Desde Londres. Con la meta de 15 millones de vacunados cumplida, con el abrupto descenso de contagios y muertes, Boris Johnson busca una salida ordenada del actual confinamiento nacional, el tercero desde que comenzó la pandemia. La palanca central de su estrategia, es también su talón de Aquiles: la escuela.

La normalidad post-confinamiento depende en gran medida de que los chicos vuelvan a las aulas liberando a sus padres y reactivando su inserción económico-social. “La educación es nuestra prioridad número uno, después vendrá la reapertura de los negocios no esenciales y en su debido momento y en la medida en que podamos, de la hotelería, gastronomía y esparcimiento”, dijo Johnson.

Las dos reaperturas previas – entre mayo y agosto, y la pre-navideña – terminaron en lágrimas: regreso apurado al confinamiento, disparada de casos y desborde del NHS,el sistema de salud británico. El próximo lunes el primer ministro comunicará cómo será el sistema que reemplazará al confinamiento duro que comenzó el 5 de enero en todo el Reino Unido.

El gobierno fijó cuatro criterios para salir del confinamiento: éxito del programa de vacunación, reducción del número de hospitalizaciones y muertes y control de las nuevas variantes. En los últimos días el énfasis ha sido el número de contagios. “Necesitamos que la tasa de contagio baje a su nivel mínimo. Eso es fundamental”, dijo el primer ministro.

La experiencia parece haber forjado un Boris Johnson modelo 2021 caracterizado por la prudencia. Hoy la fecha y modalidad del regreso a las aulas está en el centro del debate: el año pasado era motivo de jactancia masculina, como si se pudiera doblegar al virus con espíritu bélico, fuerza y voluntad. El gran tema es cómo garantizar la seguridad de docentes y alumnos. “El peligro cuando hay mucha gente junta, incluso en caso de menores de edad, es que haya nuevas variantes y mutaciones en esa población y que la enfermedad se expanda a grupos de más riesgo”, advirtió Johnson modelo 2021.

La oposición laborista y los sindicatos de la educación propusieron la vacunación masiva de los maestros y profesores. La propuesta generó un intenso debate. Curiosamente en los medios centroizquierdistas The Guardian y The Observer aparecieron algunos columnistas que criticaban la posición laborista mientras que en el conservador The Daily Telegraph algunas voces reclamaban que se garantizase la seguridad de los educadores. “Vacunar a jóvenes maestros puede ser una idea simpática pero no lo es tanto si el costo es un aumento de las muertes evitables. Los datos muestran que los maestros, a diferencia de los choferes de taxi o los obreros fabriles, no corren más peligro de muerte que la población en general”, señaló Sonia Sodha en el dominical progresista The Observer.

Los “datos” son menos neutros de lo que opina Sodha. En la cadena estudiante, maestro y contactos sociales (padres, familia, amigos), los chicos de primaria son en su mayoría asintomáticos, con un riesgo muy bajo de enfermarse gravemente y una limitada capacidad de contagiar. “Esto no ha cambiado con las mutaciones y variantes”, señaló a la BBC el especialista Mike Tildesley.

En síntesis no son un peligro grave, pero tampoco son inofensivos. La cosa se complica con los estudiantes de secundaria que, como mínimo, son tan transmisores como los adultos. “En diciembre el nivel de infección de los chicos aumentó de modo notable. En las escuelas secundarias uno de cada 40 estudiantes se contagió, en las primarias, uno de cada quince. Esto fue resultado del fracaso del gobierno a la hora de ofrecer protección a las escuelas. Le hemos escrito a los directores de escuela, empleadores y el gobierno para dejarles en claro que no están dadas las condiciones de seguridad para dar clases presenciales”, señaló en un comunicado reciente el Sindicato Nacional de la Educación. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (la ONS), enfermeras, personal de limpieza, trabajadores sociales, taxistas y trabajadores de seguridad corren más riesgo que los maestros. Con esa vara congelada que usan las estadísticas, se calcula que el riesgo de muerte de un maestro de secundaria es “solo” ligeramente mayor que el de la población en general: 39 y 21 muertes en maestros y maestras por 100 mil personas comparado con 31 y 17 del resto de la población.

No hay tiempo de más

El Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización (JCVI) tiene esta semana para finalizar su plan de acción antes de que el próximo lunes Johnson anuncie la nueva hoja de ruta. Según dos periódicos conservadores, The Sun y el Daily Telegraph, el plan gubernamental dará prioridad en el programa de vacunación a los educadores de determinada edad.

Más allá de que exista esta voluntad política del gobierno, es imposible vacunar a todos los maestros y profesores en situación de riesgo para el 8 de marzo, más teniendo en cuenta que se necesitan dos semanas para que se active plenamente la inmunidad de la primera dosis.

 Johnson no descartó un regreso escalonado a las aulas. “No hemos tomado una decisión específica. El 8 de marzo ha sido una prioridad por un largo tiempo para las familias y el gobierno. Nuestra intención es comenzar el proceso de regreso a las aulas en esa fecha”, dijo el primer ministro. El presidente de la Confederación del Servicio Nacional de Salud (NHS), Lord Victor Adeborale, recomendó extrema cautela. “El NHS está de rodillas. El 8 de marzo puede ser muy prematuro para recomenzar las clases”, señaló Lord Adeborale.

El tema divide a los grupos de padres. Por un lado están “Us For Them”, que se presentan en su web como “decenas de miles de padres que quieren que se reabran las escuelas cuanto antes” y son asesorados por Ted Baker, un prominente político conservador. En la vereda opuesta se encuentra “Parents United Against Unsafe Schools” que viene reclamando una mayor seguridad en las aulas antes de volver a las clases.

En medio del fuego cruzado, maestros y profesores se sienten en la cuerda floja. Sarah Biasibetti, profesora de francés e italiano en escuela secundaria, señaló a Pagina/12 que teme por su propia seguridad. “Esto ya lo pasé cuando volvimos a las clases en septiembre y de nuevo en diciembre. Ya le he dicho a mi supervisor que no me siento para nada cómoda con la idea de volver a las aulas. Habrá que ver con qué sale el gobierno y qué respuesta da el sindicato”, le dijo a este diario.