A donde lo llamen. Hasta donde la canción le diga irá Mocchi, cada vez que la música sea un argumento para militar el misterio. En donde quepa el tiempo, el remanso de lo cotidiano, y ceda un poco la oligarquía: disputará la historia y seguirá haciendo canciones para, entre tanto, hacer memoria.
“Todo esto de la música es medio un regalo porque nunca pensé que me iba a dedicar a esto”, dirá la cancionista uruguaya, el poeta y cineasta que hace muchos años hizo una presentación en el centro cultural “La Casa del Árbol”. Aquella primera tarde en Palermo, no solo tocó únicamente para su novia y su tío, sino que también encontró la señal para empezar a descifrar un camino posible.
Por eso, quizás, Mocchi se entusiasma cuando habla de Buenos Aires, cuando cuenta de esta gira que le hace volver a la ruta, a subirse a escenarios para quebrar con el motor aquietado de esta época. Vuelve Mocchi a tocar en la Argentina. Ya lo hizo durante esta semana en Rosario, hoy lo hará en Buenos Aires, luego en Mercedes, después en La Plata y en Tandil para cerrar en Mar del Plata y Necochea.
Viene también para reencontrarse con Luis Volcoff, su músico aliado en estas tierras, con quien graba discos y gira ininterrumpidamente desde el año 2017. Y regresa, claro, para sellar de nuevo la contraseña política de sus canciones. “Para mí la canción no tiene género”, proclama Mocchi cuando introduce esta etapa. “Yo creo que la canción en sí ya es un montón. Un gran encasillamiento de la música, ya con eso alcanza. Después, todo lo demás. Hay gente que toca música o géneros súper revolucionarios pero que hacen cosas muy conservadoras. Entonces, creo que los que nos identifica es algo que no tiene que ver con el género.”
Justamente, tanto su obra como su vida han renunciado a los binarismos. “Creo que Luciana fue una etapa, y me fue pasando a lo largo del tiempo. Es la persona del documento y ya.” Le ha sucedido que un par de amigues le invitaron a tocar, “ahora vamos a hacer esta canción con mi amigo Luciana Mocchi”, contará Mocchi sobre cómo lo presentaron y, también dirá, que esa mixtura gramatical le pareció hermosa. Le resulta reivindicativo mezclar pronombres, ejercitarlos indistintamente sin ser algo que le “importe más a que me traten con respeto, me parece interesante que me puedan nombrar desprejuiciándose realmente del género.”
Así regresa Mocchi a este lado del río. También con un disco que ya casi está listo, y que se llama 1990, una producción de registro biográfico hecha con el placer de tejer clandestinidad para bellos propósitos. Su primera canción, grabada en febrero del año pasado, premedita nuestra historia viva: “voy a plantar una lenteja, para vernos cuando rebrote.”
¿Cómo es la gira que te trae nuevamente al país?
Todas las fechas son un poco un pasaje por La velocidad del paisaje y Mañana será otro disco, mis dos discos, y por 1990. Pero la gira es primero un reencuentro con Luis Volcoff. Es la primera vez desde que nos conocemos que no nos vemos por tanto tiempo. Un año sin tocar para nosotros es muchísimo. Por lo general hacemos cinco giras por año. O viene a mi casa, y tocamos acá en Montevideo. Por eso creo que la gira para mí tiene mucha carga emocional.
Hay mucha expectativa de escuchar el nuevo disco...
Y 1990 es un disco que un poco a la curaduría la hizo la gente. Fuimos tocando canciones inéditas, tuve como dos años en los que me puse hippie y dije: voy a tocar solo canciones inéditas y experimentar a ver qué le pasa a la gente.
El nombre denota un guiño generacional y también identitario.
Yo nací en el 1990, hoy tengo treinta años y veo asumir a la presidencia de Uruguay al hijo de la persona que hizo mierda el país, y que a su vez es responsable de muchas de mis canciones. Porque mi familia fue re contra víctima de la crisis. Año 2000: desalojo. Mi padre yéndose del país, mi madre laburando todo el día. Viviendo solos con mi hermano. Y después, viviendo todos en lo de mi abuela, gestionando la supervivencia. Entonces, gracias a esa desgracia, en parte, yo hago las canciones que hago porque conocí el mundo de verdad. Empecé a interactuar con la realidad de otra manera, con pila de sufrimiento y todo. Y hoy, ¿hay que reivindicar las mismas cosas? Estamos todos locos. Entonces, cuando miro el disco, es un poco eso. Es lo mismo que hubiese dicho en el 90’ si hubiese tenido treinta años. Qué absurdo. Es un disco medio absurdo, la verdad.
Aunque hubo una época para Latinoamérica que fue como un recreo, un paréntesis.
Fueron unos años de esperanza y de repente: Bolsonaro, Lacalle, Macri. ¿Acaso no aprendimos nada? Pero sí, de hecho, en esos años de bonanza económica, de un contexto político más copado, fue cuando yo me pude dedicar a la música. Tengo que decirlo: la verdad que fue en los últimos 15 años de los gobiernos de izquierda que tuvo Uruguay que yo pude dejar mi trabajo y ver cómo era esto de dedicarme a la música.
Te escuché decir varias veces que no te gusta grabar...
Yo no grabo nada desde el 2016, porque justamente no me gusta grabar y odio todo el tema de lanzar un sencillo, hacer campañas... Entonces medio que los plazos de este próximo disco son: cuando se termine lo vamos a subir. Ese plan. Puede ser la semana que viene o puede ser dentro de cinco meses. El disco está casi terminado, probablemente sea entre mayo y agosto.
¿Un disco trabajado en aislamiento y con fronteras cerradas?
Sí, porque al disco lo grabamos en febrero en Buenos Aires, y ahí yo me tomé el buquebus a Uruguay. Al momento en que llegué se empezó a hablar de coronavirus, y a los cinco días se desató toda la pandemia: el disco quedó allá y yo acá.
¿Eso implicó motorizar todas las estrategias artesanalmente disponibles para avanzar?
Empezamos a laburarlo a distancia. El disco, por suerte, también nos mostró la parte positiva de la pandemia: la gente que quisimos que grabara, de repente estaba re prendida fuego en la casa queriendo hacer algo. Me acuerdo cuando le escribí a Juli Laso, le dije que quería que grabara tal tema. Al otro día me escribió el pianista diciéndome “estoy acá con Juli grabando.” Che, pero ustedes ¿en qué momento hablaron? Esas cosas se generaron también con el disco que están re buenas.
Un disco digno para celebrar...
Tenemos una fecha de presentación acá en Montevideo, en el Teatro Solís, en septiembre. Ojalá que no pinte otra pandemia o que no pinte ninguna desgracia porque el horizonte ahora mismo está puesto ahí. Yo lo vivo también como un acto político. Tocar en uno de los teatros más hermosos que conozco de toda mi vida, y también disputar, porque este bicho llega a una sala propia de la oligarquía, medio inaccesible. Ahí también está la música independiente y está la gente como uno. Las empresas, las marcas, las salas podrían empezar a confiar en la música independiente, que es la que va a cambiar el mundo. Que empiecen a confiar realmente en lo que puede hacer la gente por fuera de la norma.
Viernes 19 de febrero a las 20 en La Trastienda Club, Balcarce 460. Localidades en TuEntrada.com.