató que el helicóptero no superaba la altura de un cartel de Shell de la ruta. Por supuesto que ni un solo testigo dijo haber escuchado disparos
Hay evidencias contundentes de que Junior y el corredor Silvio Oltra abordaron el Bell en Don Torcuato. Pasaron a buscar a una conocida modelo por un country de Benavidez y emprendieron el rumbo hacia Rosario. Sin embargo, la chica se sintió mal por la forma en que se estaba pilotando el helicóptero y pidió bajarse. Por eso terminó descendiendo en San Pedro y continuó viaje con otra chica en un Fiat Uno. Más adelante en la Ruta 9 ambas vieron que se había producido el accidente. Una de ellas bajó, pero de inmediato regresó al vehículo y se fueron.
Lo que había sucedido es que, como en el reciente caso de Jorge Brito, al volar bajito y sobre la ruta, el aparato se enganchó en los cables y cayó a tierra. Ninguna de las constancias del expediente cambiaron con la pericia realizada por el Conicet de Tucumán, es decir no se visualizó nada que tenga que ver con proyectiles. El abogado de Zulema, Labaqué, se enojó con los peritos y los denunció después de una serie de choques verbales.
A casi 26 años de la caída del helicóptero, el 15 de marzo de 1995, la causa está al borde del cierre. La familia Oltra -Junior y Silvio Oltra iban a una competencia en Santa Fe-, desestimó la hipótesis del atentado. El abogado que los representó, Arturo Goldstraj, siempre sostuvo que se trató de un accidente producto de que Junior piloteó de forma imprudente el helicóptero.