Se guitarreaba lindo en un cumpleaños del escritor y periodista Antonio "Tonito" Rodríguez Villar cuando de repente, en un alto, se oyó la voz de Marián Farías Gómez narrando pasajes de su vida musical en primera persona. Alguien le preguntó sobre los Huanca Hua, ella respondió al tono, y espontáneamente sobrevino una catarata de anécdotas sobre ella, su familia y sus devenires. A veces pasa en tales contextos que, vasos de vino de por medio, entre tema y tema, alguien se entregue a los placeres y los lamentos de la nostalgia. Pero aquella noche, la cosa fue más allá y la cantora coronó el anecdotario con una frase que llegó de inmediato a oídos de Carlos Molinero, otro escritor.
“Los invitados me preguntaban cosas, anécdotas, y yo contaba y contaba, hasta que en un momento dije 'para contar todo esto tendría que estar un mes y medio hablando'”. Y entonces el historiador folklórico prendió mecha: “Vamos a hacer un libro de anécdotas, Marián”, recuerda ella que dijo él. Y él lo refrenda, ahora, ante Página/12. “Yo buscaba hacer una 'folklobiografía', que es seguir la vida y obra de un artista del folklore como reflejo y hacedor de su tiempo. Lo diferente que terminó pasando respecto de aquella idea es que las anécdotas pasaron a ser la historia completa de la familia”, detalla Molinero.
Un par de años después de la secuencia, Farías Gómez y Molinero empezaron a juntarse en la casa de la cantora. Lo hicieron durante más de un año, a razón de una o dos tardes por semana, y el resultado fue un profuso libro de 358 páginas, que hace justicia con una familia cuya intensidad de acción musical y militante lo amerita largamente. Se llama Farías Gómez, la tribu (Conversaciones con Marián Farías Gómez) y su leitmotiv radica en la búsqueda de una esencia que Molinero denomina “lo” Farías Gómez. “Nos reuníamos con Marián al menos dos horas por cita, eran largas 'tenidas', grabador de por medio. Después, a medida que avanzaba con mis investigaciones paralelas, nos encontrábamos más 'informalmente' para aclarar lo que no entendía, o para corroborar las visiones o versiones de terceros”, cuenta el autor.
Con prólogos de Teresa Parodi, Pablo Vila y la misma Marián, La Tribu… cuenta la historia del clan desde que el Enrique “Tata” Farías Gómez (hijo de Juán Farías y Fortunata Gómez) y la “Pocha” Barros echaron los cimientos estéticos, ideológicos y humanos para que la segunda generación (Pedro, Bongo, Chango, Mariano y Marián) construya sobre ellos, y la tercera y contemporánea (Micaela, Juancho, Facundo, Guadalupe, Sebastián) mantenga vigente -pese a ciertos giros- el legado de sus antecesores. El trabajo cuenta además con códigos QR en varias de sus páginas, que permiten acceder a temas musicales o videos vinculados a lo que se narra.
“En Militancia de la canción, mi libro anterior, ya había incorporado un CD con fragmentos de los temas esenciales, para internalizar lo que quería decir. De allí salió la idea de grabar nueve videos y ponerlos en la página de YouTube, y de agregar 77 canciones de acceso directo para escuchar mientras se lee. Al cabo, se trata de un libro para leer, ver, y oír”, enfatiza Molinero. “Y está bueno que así sea porque, si bien el libro hunde sus raíces en la historia, nosotros vivimos ahora y es muy bueno que los chicos jóvenes conozcan el devenir musical y militante de la familia”, agrega la cuasi coautora del libro, aunque ella le baje el precio a ello: “Lo que yo hice fue simplemente contarle a Carlos la historia de mi familia vista desde mi lugar”.
-Que por cierto no es el único. Hay versiones distintas sobre la historia de la familia, en especial por parte de quienes integran la tercera generación.
Carlos Molinero: -De hecho, el primer y gran consenso fue salir de la historia personal de Marián, y acceder a la de toda su familia. Luego llegó el de realizar el libro, que es de historia -con la metodología que ésta requiere- pero con un lenguaje llano, tal como son los Farías Gómez. Uso un caso menor como ejemplo: por mí, el subtítulo hubiera sido Conversatorio con Marián Farías Gómez, palabra rebuscada que pasó a convertirse, Marián mediante, en el que quedó. La selección de los entrevistados también se consensuó para dar variedad sin abrumar.
