La madre de Nazareno Guerra dice que eligieron ese nombre por Jesús de Nazareth; el padre asegura que lo bautizaron así por la película de Leonardo Favio, Nazareno Cruz y el lobo. El cineasta considera que ambas versiones podrían ser ciertas, y en su documental problematiza algunas de estas cuestiones: el archivo, la memoria y los diversos relatos acerca de un mismo acontecimiento. Primario aborda desde su experiencia personal la injerencia eclesiástica en las políticas educativas durante el período 1989-1995, que coincide con el primer mandato de Carlos Menem. La película está disponible en Vimeo y se presentará en CineAr Play el 2 de marzo.

El montaje inicial sintetiza la armonía de dos instituciones poderosas a lo largo de la historia del Estado argentino: la escuela y la Iglesia católica. La simetría de la cruz de Cristo junto a una escuadra, la iconografía del confesionario y la escarapela, una vela encendida y una plasticola en barra, un órgano de tubos junto a un set de lápices de colores, la Santa Biblia y el diccionario de la lengua española. A través de esas imágenes, Guerra sugiere una pregunta: ¿qué influencia tuvo la Iglesia católica en las políticas educativas durante los ‘90?

“Todo empezó cuando mi amigo Martín, que aparece en la película, me mandó un video digitalizado de nuestra primera comunión –cuenta el director–. Fue una experiencia bastante extraña, como ver algo de otra persona. Después encontré un video de la jura a la bandera, fui rastreando más material y, cuando me quise dar cuenta, estaba haciendo una película. El registro en primera persona me pareció la forma más sincera porque la idea del documental era poder transmitir una experiencia”.

En los inicios de este proyecto, Guerra había visto películas como El silencio es un cuerpo que cae (Agustina Comedi, 2017) o Las buenas intenciones (Ana García Blaya, 2019), que incorporan archivos caseros en formato VHS para hacer una relectura del material. “Pertenezco a la misma generación, esa época en la que el VHS significó una revolución tecnológica. Fue la primera vez que la escuela pudo producir imágenes que las familias podían reproducir luego en sus hogares. Hoy nos parece algo cotidiano, pero en los ‘90 fue sumamente revolucionario”.

Guerra es licenciado en Psicología (UBA) y realizador audiovisual (Séptima Ars, Madrid). Además de su trabajo como psicoanalista, desde 2016 se desempeña como docente de la Práctica de Investigación “Cine y Subjetividad” en la Facultad de Psicología. El cruce de esas dos disciplinas dio como resultado este documental en el que una y otra vez aparece la pregunta por el sentido de las acciones humanas en el marco de las liturgias religiosas, para comprender el proceso de construcción de la subjetividad. Primario se vale de la narración en primera persona, los aportes del filósofo y teólogo Rubén Dri, y entrevistas a los miembros de su círculo íntimo (familia y amigos). Esos relatos personales, sin embargo, se enmarcan en una perspectiva más amplia a partir del archivo histórico.

–¿De qué manera incorporaste el eje político en tu documental?

–Cuando empezamos a investigar en profundidad, nos documentamos sobre la época para ver dentro de qué coordenadas estaba inscripta nuestra experiencia subjetiva en esa institución. Registramos que en el período 1989-1995 (los años en que hice la primaria, que coinciden con el primer mandato menemista) había una convivencia entre la Iglesia católica y el gobierno neoliberal. De esto nos enteramos tarde como sociedad, porque Menem llegó con un montón de promesas que de a poco se fueron cayendo.

Entre otras lecturas, el director menciona Detrás de los muros de Juan Cruz Esquivel, una investigación en la que el sociólogo analiza el comportamiento del episcopado argentino y su desempeño como una de las principales fuentes de legitimidad de los procesos políticos entre 1983 y 1999. “Esta investigación se fue colando a partir de los archivos, pero incluimos la perspectiva macro siempre y cuando tuviese algún vínculo con la experiencia micro”, explica.

–Hay un recurso narrativo interesante que se basa en el contraste del archivo con el recuerdo de los entrevistados. ¿Qué rol juega la memoria?

–Usamos dos dispositivos: la entrevista clásica con preguntas sobre la época y este contraste entre archivo y recuerdo, para continuar con la metodología que me había convocado a hacer esta película. ¿Qué me pasa a mí cuando veo a un niño que soy yo (en el que no me reconozco) haciendo una venia extraña que parece un saludo militar? Sobre esa inquietud no tengo mucha palabra, es más bien una sensación de extrañamiento. Ahora nos choca ver estas imágenes, pero en ese momento era algo normal: el gobierno, la escuela y las familias funcionaban como un engranaje. Por supuesto, cuando pasó el tiempo nos dimos cuenta de que todo lo que había ocurrido en esa década era una mentira.

El filósofo Louis Althusser diferencia el aparato represivo de los aparatos ideológicos del Estado a partir de sus mecanismos de funcionamiento: el primero opera mediante la violencia; los segundos en base a la ideología. Primario echa luz sobre estos últimos a partir de los relatos personales y acompaña al director en el proceso de apostasía (renuncia al culto). “La película se realizó en medio del cuestionamiento social sobre la necesidad de un Estado que esté más allá de las demandas de la Iglesia. Esto no tenía que ver directamente con el documental pero formó parte del contexto: en una escena, por ejemplo, me acerco al stand de apostasía colectiva durante las exposiciones de 2018 por la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Realizar el proceso de apostasía me permitió decir cuál era mi posición sobre esto. Por supuesto, no se trata de buenos y malos; en mi caso, simplemente prefiero no formar parte”.

El documental no aborda el tema del aborto pero sí el lugar de las mujeres en la educación católica: “Lo femenino era conceptualizado como lo otro. No había una dialéctica. Si había una mujer era la madre, la maestra o la directora, que no son pares sino figuras con las que se establece una relación vertical. Desde este punto de vista, la respuesta ante aquello que rompía con lo hegemónico era ‘hacer un país aparte’, como dijo el arzobispo Quarracino sobre la homosexualidad. El discurso de la separación tuvo mucha pregnancia”.

Al mismo tiempo, Guerra plantea algunos matices y advierte: “La religión surge como una necesidad de dar sentido a lo que está pasando y, si bien en las últimas décadas la Iglesia católica abusó de su poder e hizo todo lo posible para que personas como yo (un producto de la educación católica) nos alejemos de la institución, también creo que la necesidad humana de una religión no es algo que vaya a desaparecer, entonces hay que tener mucho cuidado con respecto a quiénes van a ocupar ese lugar”.

Entrevista: Laura Gómez