En nombre de una sistematización a la que nunca llegan, sin poder sacar los pies de ese terreno advenedizo del ciclo circadiano, cientos de eruditos cobayos de sus propias limitaciones fracasan y vuelven a fracasar.

El insomnio es el umbral que no pudo aún traspasar la ciencia.

Causas y soluciones son temas presentes en los vestigios más remotos de la tradición oral. Mas, igual antes que ahora, en proporciones idénticas de ignorancia y comodidad, la raza, en eterna edad de piedra, culpa.

La almohada, los radicales libres de un inocuo café, la serpiente emplumada arrastrándose sobre lo que será mi tumba.

La superchería, lejos de aquietar, enfurece.

El insomnio es, de base, un problema de quienes, sin ir a ningún sitio, no pueden dejar de andar. El hambre mientras se come. Algo que no se quita con pastillas.

El siguiente ensayo pivoteará en torno a este tema.

Habrá que capear tormentas. Las constelaciones, en el espacio crudo, cambiarán de lugar. La celeste esfera devendrá infinito rombo. Huracanes, frente a los que Eolo se arrodillaría, intentarán tomar el mando de la nave.

Copilotos cobardes, desciendan. Hasta aquí llegaron. Tenerlos sería un estorbo.

El autor

La Organización Mundial de la Salud ha establecido que aquellas personas que, a partir de haber alcanzado su mayoría de edad y contando 182 días de corrido a la fecha, no consiguiesen dormir por 24 minutos seguidos, serán considerados Mal Dormidos, seres desterrados a la Insomnia, más allá de las últimas costas conocidas por los marinos mercantes.

Insomnia, apenas 55 veces más pequeña que el universo, dispone de variedades enormes de micro-climas imbricados a otros y a otros a la vez. No es extraño que a algún morador lo empape un diluvio y que su vecino, a menos de 30 centímetros, ni siquiera sea salpicado. Las horas, según cuanto azul condense el aire, pueden ser de luz u oscuridad. Los gallos, con semejante panorama, han optado por cantar sólo cuando la flor de lis parece más envase de yerba mate que emblema heráldico.

En ese reino de urgencias estériles el inexpugnable ya se mide con relojes circulares. No se acepta otra manera de abarcarlo. Las leyes, tendiendo por la general hacia la permisividad, son terminantes al punto.

La aguja mediana, al arribar a cada uno de los 160 minutos que tienen las horas, formula la adecuada manera de plantear la pregunta.

160 preguntas por hora, siempre distintas, nunca retóricas. Tal es la velocidad crucero.

--Señor del Lenguaje, ¿por qué le das la espalda a la redacción de este vasallo? Con cada verbo conjugado en el modo indebido, cada acepción errónea, cada acento omitido o alterado, sangro el poco sueño que me queda. Dormir es experiencia sencilla. Gentiles curvas limitan su ratio. El sueño, hermano de la muerte, hijo de la noche sin intervención masculina, sentó bases inestables.

--¿Algo para agregar? Le preguntó la virgen a su halo.

--Si mi Señora lo desea, empezaré a contar lo que sé. Las sábanas en las que busca cobijo el Mal Dormido están bordadas con filos. Tanto algodón como púas insumió su confección y las agujas usadas para el menester fueron las pinzas del alacrán más fatal. En tales paños se revuelca ese hombre. Y cuando ya ni sangre le quede al cuerpo sus recuerdos empezarán a fluir por resquebrajados capilares.

--¡Halo, basta! ¡Calla ya! No tolero verme mortal presa de ese estado. ¡Noches enteras esperando que llegara José, quién sabe de dónde y de hacer qué!

Opción menos beligerante. Remate amable para una virgen pícara:

--¡Válgame Dios, que nunca se te peguen esas sábanas!

--¡Salve, Madre de las Razones! Le ruego a tu bondad un atisbo de certeza. Es de noche y he quedado tan solo. ¿Busco o deseo encontrar?

--¡Oh, desdichado! ¿Qué magnitud deberá transcurrir para que aceptes ser este Mal Dormido al que el ego se le escapa?

--¿Podría Usted decirnos algo, como al pasar, sobre la flor nacional de la Insomnia?

--Nacarado, poniendo naturaleza a tanto cinc, el desvelo germinaba en flores bellas como pocas veces los buenos escritores han sido capaces de describir. Botánicamente perfectos, sus gineceos al zumbar de las abejas les absorbían la vibración. Azaleas espectrales. Perlas vueltas cuadradas por la aceleración. “Jades del ecuador” las llamaban en el medioevo de Japón. “Pensamientos mientras llovizna”, en los atardeceres de la vieja Venecia.

Insomnia, con 92 Siberias de extensión, pródiga en aguas intranquilas. Sus mares no rehúsan el llamado del combate cuando, desde el cuadrante opuesto, las estrellas proponen guerrear.

Los lagos, en las altas montañas, cobijan monstruos de fuego.

Los ríos, a fuerza de filo, arrasan con el origen dándole cabida al destino.

Profundidades esculpidas sobre la transparente alteridad.

Urdimbre ensordecedora. Armonía jamás.

La vigilia aniquila al silencio. Una vibración que no acaba de propagarse reverbera en el oído medio.

La música no ayuda.

Recordar tampoco.

El Mal Dormido dinamita al insomnio con historias tergiversadas. Mas nada logra. A la impericia elocutiva se le adosa una crispación extrema.