Marián Farías Gómez: -Respecto de las versiones, a mí me sorprendieron algunas respuestas de mis sobrinos. No los voy a desmentir, obvio, porque cada uno vive las cosas según las sintió, pero hay cosas con las cuáles no estoy de acuerdo.
-Un bemol es el que expresa Juancho cuando dice que el Chango, su padre, no lo crió ni humana ni musicalmente. Incluso lo define como abandónico.
M.F.G: -Es verdad que no lo crió Chango a Juancho, pero no coincido con él en que era un padre abandónico. Más bien era un músico que andaba por el mundo y tal vez no era el papá que Juancho hubiera querido tener. De todas formas, creo que hay un sello muy particular entre ellos, por más que Juancho diga que no… Se nota en Para ir a buscarte, el disco mío que él arregló.
-Se podría haber elegido muchos nombres para condensar el espíritu del libro ¿Por qué optaron finalmente por el que identificó a la peña que armaron en la década del '60?
C.M.: -Porque en realidad la peña ya eligió un nombre que marcaba el espíritu de la familia. Eso fueron, antes y después de ella, los Farías Gómez: una tribu. Y eso, creo, marca su trayecto más que el de la historia de un integrante cualquiera. La tribu como peña fue un templo. La tribu como clan familiar sustenta su accionar por y para ese templo, cuyo altar sagrado es la música y los Farías Gómez, claro, son sus sacerdotes.
M.F.G.: -Igual, el libro de llama así no específicamente por la peña en sí sino porque, aunque parezca que somos diferentes unos de otros, no lo somos. El nombre de la peña lo puso mi vieja Pocha porque para ella éramos muy unidos. Así formamos una tribu, porque de hecho lo somos. Podemos discutir entre nosotros, pero somos muy unidos, muy tribu, pese a diferentes visiones como la de Juancho respecto del Chango.
-Por parte de Carlos, la obsesión fue encontrar la unidad en la diversidad; hallar “lo” Farías Gómez en las tres generaciones. ¿Se encontró finalmente?
C.M.: -A ver, el trabajo no es ni panegírico ni detractivo. Sí muestra, como decía Marián, enfrentamientos, fuertes personalidades a veces conflictivas -“el pochismo”, como le llama Sebastián- y ciertamente no iguales porque si hay algo que los Farías Gómez no son, pues eso es ser una fotocopia de las generaciones anteriores. Ni Marián, Chango o Pedro lo son de Tata o de Pocha; ni Facundo, Guadalupe o Juancho lo son de Chango o Mariano. Pero en ese juego, el hecho de respetar a la música “superando lo anterior” con lo que se tiene a mano en cada momento sí es una constante.
-Como fuere, ¿el nudo de “lo” Farías Gómez lo encontraste más en el vínculo entre folklore y jazz del que habla Pablo Vila en el prólogo? ¿En los sonidos onomatopéyicos, los contracantos, los contraritmos y la centralidad en lo vocal implementados en el género por los Huanca Hua? ¿En el permanente “luchar contra la corriente”? ¿En lo innovador aplicado a las músicas de raíz? ¿En la libertad creativa?
C.M.: -Todo ello, pero en un determinado orden y lugar. Lo veo como un entramado que está dentro de cada miembro, aunque no lo note. Todos, de hecho, y comenzando por Marián, me miraron extraño cuando les consultaba por eso, hasta que al final descubrían esa unidad distintiva que yo encontraba desde afuera. Al final del trabajo, por caso, dibujo una casa para explicarlo mejor. En ella, el lector se va a encontrar con cimientos, que implican conocimiento y talento, algo que todos tienen; también con cuatro muros, que quiere decir raíz transmitida, o irse de ella sin abandonarla. Ese dibujo lo termino con una cúspide, que habla de un objetivo de superación cultural y musical. Incluso pienso que esa cúspide es el ingrediente que le da el sabor justo a la tribu. Esa superación cultural, esa ofrenda que realizan al Dios Música, y que es ciertamente superior al rédito económico, de prestigio o de “poder”. Diría que es una obligación autoimpuesta, y transmitida, algo que el Tata imprimió en las generaciones que lo sucedieron.
M.F.G: -Lo de hallar “lo” Farías Gómez fue idea de Carlos, pero para mí se encuentra en que, como familia, amamos profundamente la historia de nuestra música, y de nuestra identidad como pueblo. Este es el ingrediente que prima en la conformación de esa síntesis.
