José María Muscari lo hizo de nuevo. Después de éxitos como La casa de Bernarda Alba, Extinguidas y Casa Valentina, el autor reincidió en su deseo de hurgar en el mundo femenino. Como resultado, escribió Falladas, obra que también dirige y que transcurre por su segunda temporada, consagrada como una de las más vistas de la cartelera porteña en un contexto difícil para la actividad teatral.
La historia es sencilla. Agueda (Andrea Politti) organiza una reunión en su casa con sus amigas Ursula (Cecilia Dopazo), Brenda (Valentina Bassi) y Diana (Carolina Papaleo), y aunque el encuentro comienza de manera amistosa, pronto los conflictos dominan la escena. Agueda aparenta ser la más madura en un grupo con altibajos emocionales, en el que conviven la superficialidad de Ursula, la inseguridad de Brenda y la agresividad de Diana. Pero las diferencias entre ellas no son nuevas y es por eso que la anfitriona decide contratar a Perla (Patricia Palmer), una psicoanalista que atiende a domicilio, para que pueda ayudarlas a mejorar su vínculo. Desde ese momento, el living de Agueda se transforma en un consultorio improvisado para hablar de cosas que se callan y se reprimen.
Palmer asume, desde la primera función, el papel de esta particular terapeuta freudiana y lacaniana, y confiesa que el nuevo proyecto de Muscari la sedujo desde el comienzo. “Venía haciendo mucho drama, y teatro under, y quería hacer comedia y divertirme un poco. Además, hacía muchos años que no hacía teatro comercial y quería volver a esa experiencia”, cuenta. Bassi, por otro lado, es una de las incorporaciones más recientes del elenco y, al igual que su compañera, celebra la oportunidad de ser una “fallada”. “Esta es la primera vez que hago comedia en el teatro comercial. Cuando me llamó José para ofrecerme reemplazar a Martina Gusmán, yo estaba filmando en el sur, y acepté la propuesta porque ya había visto la obra y me había atraído mucho”, sostiene la actriz que interpreta a Brenda, una mujer que busca el amor por distintos medios (hasta en Tinder) y se frustra en todos los intentos.
La puesta hace cómplice al público y genera momentos de interacción con los personajes, suspendiendo por un instante el relato ficcional. El texto hilarante y ácido de Muscari, en el que el humor opera como recurso permanente, es el que permite estas concesiones. “No fui muy convocada para hacer humor en teatro, y mi experiencia en este aspecto es más televisiva, entonces esto es muy novedoso para mí. La energía que se transmite es muy positiva”, asegura Bassi al respecto. “Yo me manejo con el humor en mi vida, y por eso creo que es prioritario –afirma, por su lado, Palmer–. Por ejemplo, acabo de escribir una obra que se llama Mujeres que cocinan con huevos, sobre violencia de género, que es un tema álgido y doloroso. Sin embargo, lo abordo desde el humor, porque considero que éste es un vehículo importantísimo y maravilloso que permite llegar a una sensibilización, a una toma de consciencia y a la modificación de un espectador que no quiere que le bajen línea”. Su profesión de psicóloga social, dice, la llevó a escribir y a dirigir ese texto que estrenó recientemente en el teatro Taller del Angel, y que aborda desde otra óptica la realidad de las mujeres.
La terapia, como canal de escape y alivio de los traumas, se constituye en el eje de la puesta, elevado a la parodia. La fórmula, ya probada con eficacia en la escena teatral de los últimos años en obras renombradas como Toc toc o Bajo terapia, se combina con otro eje: el de la amistad. Ambas actrices advierten ahí un punto de encuentro cuando coinciden en que el vínculo amistoso habilita por sí mismo instantes de catarsis y reflexión. “Hablar hace bien. No sé qué ocurre entre los hombres, pero entre las mujeres siempre nos juntamos a hablar primero de lo que nos pasa y luego del resto”, comenta Bassi. Palmer acuerda: “La amistad es muy terapéutica y necesaria. Para mí, no hay nada más terapéutico que estar con mis amigas. Incluso sé qué cosa puedo contarle a cada una, porque sé quién me va a dar justo la palabra que necesito”.
El teatro comercial no pasa por un buen momento. Debido a esta situación, algunas producciones se vieron forzadas a reducir el valor de las entradas a precios más accesibles para la capacidad adquisitiva del público. En este contexto, sin embargo, Falladas sobrevive como uno de las propuestas sólidas de la temporada y, aunque sea difícil definir la clave del éxito, las protagonistas arriesgan algunas respuestas. “Muscari convoca porque tiene muchísima trayectoria. El público sabe lo que va a ver, sabe que no se va a aburrir y que la obra va a ser ágil, y eso ya es una garantía. Después, el hecho de que esta historia también haga reír y conmueva, es algo que hace que el boca a boca funcione”, argumenta Bassi. Y Palmer añade: “Creo que la gente lo pasa bien, se ríe mucho, y de algo que no está puesto en el chiste, en la grosería o en la intención muy directa de hacer reír, sino en algo que es parte de una obra muy particular, donde hay una mezcla de situaciones reales y desopilantes. Yo sería una espectadora de Falladas, porque en su conjunto es un espectáculo muy atractivo que no busca elevar la dramaturgia a ningún lado y no es pretenciosa, pero tiene un objetivo claro, que es entretener, y lo cumple”.
* Falladas puede verse en el Multiteatro (Corrientes 1283), los miércoles, jueves, viernes y domingos a las 21, y los sábados a las 20 y a las 22.