Luego de darle vida a varias joyitas del indie criollo, una experiencia mística en los bares mexicanos lo hizo perderse entre boleros cansinos y olvidados. Se internó en su casa a grabar uno por día durante un mes entero y agruparlos en su disco La última noche, en el verano del 2013. Dos años después, sacudió las estanterías de ese mismo indie melancólico y cargado de tristeza que había propagado a través de internet y en las calles platenses. Su disco Prietto –que será reeditado en vinilo por el Instituto Nacional de la Música– le inyectó una dosis irremediable de blues callejero y melodías enérgicas que avizoran una luz al final del túnel. Hace menos de un mes publicó Siesta, un pequeño disco de 18 minutos corridos de guitarras criollas y arpegios mántricos pensados para su hija Esmeralda, que solo se dormía escuchando a Erik Satie. El recorrido ecléctico de Maxi Prietto, fundador de Prietto Viaja al Cosmos con Mariano, y hoy uno de los líderes de Los Espíritus, tendrá una nueva parada hoy a las 21 en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 772).
“Voy a presentar un poco de todo lo que hice como solista, pero más que nada lo que gira en torno al blues y los boleros”, adelanta Prietto luego de haber terminado de grabar el nuevo disco de Los Espíritus, para el que se preparó dejando las bebidas alcohólicas e incursionando en la macrobiótica. “Hace poco me cayó fuerte la ficha de que todo está en la alimentación, en la energía que entra a tu organismo, y empecé a buscar ese equilibrio entre lo ácido y lo alcalino, que tiene que ver con el yin y el yang de los chinos. Pero después de la grabación me fui al carajo (risas). No lo pude sostener”.
Para este pequeño juglar treintañero y criado en los suburbios, de andar pausado y con pinta de duende sabio, la música fue siempre un mundo de experimentación. Uno iniciado en los recitales de Ramones y Sepultura cuando apenas tenía 11 años, que pasó por el tango y el folklore que le enseñaron dentro de la Escuela de Música Popular, y luego viajando por los infinitos ritmos de salsa que lo hipnotizaron en Colombia. Tras la prosa de Bukowski, Carver y Henry Miller, y pintando en sus letras postales de esos “perdedores hermosos” de Luca Prodan, la música le abrió las puertas al desarreglo de los sentidos, de los acordes y de él mismo.
“Me gusta deconstruir, hacer música es como buscar una identidad. Me parece que está bueno proponerse cosas en las que no sabés bien qué es lo que estás haciendo, porque tu personalidad va a aparecer en algún momento. ¿Hasta qué punto se puede borrar la personalidad para que vuelva a aparecer de alguna otra forma?”, se pregunta Maxi Prietto antes de que se encienda el grabador y pida una cerveza como almuerzo.
–Usted comenzó subiendo sus discos a internet de manera gratuita y nunca dejó de hacerlo. ¿Cree que ya no tiene sentido pensar la música en otros formatos?
–Siempre me copó tener internet a mano, porque cualquier cosa que sale la podés grabar, ponerle una tapa y compartirla por ahí. Pero ahora quiero que eso mismo se materialice, que se transforme en un CD o un vinilo. El CD está quedando en extinción, pero sin embargo está bueno entrar a una casa y verlos, elegirlos, mirar el arte de tapa, que todo eso ya te vaya generando un clima. Tampoco me gusta la gente que piensa que “antes era mejor”. Pienso que es gente que se está quedando sin un lugar y lo está reclamando, pero que tiene que empezar a procesarlo internamente (risas). Creo que todavía no se sabe bien para dónde vamos.
–¿Y cómo se incorporan las redes sociales en esta confusión?
–Algo que noté es que vos ponés en tu facebook: “Hoy a la noche voy a subir un disco nuevo” y termina teniendo muchos más “me gusta” que cuando compartís el disco. Ahí pienso que entonces a la gente le gusta más saber que algo va a pasar a que pase. Le gusta pensar que algo va a venir, pero después “ah mierda, ahora lo tengo que escuchar”. Internet tiene demasiado humo. Esto de la supuesta participación, cosas que no están respaldadas en algo real, como sí los recitales, donde está la gente cantando los temas, se siente el calor, hay una interacción humana.
–Mientras se imponen los soportes digitales también se reaviva el sonido de los vinilos. Incluso usted está a punto de editar su disco Prietto en ese formato. ¿Cómo ve este fenómeno?
–Hay cosas que te queman la cabeza, como ver un disco de NWA a $1500: pagar esa plata para escuchar a raperos que te dicen que no tienen un peso es una contradicción absoluta. También creo que hay mucha mentira, gente esnob que dice que el sonido es superior al de un mp3 y después no sabe distinguir una flauta de un violonchelo. Pero el soporte no deja de tener algo mágico por todo eso. Hoy quiero que la gente pueda ver mis discos y tenerlos en la mano.
–¿Se trata solo un gesto que roza con la nostalgia o hay algo más?
–Quizá lo que sucede se pueda comparar a lo que pasa con una máquina de escribir. Podés escribir en un Word, pero si a la noche te ponés una lámpara con la máquina y mirás por el balcón, no vas a tener otra ventana con Facebook, Twitter, Youtube o lo que sea. Y hacer una sola cosa está bueno. Tiene que ver con algo un poco zen, eso de que “cuando como, como y cuando duermo, duermo”. Si no, ponés música en Youtube y a los dos minutos estás firmando una petición para que no maten ballenas en no sé dónde. Uno postea cosas como si realmente le importaran, pero en el fondo lo estás haciendo para ver qué trascendencia le dan los otros a eso. Tiene que ver con una cuestión extremadamente social... y está bueno estar solo también. Solo en tu casa. Realmente solo. Disfrutando de esa soledad.
–En las últimas semanas, luego de las dos muertes en el recital del Indio Solari, la cultura rock fue denostada en la gran mayoría de los medios masivos de comunicación. ¿Cómo vivió esa situación?
–Después de Cromañón, nos fuimos a tocar a La Plata porque acá no se podía tocar en ningún lugar. Ahora, con lo del Indio, están buscando lo mismo. Si se mueren dos chicos en una fiesta electrónica y lo que se les ocurre es cancelar las fiestas, entonces evidentemente no tienen la capacidad de hacer que eso sea posible y no que deje de existir. Hoy el gobierno está buscando volver a cerrar lugares, a evitar que la gente se junte. Este bar lo cerraron porque se bailaba tango. ¿Eso expone la seguridad de las personas? ¿O lo que buscan es que la gente no se encuentre?
–Sin embargo, sus letras nunca giraron en torno a este tipo de planteos, sino más bien a la posibilidad de contar historias de vida.
–Siento que la vida es más compleja y que, cuando te dedicás a hablar desde una mirada más cercana a la política, perdés la posibilidad de dedicarte a algo mágico. Atahualpa Yupanqui no hacía música para entretener y tenía discos que eran solo de guitarras. Pero a veces no podés evitar escribir sobre lo que sucede. Eso es lo que se llama folklore: es mirar los tiempos que corren. Hoy hay canciones que se me están apareciendo y van por ese lado. Si hay alguien que te está apretando el cuello, es difícil que no lo digas.