-El peronismo militante también configura una parte importante y distintiva de la familia. Debutar con una obra de teatro para niños en el Colón con Perón y Evita entre el público; militar orgánicamente, ejercer cargos públicos, ser exilados por tales causas, en fin…
C.M.: -Ciertamente todos son peronistas. De izquierda, de derecha o de centro, bajo esa concepción movimientista que Chango aplica a sus creaciones y explicita en Chango sin arreglo; que Pedro mantiene en la lucha resistente de Huanca Hua y Cabal; y que se aprecia sobre todo en Marián, que es coraje cantado en pos de una fuerte concepción política de la vida. Pero, y aquí la respuesta, por encima de ello emerge la música como cultura popular transmitida. Este, creo, es el aporte esencial de la tribu. Lograr el enlace folklórico intergeneracional que reconocemos como argentino también es algo inusual. Por ello lo destacamos. Y por todas las singularidades mencionadas es que bien justificado está este aporte a la historia social del canto que realizamos con los Farías Gómez.
-Y que Marián profundiza, por ejemplo, al funcionar como una especie de “bisagra” entre músicos de distintas ideologías, especialmente durante las décadas del '60 y del '70. Este es otro aspecto que ocupa varias páginas en el libro.
M.F.G.: -Sí, lo fui porque personalmente nunca he medido a la gente por su ideología partidaria, salvo grandes excepciones.
-¿Cuál es tu límite?
M.F.G: -Y… tiene que ser demasiado gorila o facho para que yo no pueda tener una buena relación con alguien. Pero no podría leer a Borges si lo midiera por su pensamiento ideológico, o a Silvina Ocampo, o a tantos artistas y escritores que piensan diferente a mí. Eso sí, lo que nunca lograron en mí ni Tejada (Gómez), ni Mercedes (Sosa) -que igual era de origen peronista-, ni (Oscar) Matus, ni Hamlet (Lima Quintana), fue llevarme hacia el comunismo, aunque haya cosas de esa ideología que me caigan muy bien.
C.M.: -En un almuerzo con Pablo Vila y Marián allá por 2012, él preguntó justamente lo mismo que usted. Y, más allá de derivaciones intelectuales, yo di el porqué: ¡porque cantás bien, Marián! (risas). Ella era peronista desde chica, y su familia desde antes que existiera el peronismo. Y, aunque los dos flancos de la militancia cancionera que buscaba la liberación social o liberación nacional como prioritarias, en la época de Ongania/Lanusse, tendieron a no privilegiar las diferencias. Marián, al contrario de Rovito o Petrocelli, sectarios de uno y otro ángulo, y como Tejada, unían. El festival del Luna Park por las juventudes políticas fue un caso. Lo muy interesante es que esto siguió incluso al regreso del exilio. Eso está en video número nueve del libro.
-¿Así que sos blandita como una “vainilla mojada en leche”, Marián? ¡Increíble!
M.F.G.: -(Risas) Esa es otra definición de Carlos, aunque admito que sí lo soy. Lo que pasa es que para transitar el camino musical argentino en la época que empecé, allá por el '63, había que mostrarse fuerte y decidida. Pero soy terriblemente romántica, al punto que mi psicóloga vive cargándome por eso… dice que soy una romántica empedernida. Sí, soy blanda.
La relación con La Negra
Con los ojos cerrados
-Otro pasaje central del libro, al menos en la parte que te toca, Marián, es tu vínculo con Mercedes Sosa. ¿Cómo lo viviste en su momento y cómo la recordás ahora?
M.F.G: -La recuerdo como lo que fue: la más grande cantante de todas. La suya fue una voz de esas que aparecen muy de vez en cuando, en su caso acompañada por una mente muy amplia, porque le gustaba toda la música. Fuimos muy amigas en un momento, después no lo fuimos tanto, pero nunca sabré por qué, dado que la que se distanció fue ella. De todas formas, nada de eso quita en mí el cariño, el respeto y la admiración profunda que tuve y tengo por ella.
-Ahora que lo contás en el libro, algo que las aunaba también era que ambas cantaban con los ojos cerrados. Ella, según surge de La voz de Latinoamérica documental sobre su vida, lo hacía por timidez. ¿Y vos?
M.F.G.: -Yo no sé porque lo hago, pero por vergüenza seguro que no (risas). Tal vez porque me compenetro más en lo que estoy cantando, dado que es muy difícil que no me conmueva cuando canto algún tema. Siento una emoción melancólica si el tema lo es; siento la alegría y el ritmo si se trata de una chacarera, por más que su letra sea triste… De todas maneras, últimamente estoy abriendo los ojos un poco más.