Situaciones contextualizadas en ciclos erróneos, sentencias proferidas por voces equivocadas, sátiras sin concepción moral, excesos de la carne en estratos psíquicos pacatos. Lo que haría brillar a un escritor por sobre la media de su tiempo en el Mal Dormido produce un discurso pobre y apenas alterado…

Antes de abrir cada puerta sabía qué habría detrás. Allá una pared llena de retratos de gente que siempre estuvo muerta. Acá el comedor; los convidados, a los postres, tomarán granos del racimo de vidrio que, tal cual fruta, han comenzado a supurar…

Carnívoro arrorró.

Soy una hórrida deidad frontal. El espacio responde al chasquido de mis dedos. Teman si brillo, y si me opaco, también.

Haré de ustedes mismos su propio aserrín.

Los transformaré en centros despreciados por la orilla, calesitas con sortijas que habilitan otra vuelta por la parte más siniestra de la infancia.

Vaivén tullido de hamaca rota.

Un elfo corroyente le resta inclinación al tobogán.

El retablo, replegado, resuma selva.

La sutileza de la talla es tal que, pese a las buenas intenciones, intentar su descripción se vuelve flagrante grosería.

Sin embargo, si se lo abre, de tan rojo aterra.

La delicada escultura se transforma en libro sangrante.

Un monstruo blanco azotando a la montaña, al viento y al mar es lo primero que toma por asalto al ojo.

Un proceso narrativo espeluznante prosigue.

Sobre una cruz se retuerce un moribundo que irradia rayos.

Un banquete de animales degollados, ofrecido a la pureza de una virgen, no calma ningún apetito; por el contrario, parece cebar.

El Mal Dormido no tolera ser el espectador de tanta saña.

Su sensibilidad desquiciada siente ansias de despellejar.

Quisiera romper y remediar. Destruir la obra de arte para sanear el pasado.

Suda piedras.

Sus ojos sin pupilas mueven a piedad.

Los Mal Dormidos pastan en ortigales que brotan del parpadear.

El presente, alud irrevocable, acaba hasta con las ruinas. De cara al daño, a la lapidación de la rima y los tonos, creer ―el menos duro de los verbos― se vuelve norma.

Creer en una costilla de barro, en la opacidad del crisopacio.

Admitir por verdad incuestionable la facultad reproductiva del ejemplo.

insecto que en el vientre cobijas flamas

coleóptero de la corteza tridimensional

creyente a tu pesar

Creo en la alegría de un peine de cola rabón.

Mi peine verde "Pantera", siempre tan riguroso en la pulcritud de sus dientes, comenzó una mañana a morderse con furia hasta infringirse heridas de seriedad. Muy lejos de aminorar la intensidad, el síntoma se agudizó a medida que transcurrían los días.

A los tirones entre la justicia y la psiquiatría, tras varios tests, le detectaron al peine cierta incipiente insania. El siguiente paso, tan doloroso, fue la internación. Por suerte ya han pasado los cinco primeros meses durante los que se recluye al alterado con su fobia más extrema en un hábitat pequeño y cerrado.

El régimen de visita permite que lo vea un domingo al mes, por la tarde. Le llevo fotos de mujeres con hermosas cabelleras. Si hay sol nos rociamos spray.

Creo en dos bochas de vainilla de la heladería que quedaba a media cuadra de una casa que se desvaneció.

Creo en la redención al servirme, a las 5 de la mañana, un vaso de soda.

Oda a la soda, por el Mal Dormido.

Tifón en el sifón.

La gloria le cabe al instante.

Las burbujas, náyades de lo inmediato, son hostias inmateriales.

***

agua de Seltz, chorro de soda, morfina ancestral

tú, que le aligeras la grieta al parietal

***

Soda Cerati.

Tan liviano su vestido me encendió…

***

En Venus los manantiales son de soda. Una vez estuve ahí. La cantidad de colores que en esas burbujas vi me configuraron la cabeza hacia la belleza. Es lo que tengo para decir. No es sencillo de explicar, y tampoco creo que explicar sea medio, fin o principio, más bien conveniencia, facilismo, prosa.

Fin de oda.

En el baño, de espaldas al espejo y sin saber por qué, tira la cadena. Ni tan lúcido ni tan aturdido se sienta en el inodoro.

Un enjambre de líneas lo hacen epicentro de la distorsión.

Su olfato, imbuido de acritud, confunde kerosene con azahar.

La resignación le gotea de una fosa nasal.

La falta florece en el filamento de las bombitas.

El gas ase formas que giran tan rápido como lo tolera cada centro.

Pulpos albinos, despresurización.

Un titilar desquiciado, en circunstancias que omiten el razonar, agrupa objetos emotivos y les asigna números.

El insomnio destruye contrastes.

La representación se asfixia en su reinado.

Al flujo de tanta épica improvisa el Mal Dormido un discurso que con el transcurso de las generaciones se volvería célebre…

Yo, San Judas Tadeo, más o menos Judas más o menos Tadeo dependiendo de la ocasión, cortejado por lechuzas, al vacío me arrojo.

Yo, trasluz de cosas que se han roto, depresión post-parto de quienes jamás hemos sido madre.

Yo ratifico mi posición. Las camas no son sitios apropiados para los insomnes. Sobre ellas las desgracias más tremendas pueden acaecer. Ejemplos sobran. Todos tenemos un caso cercano...

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@dr.homs