Hay un círculo vicioso que se repite en distintos escenarios. Durante años un gobierno neoliberal realiza una apropiación y destrucción del aparato productivo, del tejido social, de los legados históricos, capturando a través de distintos dispositivos el sentido común y generando subjetividades sin brújula política. Para lograr esto el gobierno neoliberal no necesita ni políticos importantes ni grandes estrategias. Existe una "astucia de la razón" propia del capitalismo, su demoledora capacidad de reproducción sin que nada lo límite.
Por ello las derechas gobiernan supervisadas por las corporaciones financieras, mediáticas y judiciales, dando lugar a una custodia efectiva del proyecto neoliberal. Y con ello les basta. Son un Poder no una Hegemonía, la que siempre es una construcción política. Pero nunca se adormece del todo la memoria popular, el saber en reserva de los grandes proyectos transformadores finalmente vuelve a irrumpir y por tanto tarde o temprano se preparan las condiciones para que emerja un proyecto democrático con vocación popular e igualitaria.
Pero en el siglo XXI de una manera mucho más acentuada, el neoliberalismo continúa más allá de los eventuales gobiernos que lo representan. Hay que tomarse en serio que la realidad misma en todos sus aspectos es neoliberal y por ello el gobierno democrático y popular padece de inmediato los efectos de una impotencia no buscada. La derecha, gracias a su control de la realidad, apenas paga las consecuencias del desastre que ha generado, un desorden criminal a partir del desencadenamiento de la Pandemia. De este modo el gobierno democrático-popular en poco tiempo se mueve en un espacio ultracondicionado.
Por la derecha se radicaliza su posición, hay un devenir ultraderechista irremediable en las derechas ya que ahora solo encuentran su punto de apoyo en un ejercicio de imputación neofascista a cualquier intervención del Estado en su dimensión social y comunitaria. Esto le resulta muy fácil a la derecha, puede haber perdido el Gobierno pero conserva intacto su Poder. Mientras tanto el gobierno democrático popular se ve en poco tiempo asediado por situaciones estructurales muy graves, que aunque intente paliarlas, siempre lo hace de un modo insuficiente, las demandas insatisfechas, el acoso judicial, el dolor popular del hambre bajo la pandemia, el endeudamiento de la nación, tiñen de insuficiencia a todos sus esfuerzos.
Por ello en un tiempo muy breve, surgen las corrientes críticas en el interior del propio espacio social del gobierno. El que ahora debe mantenerse frente a la ofensiva sostenida e insistente de la derecha, su antagonismo principal, y los conflictos crecientes situados a su izquierda que ven en este nuevo gobierno, como no podía ser de otro modo, impotencia, una moderación y tibieza que no fue votada, en definitiva una debilidad que decepciona y genera un clima de arrepentimiento, incluso de cuestionamiento de la autoridad gubernamental.
Las críticas procedentes del propio espacio no pueden esperar a que lleguen los buenos días, los que nunca estén garantizados que lleguen. De este modo no hay día en que algún intelectual no le envíe una carta crítica al Presidente o distintos actores encuentren buenas razones para no callar su decepción o disgusto. No considero a esto ni "fuego amigo" ni que las críticas sean funcionales a la derecha. Intento situar un problema estructural que tensiona el espacio del gobierno democrático popular. Por ello este espacio crítico tiene delante suyo un gran desafío político: demostrar que estas críticas no contribuyen a un malestar imaginario y binario que se expande y que la derecha espera alojar.
Las críticas ya existen y tienen sus voces, lo que debe ser pensado rigurosamente es cómo deben formalizarse, encontrar puentes simbólicos que no alimenten un imaginario pasivo de decepción y arrepentimiento. Al desarrollarse todo esto bajo pandemia, las críticas no se articulan a los movimientos sociales ni a las estructuras políticas y orgánicas, especialmente aquellas organizaciones que al compartir con el gobierno responsabilidades institucionales podrían ser el mejor vehículo para que dichas críticas alcancen su cometido.
Se añade otra cuestión, cuál es el límite de estas críticas si las mismas no quieren implosionar el Gobierno ¿Valen todas las críticas ? ¿Incluso aquellas que ya no diferencian al gobierno neoliberal del gobierno democrático popular? ¿Qué se espera de estas críticas ? Rectificar al gobierno o esperar que lo suceda otro más coherente con la expectativas históricas de las corrientes transformadoras. Es difícil no pensar que esto último no sea un espejismo peligroso. Este es un punto problemático ya que los críticos saben muy bien que en el gobierno criticado, como señalé antes, hay grandes exponentes de la historia anterior a la llegada del gobierno neoliberal.
Si el deseo es que este círculo vicioso del neoliberalismo no arrastre a lo logrado por poco que sea a un colapso, las críticas deben encontrar diversas mesas de diálogo con el gobierno, salvo que quieran engolosinarse con la famosa enfermedad infantil del izquierdismo, que suele no distinguir el antagonismo principal del conflicto secundario. Es hora de hacer un debate de fondo sobre qué reformas estructurales importantes se pueden realizar bajo el dominio neoliberal cuando no se ha ganado primero la batalla en la sociedad, en la comunidad y en el corazón de las subjetividades.